Una puerta pierde su significado si no la atraviesas a menudo. Se convierte en pared.
La libertad es un tema fundamental de El brillo de las luciérnagas, una novela que transcurre casi en su totalidad en un ambiente profundamente claustrofóbico. En el sótano, el cielo es el techo, las ventanas dan a paredes, las puertas están cerradas con llave y son tan infranqueables como esas mismas paredes. En medio de ese encierro, el narrador y protagonista sueña con ser libre, con atravesar finalmente una puerta que lo conduzca al mundo exterior, y poder ver qué hay más allá de ese sótano opresivo y asfixiante en el que se consumen sus días.
Cualquier sitio en el que estés tú es mucho mejor que ningún otro.
El amor familiar es el motivo fundamental por el que la familia pierde la libertad, y la razón por la que los padres le mienten constantemente a su hijo acerca de cómo es el mundo exterior e intentan retenerlo junto a ellos.
Tal como vemos en la cita, la madre, movida por su amor, le da a entender al protagonista que la vida en el mundo exterior no es mejor que en el sótano. Allí están encerrados, pero al menos están juntos.
Libertad y amor familiar se oponen diametralmente. O se es libre o se está junto a la familia. Al final de la novela, la libertad terminará imponiéndose, aunque el narrador nunca dejará de extrañar la vida junto a sus familiares en el encierro, ni siquiera quince años después de haber salido de su cautiverio.
Espantapájaros, tú no has visto nada. Y pídele al León y al Hombre de Hojalata que tampoco lo cuenten.
El hermano es el personaje más oscuro de la novela. Como consecuencia de sus problemas de salud mental, tiene una fijación sexual y carece de toda distinción entre el bien y el mal, y entre la ficción y la realidad. Hace cosas terribles, como violar a una chica y dejarla morir, o violar a su propia hermana.
Sin embargo, la novela se encarga de dejarnos en claro que el hermano no es un ser esencialmente siniestro. Por el contrario, antes de sufrir el accidente que le generó sus problemas de salud mental, era un chico tierno y fantasioso, amante de El mago de Oz. Es cierto que ahora se ha vuelto un ser peligroso, pero parte de ese niño inocente sigue vivo en su interior y, por eso, su hermano menor a veces invoca a los personajes del famoso libro infantil para comunicarse con él.
Tenemos que ser fuertes como un cactus.
El cactus se caracteriza por ser una planta sumamente resistente, capaz de sobrevivir en condiciones muy adversas. Esta cita es pronunciada por la abuela cuando le regala un cactus al narrador. A través de esta frase, le da a entender que, para vivir en el sótano, deberá tener una enorme resistencia a la adversidad.
Sobre el final de la novela, la muerte del cactus le hace comprender al narrador que, para seguir adelante, deberá salir inmediatamente del sótano.
El hombre despegó hacia la Luna sin saber muy bien qué encontraría. ¿Harías tú lo mismo? ¿Te irías del sótano si pudieras?
A lo largo de la novela, la madre insta al protagonista reiteradas veces e indirectamente a que manifieste su deseo de salir del sótano. Así, podrá reemplazar al abuelo como proveedor de la familia. En este caso, la madre, conociendo la mente fantasiosa de su hijo, compara su salida del sótano con la llegada del hombre a la Luna. Esta comparación, además, da a entender que, para la familia, el mundo exterior es tan lejano como lo es la Luna para las personas comunes y corrientes.
Una cosa era ver mi reflejo al otro lado de la ventana e imaginar que estaba fuera. Otra cosa muy diferente era salir de verdad.
El narrador y protagonista vive en profunda contradicción. Por un lado, tiene un gran deseo de conocer el mundo exterior. Por otro, siente muchísimo miedo de salir y estar en un espacio desconocido sin su familia. Esta cita permite ver dicha dualidad: el reflejo al otro lado de la ventana se asemeja a la imaginación del narrador; es una ilusión atractiva, pero no es real. "Salir de verdad" es diferente y, para atreverse a hacerlo, el protagonista necesita mucho más que imaginación y fantasía.
¿A quién le molesta de verdad mi cara? ¿Al niño? ¿O a ti?
A lo largo de gran parte de la novela, la familia le hace creer al narrador que la hermana debe usar una máscara porque su rostro ha quedado horriblemente desfigurado por el fuego. Le dicen, entre otras cosas, que no tiene nariz.
En esta cita, la hermana da a entender sutilmente que, en realidad, la apariencia de su cara no afectaría al protagonista, sino que molesta a los padres. El lector puede tomar este indicio y comenzar a dilucidar la verdad antes que lo haga el niño: el rostro de la hermana no tiene defecto alguno.
La novela está llena de indicios de este estilo, que le permiten al lector entrar en el juego de mentiras y verdades de la familia, y anticiparse a los sucesivos e inesperados giros de la trama.
Rodeado de oscuridad, sin poder ver ni un pedazo de anatomía que confirmara mi existencia, llegué a sentir cómo desaparecía.
A lo largo de la novela, la luz es un motivo recurrente. El rayito de sol que se cuela por el techo del sótano y el brillo de las luciérnagas imaginarias son dos elementos de los que el narrador se aferra constantemente para sentir vitalidad y esperanza. La oscuridad, por el contrario, y tal como vemos en la cita, solo trae desesperanza y desolación.
Esta frase es pronunciada por el narrador en el momento en el que está en el túnel intentando escapar. Al no encontrar la salida, piensa que la familia le ha tendido una trampa para dejarlo fuera del sótano y librarse de él definitivamente. Entonces, la oscuridad física del túnel se convierte en oscuridad metafórica: el narrador siente que desaparece.
Pocos instantes después, la familia le demostrará que, al contrario de lo que él se imaginaba, ellos querían ayudarlo a salir del sótano para mejorar su vida. Entonces la luz vuelve y deja atrás los oscuros fantasmas del protagonista.
En el fondo piensan que me lo merezco… que mi hermano me lo debía por lo que le hice de pequeño.
¿Víctima o culpable? Esta cita resume el debate moral que rodea al personaje de la hermana. ¿Es ella culpable de que su hermano se accidentara, o ella, una chica de catorce años, no tendría que haber estado al cuidado de un niño pequeño? ¿Es ella la culpable de que la familia esté en el sótano por haber llamado al padre de la chica desaparecida, o ella es víctima de una familia que la arrastró en su depravación moral? Y finalmente la pregunta de la cita: ¿es ella víctima de la violación de su hermano o, tal como, según ella, piensan sus padres, se lo merece porque haberle arruinado la vida? La novela siembra estas preguntas y no da respuestas únicas. Cada lector, entonces, de acuerdo a su moral e interpretación, deberá ser juez en este complejo y sórdido caso.
No existe criatura más fascinante que aquella que es capaz de crear luz por sí misma.
En El brillo de las luciérnagas, la imaginación y la fantasía tienen una gran importancia. Son presentadas como herramientas que cualquiera puede tener a su alcance, y sirven para sobrevivir incluso en las situaciones más hostiles.
En este caso, el narrador, a lo largo de la novela, imagina que en su tarro de lápices viven un montón de luciérnagas. Esta fantasía se devela como tal antes de que él salga del sótano y conozca el mundo real. Él, lógicamente, se asusta de sí mismo, pero de inmediato la abuela lo tranquiliza. Le dice la frase de la cita, y así le hace entender que todo ser que consigue brillar por sí mismo, más allá de su contexto, ya sea una luciérnaga o un niño encerrado en un sótano, es una criatura fascinante.