La nieve (Símbolo)
En su realidad en Antigua, Marvin vive en un hogar donde, fallecida la madre y extinguido, por tanto, su cariño y calidez, solo queda el rígido ordenamiento del padre. Al otro lado de la tablet, en aquel pueblo noruego, algo de lo íntimo tiene más posibilidades de ser recuperado. La madre había hablado muchas veces con Marvin sobre la nieve y cómo lo llevaría a conocerla, pero murió antes de lograrlo. Así, la nieve y el deseo de Marvin de llegar a ella funcionan como un símbolo de la madre, de la posibilidad de acceder, aunque sea por una vez más, a la sensación de contacto con el cariño materno.
La tecnología (Motivo)
La tecnología es un motivo presente en toda la novela, configurada como una ciencia ficción cuya trama se construye en torno al surgimiento de un nuevo invento tecnológico, el kentuki. Así, con el avanzar de las páginas, constantemente estamos embebidos en terminología tecnológica, como también en las implicaciones en la sociedad que esta puede acarrear.
Lo animal (Motivo)
Lo animal tiene presencia de motivo en la novela. Aparece una y otra vez en las situaciones que componen la trama, en calidad de atributo significativo del kentuki, que distingue a este aparato de otros dispositivos tecnológicos. El kentuki es un peluche con forma animal: los hay topos, cuervos, conejos, pandas, entre otros. Y en cierta medida, muchos “amos” tratan al kentuki como a una mascota: Eva lo ubica dentro de una cucha, Alina pretende tratarlo como a un animal doméstico, es decir, como si no hubiera un humano del otro lado mirando; una mujer en México lo entierra junto a la tumba de sus perros.
El elemento animal también configura el comportamiento de varios "seres". Por ejemplo, a la manera que lo hacen los perros u otras mascotas, en algunos casos los kentukis adoptan la función de garantizar la seguridad de sus amos. Este es el caso, por ejemplo, de Emilia, que ronronea cuando Eva la acaricia y que, como un animal doméstico desconfiado, mantiene su mirada clavada en la nueva visita en la casa.
Las cáscaras de mandarinas que Alina pone bajo la almohada de Sven (Símbolo)
Una noche, tras pasar horas sola sintiendo rencor y celos, pensando en la poca comunicación que hay entre ella y su pareja, Alina pone las cáscaras de las mandarinas que estaba comiendo bajo la almohada de Sven. Este elemento funciona como un símbolo de la bronca y la necesidad de atención de Alina, que, incapaz de expresarse y pedirle consuelo a su novio, busca provocarlo por medio de gestos del estilo.
El hecho de que durante una semana Sven no se dé cuenta de las cáscaras bajo su almohada simboliza, a su vez, la indiferencia del hombre respecto a los pedidos de atención de su novia.
Los carteles en el suelo en la exposición de Sven (Símbolo)
En la galería donde tiene lugar la exposición de Sven, hay muchos kentukis por el espacio y, en el suelo, muchos círculos con imperativos como "tócame”, “quiéreme”, “me gusta” (p.215) y cosas por el estilo. En un momento, un kentuki empieza a acariciarse con los pies de Alina, y ella se da cuenta de que está parada sobre un círculo que dice "tócame". Entonces procura moverse, pero inmediatamente pisa "te amo" (p.215). La voz narrativa señala la incomodidad de la situación: "faltaba espacio para no decir nada, siempre se estaba pisando algo" (p.215).
De alguna manera, esta instalación artística funciona como un símbolo de la comunicación en la época de la virtualidad y las nuevas tecnologías, donde no hay gesto posible que uno pueda hacer (ni siquiera el silencio) que no pueda ser interpretado como un mensaje.