Fedro

Fedro Resumen y Análisis Diálogo entre Fedro y Sócrates, Crítica al discurso de Lisias (234d-237b)

Resumen

Diálogo entre Fedro y Sócrates

Sócrates declara que ha compartido el "delirio báquico" (234d) de Fedro y que ahora se encuentra en éxtasis tras el discurso de Lisias. Fedro, por su parte, se muestra escéptico sobre la sinceridad de Sócrates; para él, el discurso es un asunto serio. Le pregunta a Sócrates: "¿Tú crees que algún otro griego podría tener más y mejores cosas que decir a propósito de este tema?" (234e); su interlocutor responde al desafío y critica el discurso.

Crítica al discurso de Lisias

Sócrates se pregunta si el discurso debe ser alabado por su contenido y no por su estilo (como sus giros, su claridad, es decir, su retórica). El elogio del contenido alimenta el argumento de Fedro a favor del discurso; sin ir más lejos, él cree que Lisias no ha omitido nada digno de mención sobre el tema. "Nadie nunca sería capaz de decir más cosas y de mayor valía" (235b), insiste, de algún modo provocando a Sócrates. El maestro no está de acuerdo, sugiere que inclusive el propio Lisias consideraría que el estilo es más importante que el contenido, y que en este caso falla. Para apoyar este último punto, Sócrates señala la redundancia del discurso: "repetía dos y tres veces lo mismo, como si no dispusiese de muchos recursos para decir mucho sobre el mismo tema (...); exhibe su capacidad para decir lo mismo de una manera y luego de otra" (235a). Sócrates también refuta a Fedro afirmando que él mismo puede hacer un discurso mejor, no con ideas originales, sino con ideas tomadas de Safo, o de Anacreonte, o de algún otro poeta.

Sin embargo, cuando Fedro presiona a Sócrates para que pronuncie tal discurso, este se apresura a intentar retirarse de varias maneras. En primer lugar, afirma que es muy difícil hacer un discurso que difiera tanto del anterior. Concede que Lisias presenta un argumento irrefutable al elogiar al no amante por ser más racional que el amante. Sócrates alaba ahora el discurso de Lisias por su hábil disposición de los elementos, así como por sus puntos más originales y tangenciales.

Para animarlo a que pronuncie su discurso, Fedro le concede a Sócrates que parta "del supuesto [de Lisias] de que el que ama está más enfermo que el que no ama" (236b). Mientras Sócrates sigue intentando resistirse, Fedro declara que lo hará hablar por la fuerza si es necesario. Finalmente, logra convencerlo luego amenazarlo con no pronunciar ningún discurso para él en el futuro.

Análisis

En esta breve sección, Fedro espera que Sócrates elogie el contenido del discurso de Lisias, pero la primera reacción del maestro es maravillarse por el efecto extático que provoca el discurso en el mismo Fedro -y, por contagio, en él mismo también; no olvidemos que le dice a Fedro, basándose en el significado de su propio nombre, que estaba "radiante" (234d) leyendo el texto-. Ahora bien, lo que verdaderamente impresiona a Sócrates no es el argumento del discurso, sino la forma en que es pronunciado; en este sentido, podemos apreciar la aparición de un tema que será muy importante en el futuro, cuando se aborde la cuestión de la retórica: la diferenciación entre forma y contenido.

Por otro lado, Sócrates le dice a Fedro: "Compartí el delirio báquico contigo" (234d). En relación con esto, cabe aclarar que los y las bacantes eran parte del cortejo que acompañaba el carruaje en que se transportaba el dios Dionisio, pero también es el nombre que se le daba a los hombres y mujeres que participaban del culto dionisíaco y que alcanzaban un estado de éxtasis (que Platón interpreta en sus textos como un estado de posesión divina). El uso que le da Sócrates a la expresión "delirio báquico" asociada al discurso es algo irónico; exagera sobre los efectos extáticos del texto para introducir esta distinción entre forma y contenido en la que ahondará más adelante.

A través de los halagos a Lisias, Fedro, siendo modesto, aduce que es un ignorante ante el profesionalismo del escritor del discurso. Sócrates dice lo mismo, pero no es un asunto de modestia, sino que es, en realidad, un verdadero ignorante o profano en lo que concierne a los trucos del orador. Si eventualmente supera a Lisias con sus argumentos será, precisamente, por rechazar sus criterios y no por utilizar estos trucos de la forma.

En cuanto al discurso de Lisias en sí, Sócrates plantea dos puntos iniciales de crítica en respuesta a Fedro: en primer lugar, sostiene que también Lisias se preocupa más por el estilo que por el contenido; en segundo lugar, afirma que se han hecho mejores argumentos sobre el amor antes. Menciona a Safo, a Anacreonte e inclusive a "algunos prosistas" (235c). Para comprobar este segundo punto, Sócrates afirma que puede hacer él mismo un discurso mejor. Este discurso no contendrá ideas originales -pues el filósofo socrático es como una "vasija vacía" (235d)-, sino que derivará su discurso de las palabras que ha escuchado de otros y que han resistido el escrutinio. En Banquete del propio Platón, Sócrates ya ha pronunciado un discurso ajeno, atribuido a Diotima. En este caso dice que hará algo similar, aunque aquí se sugiere más adelante que todo esto es un rodeo y que, en realidad, el discurso es suyo.

En relación con esta idea de la "vasija vacía", es interesante recordar que, en la primera sección, Sócrates estaba dispuesto a rechazar el mito de Boreas y Oritía mediante un proceso de desmitologización, y que la razón por la que no lo hizo fue sencillamente porque no dedicaba su tiempo a desmentir mitos. Sin embargo, cuando Sócrates se prepara para pronunciar sus propios discursos con un cuidadoso razonamiento lógico, él mismo se verá obligado a recurrir a los mitos para ilustrar sus argumentos. Inclusive, hacia el final de esta sección, Sócrates invoca a las Musas en el preámbulo de lo que será su primer discurso. La invocación a las Musas nos lleva directamente al terreno de la poesía tradicional: como en Homero y Hesíodo, sugiere la idea de la inspiración poética. Esta acotada sección abre preguntas sobre las relaciones entre poesía y prosa, mito y argumento, y la presentación oral y escrita de dichos argumentos.

Lo que finalmente motiva a Sócrates a pronunciar un discurso frente al joven es la amenaza de que ya no se le permitirá escuchar los discursos de Fedro por venir. Las estrategias que se despliegan en esta sección permiten comprender lo que motiva a Sócrates -o, al menos, lo que Sócrates pretende que Fedro piense sobre las motivaciones de un filósofo-.