El libro El hacedor, de Jorge Luis Borges, está compuesto por un prólogo introductorio dedicado a Leopoldo Lugones, 54 textos –de los cuales 26 son relatos escritos en prosa y 28 son poemas, es decir se encuentran escritos en verso— y un epílogo que le da cierre.
Se trata de un compilado de relatos y de poemas, cuya extensión es mayormente breve, oscilando cada texto entre una carilla y las cuatro páginas, aproximadamente. Como dice el autor en el “Epílogo”, se trata de una ‘miscelánea’, es decir de un conjunto diverso y no enteramente vinculado entre sí de textos escritos en diferentes momentos de su vida.
También menciona Borges que se trata del libro más “personal” que ha entregado a la imprenta. Sin embargo, esto no debe hacernos pensar que las cosas que allí relata son hechos que han sucedido en la realidad de su vida. Antes bien, estas palabras pueden ser tomadas como una referencia a un rol fuertemente lector que ha tomado y presenta el narrador mismo del libro.
En alguna de sus entrevistas, Borges ha dicho que antes que un escritor, él es un lector. Esta frase parece ponerse de manifiesto de manera particular en este libro, pues en él encontramos muchas y diversas referencias a obras literarias del canon mundial, tales como la Divina Comedia, de Dante Alighieri, la vida y obra de William Shakespeare, el Martín Fierro, de José Hernández, pasajes de la Biblia, el Quijote de Cervantes, y referencias a Ariosto, a Heráclito, entre otros pensadores.
En esta obra, asimismo, encontramos la presencia de ciertos motivos que se reiteran a lo largo de sus páginas, tales como el destino, el sueño, la memoria, el olvido, la muerte, los espejos o la literatura misma, con sus tramas y variantes. Estos suelen ser, además, motivos que reaparecen en el resto de la literatura borgeana.
Por otra parte, un recurso muy importante de este libro es el conformado por la utilización de lo que en teoría literaria suele llamarse ‘alter ego’. Se trata de una figura o personaje que remeda las características y, en este caso, el nombre del autor de la obra. Hay más de un texto, aquí, que refiere directamente a Borges mismo.
Sin embargo, es importante destacar que se trata de un recurso ficcional, discursivo y retórico, y no tanto de la acción de referir a hechos de la realidad del autor, como ya hemos mencionado. Este recurso, en algunos casos, como en el texto “Borges y yo”, parece cumplir una función de orden, es decir que reflexiona acerca de la condición del escritor en tanto ser humano por fuera de su ser famoso. Estamos, entonces, ante la presencia del doble, que es un recurso también muy utilizado en literatura.
A su vez, hay varias referencias a la ceguera progresiva que sufrió el escritor en su vida personal, lo que le lleva a preguntarse, literariamente, por ese destino aciago que le ha tocado: es decir, ser lector de libros y al mismo tiempo quedarse sin la posibilidad de leer, debido a su falta de visión. Esta suerte de paradoja la podemos encontrar muy claramente presentada en el poema titulado “Poema de los dones”.
Finalmente, una última referencia al “Epílogo”, texto que da cierre e incluso coherencia al conjunto de relatos y poemas presentados anteriormente. Reforzando la idea con que iniciamos este análisis, podemos observar que Borges comenta en este último texto de su libro —escrito en 1960— que en su vida no le han pasado demasiadas cosas interesantes, salvo por aquellas que ha leído en los libros, las cuales trata de recuperar y presentar en el libro que estamos leyendo.