Resumen
Florentino Ariza no deja nunca de pensar en Fermina Daza, aunque ella lo rechaza hace cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días. En la época de la ruptura con Fermina, Florentino vive con su madre, Tránsito Ariza, quien lo cría sola porque el padre no lo reconoce ante la ley y muere cuando Florentino tiene diez años. Como no tienen muchos recursos, Florentino debe renunciar al colegio y comenzar a trabajar. Aprende rápido el sistema telegráfico y a tocar el violín. Es un joven muy solicitado cuando conoce a Fermina.
Un día, le encargan que lleve un telegrama a Lorenzo Daza, padre de Fermina. Florentino va a su casa y le entrega el telegrama a este hombre gordo de patillas rizadas. Saliendo de la casa escucha una voz de mujer que repite una lección de lectura. Ve a una joven leyéndole a una mujer adulta y ella lo mira también. El narrador cuenta que esa mirada entre Florentino y Fermina “fue el origen de un cataclismo de amor que medio siglo después aún no había terminado” (1985:78).
Fermina estudia en el colegio de la Presentación de la Santísima Virgen. Su tía, Escolástica, encargada de su crianza, la lleva al colegio y no le permite ninguna distracción. Florentino empieza a seguir a Fermina, hechizado por ese primer cruce de miradas. Se sienta cerca de la casa, finge leer un libro y observa a la “doncella imposible” (1985:80) en su camino al colegio. Según el narrador, comienza lentamente a idealizarla, atribuyéndole virtudes imaginarias y obsesionándose con la joven. Decide enviarle una esquela escrita de sesenta páginas y le confiesa a la madre su amor por ella. Tránsito Ariza se conmueve hasta las lágrimas por el enamoramiento de su hijo. Le sugiere no entregarle esa extensa carta, para no asustarla, y le recomienda conseguir primero la aprobación de la tía. Sin embargo, la tía ya lo ha reconocido como el joven que le llevó un telegrama a su hermano, y que luego descubre leyendo bajo los árboles en el parque. Cuando lo encuentra, a la salida de la misa, resuelve que esos encuentros no pueden ser casuales. Se emociona pensando que un hombre se interesa por su sobrina y le dice a Fermina que debe estar enamorado de ella.
Escolástica y Fermina son cómplices y se divierten imaginando el amor de Florentino. El narrador lo describe como a una “centinela escuálido” (1985:88) que aparece en el camino de Fermina o se sienta a mirarla desde el frente de su casa. Escolástica le enseña a Fermina a escribir, previendo que las cartas son un arma fundamental de los amores prohibidos. Al comienzo, la joven solo siente curiosidad por la situación, pero luego desea que Florentino le envíe una carta. Esto no sucede, así que pasa casi un año sin correspondencia. Acostumbrada a sus visitas silenciosas, se desespera preguntándose cómo hará para verlo durante los tres meses de verano sin escuela.
En la misa de gallo, en Navidad, Fermina ve desde lejos “los ojos lívidos, los labios petrificados por el susto del amor” (1985:90) de Florentino. Ella se trastorna, casi se desmaya y él suda de nervios y deambula hasta el amanecer, emocionado por ese encuentro. Una semana después, Florentino pasa al mediodía por la casa de Fermina y la ve sentada con la tía bajo los almendros. Florentino se sienta y la mira fijo, sin fingir que está leyendo. Fermina no le devuelve la mirada, pero él encuentra que “en la indiferencia de ella había un resplandor distinto que lo animaba a persistir” (1985:94).
Cuando una tarde la tía deja a Fermina sola, Florentino aprovecha para acercarse a su enamorada. Él le pide que reciba su carta pero ella se niega; dice necesitar el permiso paterno y le pide que vuelva todas las tardes y espere a que ella cambie de silla. La semana siguiente ve a Fermina sentarse en la silla de su tía; entonces se aproxima a su encuentro. Ella le pide la carta y él le entrega media esquela, “sobria y explícita” (1985:100), como le ha recomendado su madre. En ese momento, un pájaro defeca sobre el bordado de Fermina y ella lo cubre para que él no lo vea. Lo mira a la cara por primera vez. Él le dice que lo de la paloma es de buena suerte. Ella le pide que se vaya. Luego, ella descubre su nombre e investiga sobre sus orígenes. Entiende que no es el tipo de hombre que hubiese elegido, pero todo sobre él la interesa. Vive con nerviosismo la necesidad de contestar la carta y de mantenerlo como un secreto de su padre. Se vuelve evasiva con él y su tía, y se sorprende por la obsesión que despierta Florentino en ella.
Florentino sufre esperando la respuesta de Fermina con vómitos, “cagantinas” (1985:106) y desmayos. Su madre se aterroriza porque sus síntomas se parecen a los del cólera. El padrino se alarma también con el estado de Florentino: tiene el pulso tenue y sudores pálidos, pero descubre que no está enfermo: no tiene fiebre ni dolor. El padrino dice que comprueba que “los síntomas del amor son los mismo del cólera” (1985:107).
Florentino empieza a fallar en su trabajo en la Agencia Postal. No se queda sin empleo por el favor que le hace Lotario Thugut, quien le consiguió ese trabajo. También lo lleva a tocar el violín en el coro de la catedral y de fiesta a las fondas del puerto. Allí busca iniciarlo en las relaciones con prostitutas, a las que él llama “pájaras de la noche” (1985:108). Florentino no lo acepta porque es virgen y no quiere dejar de serlo hasta no tener relaciones sexuales por amor. Lotario se convierte en uno de los clientes más apreciados del hotel de alojamiento por su gracia personal, y Florentino se gana también el aprecio del dueño. Se encierra en las habitaciones a leer versos y folletines. Florentino escucha en el hotel varios secretos de Estado que los altos funcionarios confían a sus “amores de prisa”. Así escucha, por ejemplo, que hay un barco español cargado de oro hundido en el archipiélago.
Florentino come las gardenias del cantero de Fermina para conocer su sabor y luego se emborracha tomando perfume. La madre lo reprende por la pasividad con la que espera la carta de respuesta de Fermina. Incentivado por Tránsito, se dirige a la casa de su amada un mes después de haberle dado la carta, en busca de una respuesta. Le pide a la tía que lo deje solo con Fermina. Escolástica los deja solos. Fermina no sabe qué contestarle, así que le promete una respuesta antes de las vacaciones.
Fermina entrega la carta para Florentino por medio de su tía, que deja el sobre en la oficina del telégrafo, como si fuese un accidente. Finge que no conoce a Florentino. El narrador caracteriza a esa época como “el año del enamoramiento encarnizado. Ni el uno ni el otro tenían vida para nada distinto de pensar en el otro” (1985:110). Por un año se comunican exclusivamente a través de cartas escritas. Los primeros tres meses se escriben todos los días.
Escolástica quiere dejar de intermediar entre los enamorados. Depende exclusivamente de la ayuda económica de su hermano para subsistir y sabe que él no le perdonaría esa traición a su confianza. Así, los jóvenes buscan otras maneras de intercambiar las cartas.
Florentino escribe todas las noches: “las cartas iban haciéndose más extensas y lunáticas cuanto más se esforzaba por imitar a sus poetas preferidos de la Biblioteca popular” (1985:114). En cambio, las cartas de Fermina son más escuetas, porque debe esconderse de su padre y de los maestros del colegio. Por lo tanto, sus cartas “eludían cualquier escollo sentimental y se reducían a contar incidentes de su vida cotidiana con el estilo servicial de un diario de navegación” (115). Él compone un vals dedicado a Fermina.
El gobierno impone la ley marcial y el toque de queda a las seis de la tarde en los Estados del litoral del Caribe. La policía detiene a Florentino, que circula sin estar enterado de la restricción, y lo encierran tres días en un calabozo.
A los dos años de correspondencia, Florentino le hace a Fermina una propuesta formal de matrimonio. Fermina entra en pánico y le cuenta a la tía, que le recomienda aceptarla. Fermina está confundida y le pide un plazo para pensarlo. A los cuatro meses, Florentino le dice que es en ese momento o nunca, y ella responde que sí.
La madre de Florentino resuelve las cuestiones prácticas necesarias para el matrimonio, como conseguir un espacio mayor donde Florentino y Fermina puedan vivir. Pone como condición que averigüen más sobre Lorenzo Daza y que vivan un largo tiempo de noviazgo antes del casamiento. Acuerdan esperar dos años antes de casarse, y mantener el compromiso en secreto. Planean que Florentino hable con el padre de Fermina la Navidad siguiente.
Florentino pasa todos los meses, hasta la formalización del matrimonio, en la habitación del hotel que ha comprado Lotario. Lee muchísimos libros de manera voraz y obsesiva.
En el colegio de Fermina descubren un día que no toma nota sobre la clase sino que escribe una carta de amor. El tribunal del colegio confirma el veredicto de expulsión. Lorenzo revisa la habitación de Fermina y encuentra las cartas que le ha enviado Florentino durante los últimos tres años. Asume que la tía debe ser cómplice, y sin darle la oportunidad de dar alguna explicación, la embarca en la goleta de San Juan de la Ciénaga. Fermina se encierra en su cuarto y se resiste a comer y a beber. Lorenzo intenta convencerla de que “el amor a su edad era un espejismo” (1985:120), y de volver al colegio a pedir la reincorporación, pero Fermina se encuentra angustiada y enojada. Busca sin éxito a su tía por treinta años, hasta que recibe una carta informando de su fallecimiento.
Cuando Fermina amenaza con matarse, Lorenzo Daza se aparece en la oficina del telégrafo con un revólver y espera a Florentino para tener una conversación. Primero le ruega que se aleje de su hija. Cuando Florentino responde que debería hablar con ella sobre ese tema, Lorenzo se enoja y amenaza con matarlo si no la deja en paz.
Lorenzo se lleva a Fermina a un largo viaje para que olvide a Florentino. Antes de irse, Fermina escribe una carta para su amado, corta su larga trenza de pelo y la deja en el sobre. El viaje es arduo y de varias jornadas sobre mulas. Se suma a los peligros la posibilidad de una guerra. Fermina tiene la certeza de que nunca más verá a Florentino Ariza.
Llegan a la casa del tío Lisímaco Sánchez, hermano de la madre de Fermina. Allí, Fermina recibe ayuda de su prima Hildebranda Sanchez, quien la asiste para continuar la comunicación con Florentino. Fermina visita a una pitonisa, que le anuncia que “no había en su porvenir ningún obstáculo para un matrimonio largo y feliz” (1985:125). La correspondencia con Florentino se vuelve “metódica y práctica” (125), porque Fermina considera que su matrimonio va a ocurrir pronto.
Florentino le cuenta en una carta que va a rescatar para ella el tesoro de un galeón sumergido. Para eso se asocia con Euclides, uno de los niños nadadores que ve desde las escolleras, y planean la exploración submarina. Comienzan a buscar el tesoro juntos. Salen tres domingos a buscar el galeón sin que Florentino le confiese a Euclides qué estaban buscando. Decide luego contarle del barco hundido. Euclides engaña a Florentino diciéndole que hay “tantos veleros antiguos acostados entre los corales, que era imposible calcular siquiera la cantidad” (1985:131). Fermina recibe relatos fantaseosos sobre la búsqueda de ese tesoro y se pregunta si su novio no estará enloqueciendo.
Florentino le pide ayuda a su madre. Cuando le muestra las joyas que Euclides supuestamente ha rescatado del fondo del mar, la madre reconoce que son falsas y destapa el engaño. Euclides desaparece.
Lorenzo decide volver a su casa con Fermina en diciembre. Los vientos alisios generan que el barco se mueva mucho y Fermina se descomponga. La goleta tira el ancla en el puerto mientras llueve. Florentino espera en el puerto la llegada de Fermina, pero ella está tan mojada por la lluvia que él no la reconoce.
De nuevo en su casa, Fermina arregla el lugar con Gala Placidia, una sirvienta negra. Su padre le otorga los poderes para el gobierno de la casa. Fermina piensa en Florentino como su futuro esposo, no como un novio imposible, y se sorprende por no haber recibido ninguna señal suya.
Lorenzo pasea embobado de amor por Fermina y la encuentra atravesando la Plaza de la Catedral con Gala Placidia. La sigue sin dejar que ella lo vea y la espía, maravillado; le parece muy bella y seductora. Finalmente, se acerca a Fermina y le habla desde atrás, muy cerca de la oreja, entre el tumulto. Ella se da vuelta, lo mira, reconoce a Florentino y siente “el abismo del desencanto” (1985:139). Se da cuenta de que se ha engañado por mucho tiempo. Le envía una carta diciendo que se ha dado cuenta de que su relación es una ilusión. Gala Placidia le lleva a Florentino la carta y le devuelve los regalos que le ha dado. Florentino se enloquece y escribe cartas de desesperación que Fermina no recibe. Florentino descuelga del muro de su dormitorio la trenza de Fermina, que tenía exhibida como una reliquia sagrada. Florentino no ve a Fermina a solas nunca más, hasta que cincuenta años más tarde va a buscarla, luego de la muerte de su esposo.
Análisis
El segundo capítulo comienza en la adolescencia de Fermina y Florentino, es decir que hay un salto temporal respecto del final del primer capítulo. La historia comienza aproximadamente en 1870. A partir de aquí, y hasta el capítulo 5 inclusive, la narración avanza de manera cronológica, aunque con una forma espiralada: varios acontecimientos son relatados desde distintos puntos de vista y también se incluyen flashbacks del pasado de los personajes. En este capítulo se cuenta con la estructura del flashback, por ejemplo, la historia de Don Pío Quinto Loayza, padre de Florentino Ariza, y la llegada de Lorenzo Daza con Fermina y Escolástica a la ciudad.
En este capítulo se construye la relación romántica entre Florentino y Fermina. Todo lo que sucede alrededor de los enamorados tiene mucho que ver con la lectura y la escritura. No solo se ven físicamente tres veces y se comunican por correspondencia por casi cuatro años, sino que Florentino trabaja en la oficina del telégrafo, conoce a Fermina mientras ella da una clase de lectura y busca refugio luego, en la espera de sus cartas, en la lectura de versos y folletines. Así, el tópico de la escritura es fundamental para el desarrollo de la relación de los protagonistas, pero también para la caracterización de los personajes.
Los distintos estilos que tienen los amantes para escribir se relacionan con las maneras en las que aman. Florentino escribe con un estilo barroco, recargado y extenso, en sintonía con emociones románticas explosivas, pulsionales y exageradas. Fermina, en cambio, es más concreta y menos sentimental, dejando entrever que su escritura sucede en secreto porque debe esconder la relación de su padre y de sus profesores. Además, tarda más que Florentino en enamorarse, e incluso, en un primer momento, siente solamente curiosidad e intriga por él. Significativamente, este capítulo no termina de aclarar qué siente Fermina por Florentino, ya que ella cambia varias veces de parecer. Primero tarda en contestar su propuesta de matrimonio, luego la acepta y parece comprometida con la construcción de un futuro juntos pero finalmente se arrepiente y pone en cuestión si había estado alguna vez enamorada.
La relación debe desarrollarse en secreto porque Lorenzo Daza no aprueba que su hija se case con un joven de una clase social inferior a la suya. Florentino proviene de una familia pobre y encima es un hijo bastardo, es decir, lleva el apellido materno porque su padre no lo reconoce ante la ley. Aunque Fermina entiende que no es el tipo de hombre adecuado para ella, termina enamorándose de él a pesar de la diferencia de origen. En cambio, Lorenzo se lleva a Fermina de viaje para evitar su matrimonio con Florentino. Lorenzo busca casar a su hija con un hombre honrado y rico y cumplir su sueño de convertirla en una dama. Como entiende el crítico Parrilla Sotomayor, este matrimonio concertado y conveniente que define Lorenzo expone los rasgos androcéntricos de la sociedad, es decir, la consideración del varón y de su punto de vista como la posición central en el mundo, la cultura y la historia: "El androcentrismo consiste en manipular la voluntad de Fermina, en tratarla como un objeto de las aspiraciones paternas, las cuales están motivadas por un interés de clase o económico" (2018:13). El matrimonio funciona como una unión económica que le permitiría a Fermina un ascenso social. Significativamente, Fermina no tiene posibilidades de elegir a su marido. Las voluntades masculinas y los motivos económicos y sociales definen la conformación de las parejas en la sociedad caribeña de fines del siglo XIX.
En este capítulo también se manifiestan los efectos físicos del amor. Luego de su primer encuentro en la misa de Navidad, Fermina casi se desmaya y Florentino suda de nervios y pasa la noche llorando y deambulando, como hechizado. Los síntomas se generan por las fuertes emociones que sienten producto del amor romántico. Ambos enamorados esperan la recepción de las cartas con nerviosismo y sufrimiento. Florentino incluso llega a tener vómitos y desmayos. Su padrino enuncia una de las hipótesis recurrentes del libro: “los síntomas del amor son los mismos del cólera” (1985:98). El amor funciona como una enfermedad y en varios casos lleva a los protagonistas a autoflagelarse, como cuando Florentino come las gardenias del cantero de su enamorada para conocer su sabor, y luego se emborracha tomando perfume. Por su parte, Fermina amenaza con matarse luego de que su padre le informe que la quiere llevar de viaje para que se olvide de Florentino. Como entiende el crítico Cabello Pino, “la enfermedad de amor” (2010:27) es un tópico importante en El amor en los tiempos del cólera.
De forma más solapada, aparece también en este capítulo la cuestión de lo sexual. Florentino piensa en lo sexual unido a lo amoroso: cuando Lotario quiere iniciarlo en relaciones carnales con las prostitutas que trabajan en su hotel, Florentino lo rechaza porque cuida su virginidad hasta poder relacionarse con Fermina: "era virgen, y se había propuesto no dejar de serlo mientras no fuera por amor" (1985:90). La novela expone las diferencias entre cómo se piensa socialmente la virginidad masculina y la femenina. Aunque Florentino vincula, en un primer momento, la pérdida de la virginidad con una entrega amorosa, esta postura cambia mediante avanzan los años. El hotel transitorio evidencia cómo la sociedad tiene naturalizadas las relaciones de hombres casados o incluso jóvenes adolescentes con prostitutas. Ellas, por su parte, quedan exceptuadas del mandato femenino de cuidar y conservar la virginidad como algo sagrado.
Desde este capítulo, Lotario se configura como el personaje masculino que guía a Florentino en su despertar sexual. Busca incentivar la actividad sexual de Florentino incluso cuando él no tiene interés. Se exhibe cierta presión en el mundo masculino por desarrollar las aptitudes sexuales lo antes posible. En simultáneo, Tránsito Ariza es la maestra de Florentino en lo referente a lo amoroso. Por ejemplo, "Le recordó que los débiles no entrarían jamás en el reno del amor, que es un reino inclemente y mezquino, y que las mujeres sólo se entregan a los hombres de ánimo resuelto, porque les infunden la seguridad que tanto ansían para enfrentarse a la vida" (1985:95). Su madre incluye en la guía sobre las cuestiones románticas ciertas ideas estereotipas sobre las mujeres como seres pasivos que esperan de los hombres seguridad y ánimo para poder entregarse. Se detectan en estos consejos ideas del amor romántico ya mencionadas.
Por otro lado, se presenta la creciente desconexión de Florentino de la realidad, como si su obsesión amorosa le impidiera conectarse con lo material. Durante el toque de queda, él sale a pasear y termina detenido por la policía porque no se entera de la restricción en vigencia. También cae en el engaño de rescatar, para Fermina, el tesoro de un galeón sumergido. Fermina detecta estos comportamientos ilusorios de Florentino a través de sus cartas, pero no le hacen dudar de la realidad de su relación amorosa.
El desencanto repentino de Fermina con Florentino parece responder al argumento que había propuesto su padre: “el amor a su edad era un espejismo” (1985:120). Ella misma dice que se ha engañado todo ese tiempo y que su amor era una ilusión. Hay una idea de que el amor está inflado o exagerado. Esto podría haberse ocasionado por la pulsión romántica desmedida de Florentino, que no es similar a la de Fermina. En este sentido, se sugiere que, aunque Florentino está involucrado emocionalmente con Fermina, está también enamorado de la idea de estar enamorado. Otra posible explicación de este espejismo es el rol que cumplen las cartas como medio de comunicación que permite la creación de ficciones escritas, sin correlato con lo real.