En muchos sentidos, podemos leer en Kentukis una reflexión sobre la contemporaneidad. La novela pone en escena muchas de las nuevas configuraciones sociales y artísticas existentes en nuestra época, así como las nuevas formas de pensar el tiempo y el espacio, mediadas por nuevos dispositivos de producción, distribución y consumo de información. Al mismo tiempo, la novela trabaja sobre las problemáticas éticas que estas novedades acarrean.
En la ficción de Schweblin, de por sí, se propone la adquisición de un dispositivo como el kentuki y su incorporación a las rutinas diarias como algo que modifica la existencia y la subjetividad. Al menos esto podemos leer desde el posterior gesto artístico que se imprime en la novela, protagonizado por Sven, que evidencia un cambio en el arte como respuesta a un cambio en la experiencia contemporánea. Sven abandona las formas tradicionales porque su visión artística lo vuelve sensible a los cambios, a las nuevas interacciones que tienen lugar en la sociedad.
Efectivamente, una cuestión interesante para pensar las nuevas dinámicas de producción, distribución y consumo de información se cifra en el proyecto artístico de Sven. El hombre toma como material una interacción humano-kentuki, es decir, de por sí configura una instalación de orden interactivo, relacional, y opera mediante una reutilización de esos dispositivos y esa interacción.
En tanto cada uno de los dos participantes de dicha interacción podían percibir, hasta entonces, los hechos solamente desde la propia perspectiva, muchos de los aspectos de uno aparecían ocultos para el otro. Al poner en una misma pantalla la visión de ambos participantes, el arte se ofrece como posibilitador de una primera instancia de totalización. La obra de arte vuelve entonces única una experiencia hasta entonces fragmentaria. La novela nos muestra cómo un personaje involucrado en la interacción (Alina) había perdido la dimensión de totalidad, había olvidado la existencia de la otredad involucrada. La despersonalización es un atributo de las nuevas tecnologías que tiene algunas posibles consecuencias; una de ellas es que hay quienes olvidan que, detrás de un dispositivo, de una imagen virtual, hay otro ser humano.
Aunque no es lícito reducir a un solo concepto la compleja configuración narrativa ideada por Schweblin, es posible pensar a los kentukis como una representación de lo que sucede, en la actualidad, con las redes sociales. La novela abre la puerta a reflexionar sobre los nuevos problemas éticos que acarrea la interacción por vías tecnológicas, problemas recurrentes en nuestra sociedad actual.