E Dios sabe que la mi intençión non fue de lo fazer por dar manera de pecar ni por maldezir, mas fuer por reduçir a toda persona a memoria buena de bien obrar e dar ensiemplo de buenas costunbres e castigos de salvaçión; e porque sean todos aperçebidos e se puedan mejor guardar de tantas maestrías como algunos usan por el loco amor.
El Libro de buen amor se inicia con un el prólogo en prosa en el que el arcipreste declara los propósitos de su obra. En este pasaje podemos observar que el poeta manifiesta su propósito de ofrecer a los lectores ejemplos de buenas costumbres y enseñanzas para que alcancen la salvación. Además, el autor tiene la intención de ayudar a sus lectores a prevenirse del "loco amor" (es decir, del amor desordenado, vano o deshonesto) que otros practican diestramente.
Tu, señor e Dios mío que el ombre formeste,
forma e ayuda a mí, el tu arçipreste,
que pueda fazer libro de buen amor aqueste,
que los cuerpos alegre e a las almas preste.
En esta oración dirigida a Dios que se incluye al inicio del libro, el arcipreste le pide ayuda para componer su obra. Este es uno de los pasajes de donde se extrae el título de la obra: el Libro de buen amor. También acá se señalan, aunados, dos de los propósitos del poema: favorecer con ella, al mismo tiempo, al cuerpo y al alma.
En general a todos fabla la escriptura:
los cuerdos con buen seso entendrán la cordura;
los mancebos livianos guárdense de locura;
escoja lo mejor el de buena ventura.
El arcipreste insiste en varias ocasiones en el carácter ambiguo de las palabras, del que resulta la posibilidad de interpretar el libro en más de un sentido. En este pasaje vemos que el poeta atribuye a cada lector la responsabilidad de la lectura (en un sentido u otro) que realice. Asimismo, lo invita a involucrarse activamente en la interpretación del sentido del texto.
Si Amor eres, no puedes aquí estar:
Eres mentroso falso en muchos enartar;
salvar non puedes uno, puedes çient mill matar.
Estas son las primeras palabras que el arcipreste le dirige a don Amor, acusándolo de engañar con malas artes ("enartar") y de impedir que las personas se salven. Con ellas, se inicia una extensa disputa que mantiene el protagonista con él, en donde el primero lo culpa de numerosos vicios y males. Entre ellos, el de ser el responsable de los pecados capitales: "Contigo siempre trahes los mortales pecados" (217 a).
Sea un omne neçio e rudo labrador
los dineros le fazen fidalgo e sabidor(...)
Si tovieres dineros, avrás consolaçión,
plazer e alegría e del Papa raçión;
comprarás Paraíso, ganarás salvaçión;
do son muchos dineros, es mucha bendiçión.(...)
El dinero quebranta las cadenas dañosas;
tira cepos e grillos e presiones peligrosas;
al que non da dineros échanle las esposas:
por todo el mundo faze cosas maravillosas.(...)
En suma te lo digo, tómalo tú mejor:
el dinero, del mundo es grand rebolvedor;
señor faze del siervo, de señor servidor;
toda cosa del siglo se faze por su amor.
Este pasaje corresponde al “ejemplo de la propiedad que el dinero tiene”, una composición satírica sobre el poder del dinero. En ella, don Amor se refiere a la capacidad que el dinero tiene de trastocar y corromper la sociedad. Observamos que las críticas apuntan al Papa, a quien se acusa de otorgar beneficios eclesiásticos a cambio de dinero; y a los que tienen a su cargo la justicia, acusados de eximir a las personas a cambio de dinero o de condenar a quienes no lo pueden pagar por su libertad. También don Amor señala que el dinero es capaz de modificar la condición social de las personas, que por él se adjudica sabiduría a quienes no la poseen, que es capaz de invertir los roles sociales (el del siervo y el del señor) y que todo lo mundano (“toda cosa del siglo”) se hace por codicia.
Non ha en el mundo libro nin escrito nin carta,
ome sabio ni neçio que de ti bien departa;
en el mundo non ha cosa que con bien de ti se parta
salvo el cuervo negro que de ti, Muerte, se farta.
Tras el fallecimiento de Trotaconventos, el arcipreste le dedica a la anciana un planto en el que denuesta a la muerte. En este fragmento, el poeta, dirigiéndose a la Muerte, señala que no hay quien hable bien de ella ("de ti bien departa"), ni nada que salga bien de su lado ("con bien de ti se parta"). Solo la quiere el cuervo que se "harta" o sacia su apetito (ya que se alimenta, en parte, de carroña) gracias a ella.
El omne non es çierto quándo e quál matarás;
el bien far podiese, oy le valdría más,
que non atender a ti nin a tu amigo cras cras (...)
En este pasaje, extraído del mismo planto del apartado anterior, el arcipreste invita a los lectores a no postergar las obras de bien: el momento de la muerte es incierto para los seres humanos, de modo que es conveniente que realicen hoy ("oy le valdría más") el bien que puedan hacer, en vez de esperar la muerte ("non atender a ti"), o a su amigo, el cuervo (la expresión "cras cras" es un juego de palabras entre el graznido del cuervo y la palabra "cras", que significa "mañana" en español antiguo). El poeta repite la idea poco después: la salud y la vida cambian muy pronto ("aína") y esta última se pierde cuando el hombre no lo piensa ("non cuda"). Por lo tanto, advierte que la expresión, "el bien te haré mañana ("cras")" es una promesa vacía, por lo que es mejor realizarlo antes de que la muerte acuda:
La salud e la vida muy aína se muda:
en un punto se pierde, quando omne non cuda;
«el bien te faré cras», palabra es desnuda:
vestidla con la obra ante que Muerte acuda. (1532)
Fizvos pequeño libro de testo, mas la glosa
non creo que es chica, ante es bien grand prosa
que sobre cada fabla se entiende otra cosa (...)
Al finalizar su libro, el arcipreste se dirige a su público para insistir sobre la manera en que debe ser interpretado. Señala que hizo ("fizvos", es decir, "les hice") un pequeño libro, el cual, sin embargo, puede ir acompañado de una extensa glosa o comentario, puesto que acerca de cada "fabla" ("cuento, episodio o historia") debe entenderse otra cosa. Esto es: cada uno de los episodios debe interpretarse en un sentido diferente.
De la santidat mucha es bien grand liçionario,
mas de juego e de burla es chico brevïario;
por ende fago punto e çierro mi almario:
séavos chica habla, solaz e letuario.
En este pasaje, Juan Ruiz se refiere al contenido de su libro, afirmando que es un "liçionario" ("leccionario", es decir, un libro de lecciones) y, al mismo tiempo, un breviario o compendio de juegos y burlas. La afirmación remite a las palabras con que el poeta definía los propósitos de su obra al comienzo: "Que los cuerpos alegre e a las almas preste" (13 c). Finalmente, el arcipreste cierra su libro con la siguiente expresión: "Fago punto e cierro mi almario" ("armario o biblioteca"). Así, desea que su obra sea para el lector como una "chica habla" (una "breve conversación"), un entretenimiento y un "lectuario" ("un electuario", esto es, un medicamento o una golosina).
Señores, hevos servido con poca sabidoría,
por vos dar solaz a todos, havléos en juglaría
En este pasaje, el poeta se dirige al público explicando que "habló en juglaría", es decir, "con burlas". Sin embargo, la expresión puede comprenderse, al mismo tiempo, como que habló "utilizando técnicas juglarescas", para darle solaz o entretenimiento a su público. El doble sentido, de esta manera, vuelve a evidenciarse como un recurso común en la obra hasta sus últimas líneas.