La crítica a la escritura que hace Sócrates en Fedro ha inspirado una gran cantidad de comentarios al respecto con un marcado enfoque histórico. Dichos comentarios, consideran que el diálogo se vincula con la transición histórica de la oralidad a la escritura. En términos muy generales, esta transición introdujo profundos cambios en la estructura del pensamiento humano: mientras que una cultura estrictamente oral parecía requerir la externalización de las reflexiones, la tecnología de la escritura proporcionó al hombre una mayor capacidad de interiorización e introspección. En adelante, uno podía registrar, desarrollar y difundir sus pensamientos con mayor facilidad.
Las nuevas tecnologías a menudo generan sospechas. Al igual que la aversión contemporánea de algunas personas hacia los modos cada vez más fríos y desapegados de la comunicación electrónica (por ejemplo, el correo electrónico en lugar del correo postal, el teléfono o la videollamada en lugar del encuentro), la aversión de Thamus en Fedro a la escritura en el mito de Theuth se considera a menudo un reflejo de la sospecha de Platón sobre la escritura como nueva tecnología. El famoso ensayo de Jacques Derrida "La farmacia de Platón" publicado en la revista Tel Quel, por ejemplo, trata la ostensible preferencia de Platón por el habla sobre la escritura como uno de sus temas privilegiados en los diálogos.
Sin embargo, los cambios inducidos por las nuevas tecnologías suelen tomarnos por sorpresa. En el influyente estudio Oralidad y alfabetización: la tecnologización de la palabra, Walter J. Ong glosa las críticas de Platón a la escritura. Según Ong, Fedro y la llamada Séptima Carta plantean cuatro puntos principales en relación con la escritura: a diferencia del habla, la escritura es inhumana, una cosa, un producto tecnológico; la escritura debilita la memoria de los que confían en ella; en tercer lugar, no puede responder a nuevas preguntas; y por último, no puede defenderse a sí misma, necesita apoyarse en su autor. La escritura se presenta esencialmente como un producto pasivo e impersonal que sirve como un pobre sustituto del habla. Sin embargo, la paradoja inevitable radica en que para que Platón pueda formular sus objeciones con fuerza y eficacia, él mismo opta por utilizar la escritura (aunque en forma de diálogo). Esto le permite concretar, desarrollar y sobre todo transmitir sus ideas de un modo que tal vez no fuera posible mediante el discurso directo.
En consecuencia, como señala Ong, el uso de la escritura volvió involuntariamente a Platón contra la antigua tradición oral. Dice el crítico que toda la epistemología de Platón fue, sin saberlo, un rechazo programado del antiguo mundo de vida oral, móvil, cálido y personalmente interactivo de la cultura oral. Al recurrir a la escritura, Platón se vio influenciado inadvertidamente por el mismo paradigma de la alfabetización al que se oponía: un paradigma basado en la visión y no en la audición. Ong nos recuerda que el término Idea o Forma tiene una base visual, y que viene de la misma raíz que el verbo latino "ver" (videre, "ver" y eidos, "idea", provienen ambas de la raíz indoeuropea *weid) La Idea platónica se parece a la escritura en el hecho de que es absoluta y autónoma. Al igual que la escritura, puede ser percibida con la vista.
Finalmente, podemos decir que la historia ha resuelto el desacuerdo entre Theuth y Thamus en favor de la escritura. Como muestra Ong, la escritura ha reestructurado la conciencia humana de modo tal que ha aumentado tanto la sabiduría como la memoria cultural. Estos argumentos históricos siguen siendo totalmente pertinentes y están muy vigentes si los pensamos en función de los nuevos modos de comunicación: algunos lectores hoy se encuentran en una posición similar a la de Sócrates en el Fedro. Esencialmente, todos los argumentos que esgrime contra la escritura pueden hacerse de forma análoga contra la Internet y las comunicaciones electrónicas. Conocer el amor o pensar filosóficamente es algo totalmente distinto a leer todos los papers y ensayos que Internet puede brindarnos al respecto. Podríamos preguntarnos qué depara el futuro de la dialéctica en un mundo exponencialmente tecnológico, en el que cada vez se pueden registrar, consultar o calcular más cosas fuera de nuestra propia mente.