Resumen
Al final de su viaje por las sierras, el arcipreste evoca palabras del apóstol Santiago y, en un lugar llamado Santa María del Vado, permanece haciendo vigilia y le dedica cantigas a la Virgen María. Luego, siete días antes de Cuaresma, regresa a su tierra. Allí, en Burgos, mientras come con don Jueves Lardero, recibe una carta de doña Cuaresma, dirigida a todos los arciprestes y clérigos “sin amor” (1069 c), donde pone de manifiesto que desafía a un duelo a don Carnal, porque está causando mucho daño en su tierra. Asimismo, doña Cuaresma envía a don Carnal una carta afirmando que el desafío será en siete días.
El día señalado, don Carnal se encuentra acompañado por su ejército, compuesto, alegóricamente, por todo tipo de carnes que evocan diversos platos de comida. Después de una cena abundante, don Carnal y sus acompañantes duermen y, a la madrugada, se presenta repentinamente en el campamento doña Cuaresma y su ejército. Este está formado principalmente por animales marinos, que evocan también platos de comida. Al comenzar el combate, los atacantes encuentran al ejército enemigo dormido y pesado a causa de la copiosa cena, y dan una larga batalla en la que resultan vencedores. Luego, doña Cuaresma ordena encerrar a don Carnal y lo obliga a ayunar. Más tarde, un fraile acude a confesar a don Carnal y expone temas concernientes a la confesión y a las normas que la regulan. Finalmente, el fraile lo absuelve y le ordena, a modo de penitencia, comer una comida determinada cada día de la semana, por cada uno de los pecados capitales.
Por otra parte, terminada la batalla, el Miércoles Santo (“miércoles corvillo” 1174 a), doña Cuaresma ordena levantar el campamento y reparar los daños, porque le disgustan los enfrentamientos. Posteriormente, el Domingo de Ramos, don Carnal convence a don Ayuno, quien está a cargo de su vigilancia, de asistir a la celebración de la misa, y así consigue escapar de la prisión y refugiarse en una judería. Luego, don Carnal transita por montañas y sierras durante tres días y, ensañado, le envía una carta a doña Cuaresma, acusándola de haber sorprendido a su ejército de noche, como un ladrón, y la desafía a un nuevo enfrentamiento el domingo siguiente, justo antes del amanecer.
Doña Cuaresma desfallece al leer la carta y, recelosa, se marcha hacia Jerusalén, vestida como los romeros o peregrinos. Luego de la noche del Sábado Santo, doña Cuaresma llega a Roncesvalles. Por otra parte, durante el amanecer de ese mismo sábado, y cerca del comienzo de abril, don Carnal y don Amor hacen su entrada triunfal. El día de Pascua, los juglares y miembros de distintas órdenes religiosas salen a recibir a don Amor, y estos últimos se disputan el honor de alojarlo. También el arcipreste le ofrece alojamiento, pero en la casa de él finalmente se alojan los instrumentistas que acompañan a don Amor, mientras que este ordena levantar una tienda en el prado para instalarse. La tienda es deslumbrante y en su interior hay una mesa en la que se hallan sentados doce caballeros, quienes representan, alegóricamente, los meses del año.
Después de dormir, don Amor relata al arcipreste sus viajes por España durante el invierno pasado, y al día siguiente, al amanecer, se marcha hacia Alcalá, dejando al arcipreste en un estado de tristeza y alegría.
Análisis
Al final de su viaje por las sierras, el arcipreste evoca las palabras bíblicas de la carta de Santiago: “Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación” (St., 1,17) y, en Santa María del Vado, ofrece a la Virgen tres piezas líricas. La primera consta de un estribillo inicial y dos coplas de ocho versos hexasílabos; la segunda, de ocho coplas de ocho versos hexasílabos; y la última, de un estribillo inicial y siete coplas de ocho versos heptasílabos. Las dos últimas se refieren a la Pasión de Jesucristo y relatan los episodios de su condena y de su muerte.
Luego del episodio de las serranas, el poeta establece una cronología basada en el año litúrgico. Después de las cantigas dedicadas a la Virgen, anuncia que se aproxima el tiempo de Cuaresma: “Dende a siete días era Quaresma” (1067 c), un periodo de tiempo en el año litúrgico cristiano que comienza el Miércoles de Ceniza y abarca los cuarenta días previos a Pascua, y en el que el cristianismo se prepara espiritualmente para dicha celebración. Se trata de un periodo dedicado al ayuno y la abstinencia que simboliza los cuarenta días que Jesús permaneció en el desierto de Judea.
La batalla simbólica entre don Carnal y doña Cuaresma representa el conflicto entre los momentos de saciedad y escasez, o de placer y abstinencia. Este era, probablemente, el asunto de representaciones dramáticas en las que Juan Ruiz se habría inspirado. En el Libro, la oposición se representa bajo la forma de una lid caballeresca que comienza con dos cartas que parodian el tono y las fórmulas de las del señor feudal a sus vasallos.
En la batalla podemos ver que la hueste de don Carnal está formada por comida, presentada como animales vivos. Por ejemplo: “Pusso en las delanteras muchos buenos peones: / gallinas e perdizes, conejos e capones" (1082 ab). Además, como explica Lida de Malkiel, los alimentos “se alinean en riguroso orden de aparición —el primer servicio constituye la vanguardia; el segundo, los ballesteros; el tercero, la caballería, etc.—, armados de las correspondientes piezas de menaje” (1973, 94). También podemos observar que, antes de la descripción de la hueste de don Carnal, Juan Ruiz alude al Libro de Alexandre, una obra que, como el Libro de buen amor, corresponde al denominado "mester de clerecía": “Serié Don Alexandre de tal real pagado” (“don Alejandro estaría muy satisfecho de tal ejército”, 1081 d). Más adelante, la descripción de la tienda de don Amor imita, en parte, dicha obra.
El fin de la batalla y la victoria de doña Cuaresma coincide con el inicio del tiempo de Cuaresma, el día Miércoles Santo (“miércoles corvillo”, 1174 a), día en que la Iglesia cristiana realiza el rito de la imposición de la ceniza en la frente de los creyentes. A este rito alude Juan Ruiz cuando afirma: “Con çeniza les cruza de ramos en la frente” (1178 b). La ceniza, símbolo de duelo y de la muerte, también es un recordatorio de la condición mortal de los seres humanos, por eso el poeta señala: “Dízeles que se conoscan e que les venga emiente (“que se conozcan a sí mismos y que recuerden”) / que son çeniza e tal tornarán çiertamente” (1178 dc). Las palabras recuerdan el pasaje bíblico del Génesis: “Hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!” (3, 19).
Más tarde, cuando don Carnal le envía una carta de desafío a doña Cuaresma, acusándola de haber sorprendido su campamento de noche, como un ladrón, sus palabras evocan un pasaje bíblico de la Primera carta a los tesalonicenses, atribuida a Pablo: “Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche (…). Pero ustedes, hermanos, no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda como un ladrón: todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día” (I. Tes, 5, 2-5). Luego, continuando con la alegoría, para evitar enfrentarse en un nuevo desafío, doña Cuaresma emprende el viaje hacia Jerusalén, precisamente, los últimos días de Cuaresma.
La entrada triunfal de don Carnal y don Amor coincide, además, con el día de Pascua de Resurrección, con el que concluye la abstinencia del tiempo de Cuaresma. Por otro lado, en la procesión triunfal que recibe a don Amor se pueden observar las órdenes monacales más importantes de la época: la orden cisterciense, la de san Benito, la de Cluny, la dominicana y la franciscana, entre otras. Todas ellas se disputan el honor de hospedar a don Amor criticándose mutuamente.
Finalmente, don Amor se establece en una tienda magnífica, en cuya descripción el poeta incluye el motivo de la alegoría de los meses, representados como doce caballeros sentados en una mesa. Los meses están agrupados según las estaciones del año, comenzando con tres meses invernales: noviembre, diciembre y enero. El arcipreste se refiere a todos los meses describiendo las actividades propias de cada uno, aunque, en algunos casos, las faenas están sustituidas por sus consecuencias. Por ejemplo, dice de junio, mes en que se cosecha cereza: “Trayá las manos tintas de la mucha çereza” (“traía las manos tintas de mucha cereza”, 1291 d).