Resumen
El transcriptor dice haber revisado el manuscrito y no haber encontrado nada más en la farmacia de don Benigno Bonilla. Por lo tanto, no se sabe nada de los últimos años de Pascual Duarte, aunque es posible que volviera a la cárcel de Chinchilla, de la que probablemente saliera antes de empezar la guerra. Sí reproduce dos cartas, que testimonian la muerte de Pascual, la del Padre Lurueña y la de Cesáreo Martín
Análisis
Tras los recuerdos de Pascual, los textos que enmarcan su relato concluyen con una nueva nota del transcriptor, que se refiere a la historia y a la información faltante en el manuscrito. De este modo, el relato de Pascual Duarte queda nuevamente enmarcado por el de un transcriptor ficticio. Este recurso pudo haber sido utilizado por el autor de la novela dar credibilidad a su historia y pasar, además, el filtro de la censura.
Además, el transcriptor suma las cartas de dos testigos de la ejecución y muerte de Pascual Duarte: una de un sacerdote, representante del poder celestial, y otra de un carcelero, que encarna el poder terrenal. Claramente, sus testimonios difieren: para Lurueña, Pascual es un pecador arrepentido, un cordero que vuelve al rebaño, un verdadero santo penitencial. Para Martín, el carcelero, Pascual es un loco y un cobarde que muere gritando de terror.
La novela se cierra tal como empezó: en la incertidumbre de quién es verdaderamente Pascual Duarte, si un asesino o una víctima, un pecador o un santo, un ser digno de rechazo o de lástima. Probablemente, en la dicotomía de Pascual Duarte se esconda la realidad de todo ser humano, capaz de las hazañas más nobles y los más oscuros crímenes imaginables.