Resumen
En "La pradera", George y Lydia Hadley son los padres de Wendy y Peter Hadley, y viven en una casa con tecnología avanzada que hará todo por ellos: los transporta escaleras arriba, les cepilla los dientes, les cocina la comida y les limpia la casa. La historia comienza cuando Lydia le pregunta a George si ha notado algo malo en el cuarto de jugar, la habitación más cara y emocionante de la casa. Las paredes de vidrio tienen la capacidad de proyectar el paisaje y el entorno de cualquier lugar que la mente del visitante desee. Durante esta visita en particular, George y Lydia están rodeados por la sabana africana. En la distancia, los leones están limpiando los huesos de sus presas. Las imágenes son tan sorprendentemente realistas que cuando los leones holográficos se lanzan hacia ellos, George y Lydia corren hacia la puerta para escapar.
Fuera del cuarto de jugar, Lydia comenta que escuchó gritos provenientes de la habitación más temprano en el día, pero George intenta aliviar sus preocupaciones. Quiere creer que los niños están sanos psicológicamente y no que están obsesionados con la sangre y la violencia. Después de todo, uno de los aspectos promocionales de la sala era que los niños podrían usar la habitación como una salida para sus emociones, y que los lugares visitados en la sala proporcionarían información a los adultos que tenían curiosidad por las mentes jóvenes. Lydia percibe que algo oscuro se está gestando en el cerebro de sus hijos. Mientras se sientan para la cena, proporcionada a través de la tecnología de la casa, George sugiere apagar la casa y vivir de una manera más simple, algo que ya ha sugerido antes, y que fue usado como castigo para sus hijos. A Lydia le entusiasma la idea porque siente que ha sido reemplazada por la casa. La casa es la madre, la esposa y el ama de casa que una vez fue ella, y se siente que ya no tiene propósito.
George visita la habitación de nuevo para una observación adicional e intenta cambiar el escenario a Aladdin. Por desgracia, nada cambia y él comienza a pensar que sus hijos han mantenido el control sobre el escenario, lo que aumenta su preocupación de que ellos tengan una obsesión enfermiza con la sabana. Cuando llegan a casa después de una feria, decide preguntarles sobre la persistencia de la sabana, pero ellos intentan negarlo. Wendy entra en la habitación para inspeccionarla y, cuando regresa, informa que ya no es África, sino más bien un bosque. George y Lydia son muy escépticos y creen que Wendy entró a la habitación y la cambió después de regresar de la feria. Una de las pistas que hacen creer a George que la habitación fue alterada fue su billetera en el piso del cuarto de jugar, que olía a hierba caliente y mostraba marcas de dientes.
Cuando George y Lydia se van a la cama, deciden llamar a David McClean y pedirle que venga a inspeccionar el cuarto de jugar. Los sonidos de los gritos viajan desde la planta baja: Wendy y Peter han dejado sus habitaciones y han regresado al cuarto de jugar. Lydia comenta: "Esos gritos… suenan a conocidos". Al final de la historia, descubrirán por qué suenan tan familiares. A la mañana siguiente, Peter le pregunta a su padre sobre el futuro del cuarto de jugar. "Vas a cerrar con llave la habitación para siempre, ¿verdad?", pregunta Peter. George le explica que estaban pensando en apagar la casa por un tiempo y vivir de una manera más tradicional. Peter lo toma mal: amenaza vagamente a su padre y se va.
Cuando David McClean inspecciona la habitación, admite que le da un mal presentimiento. George le pide argumentos más concretos, pero David solo puede ofrecerle su intuición. Le dice: "Esto no me causa buena impresión, te lo repito. Confía en mis corazonadas y mi intuición. Me huelo las cosas malas. Y ésta es muy mala. Mi consejo es que desmontes esta maldita cosa y lleves a tus hijos a que me vean todos los días para someterlos a tratamiento durante un año entero". ¿Por qué, exactamente, las cosas son tan terribles? Los niños están furiosos con sus padres y con la idea de que les quiten el cuarto de jugar. McClean le dice a George que la casa lo ha reemplazado a él y a su esposa, y que ahora ella es mucho más importante que sus padres biológicos. McClean cree que hay un "odio real" en las escenas del cuarto de jugar, y George decide apagarlo instantáneamente. Cuando se van, McClean recoge algo del suelo: la bufanda de Lydia. Está ensangrentada.
George les dice a sus hijos que el cuarto de jugar se apagará, así como el resto de la casa. Comienzan gritando y sufriendo un ataque de histeria. Ruegan por más tiempo en el cuarto de jugar, y Lydia sugiere que apagarlo tan repentinamente no ha sido una buena idea. Al principio, George se resiste a la idea de volver a encenderlo, pero al final cede y les da a los niños un poco más de tiempo. George y Lydia suben las escaleras para prepararse para las vacaciones mientras los niños juegan en el cuarto de jugar por última vez.
Desde su dormitorio, los hijos de George y Lydia los llaman para que bajen rápidamente. Corren escaleras abajo, pero no ven a sus hijos por ninguna parte. Cuando no pueden encontrarlos, los buscan en el cuarto de jugar. La sabana y los leones han regresado al cuarto de jugar y la puerta se cierra detrás de ellos. Llaman a Wendy y Peter, pero ellos han cerrado la puerta desde afuera. Golpean la puerta pero nadie les abre y los leones comienzan a acercarse y a rodearlos. El señor y la señora Hadley gritan y, de repente, se dan cuenta de por qué los gritos sonaban tan familiares. David McClean llega poco después para saludar a todos, pero no ve a George ni a Lydia. Los niños se sientan y almuerzan en el cuarto de jugar, mirando el pozo de agua y los leones que se deleitan a la distancia. "¿Dónde están vuestros padres?", pregunta David, y Wendy simplemente responde: "Oh, estarán aquí enseguida". Mientras observan cómo los buitres se abalanzan, Wendy pregunta: "¿Una taza de té?". Y la historia termina.
Análisis
En este oscuro y problemático cuento, Bradbury escribe una historia de prevención con respecto al avance de la tecnología y a la importancia de mantener la comunicación durante estos avances tecnológicos. La casa inteligente de los Hadley satisface todas sus necesidades y deseos. Aunque al principio esto representaba una gran ventaja para ellos, y era una de las principales razones por las que este hogar era deseable, ahora se ha convertido en un punto de estrés en vez de felicidad. Ambos padres luchan por encontrar satisfacción en su vida cotidiana porque la casa ha reemplazado sus roles tradicionales como madre y padre. En diferentes puntos de la historia, ambos padres contemplan volver a una casa "normal", aunque eso significaría trabajo y tareas adicionales para ellos todos los días.
Bradbury yuxtapone el avance de la tecnología con la disminución de la comunicación interpersonal. Los hijos de los Hadley, Wendy y Peter, son manipuladores y tercos. No logran tener una comunicación positiva con sus padres durante la historia. Muchas de sus interacciones terminan en una amenaza poco disimulada o en una sesión de llanto colocada estratégicamente para asegurarse lo que quieren. Si bien esto puede no ser un comportamiento poco común de los niños, los padres no pueden responder adecuadamente a sus hijos. Despojados de sus deberes de crianza, han olvidado cómo comunicarse con ellos. En cada interacción entre padres e hijos, los niños reciben lo que quieren. Estas interacciones negativas enfatizan la importancia de la comunicación dentro de las familias.
George y Lydia atribuyen su falta de capacidad para comunicarse con sus hijos a la automatización de la casa, pero esto revela la idea de que la crianza es más que solo proporcionarles a sus hijos todo lo que les gustaría. Los Hadley creían que esto resolvería sus problemas, pero solo ha causado más problemas. La casa que proporciona todo los ha vuelto innecesarios e inconvenientes. De alguna manera, los Hadley deben encontrar una manera de reafirmarse ante los ojos de sus hijos y brindarles una forma de apoyo que no sea posible recibir de la casa.
Mientras George y Lydia luchan para encontrar su identidad como padres, también lo hacen para hallar sus identidades personales. Lydia le confiesa a George que preferiría apagar la casa y volver a bañar a los niños, preparar la cena y lavar la ropa. La preocupación de Lydia por encontrar un propósito pone en evidencia una preocupación humana más amplia, que es la de encontrar importancia en sus tareas diarias, y la necesidad de pensar que uno está progresando y contribuyendo a la sociedad. Esta necesidad básica no cesa con el advenimiento de la automatización y la tecnología, según Bradbury.
Finalmente, la ciencia de la psicología juega un papel importante en la historia. Se revela que el propósito original del cuarto de jugar es estudiar las mentes de los niños, ya que lo que dejan en la pared les da una idea del funcionamiento interno de sus mentes. A pesar de que George y Lydia tienen la corazonada de que algo está mal con la sabana africana que nunca cambia, no es hasta que llega el psicólogo David McClean que saben con certeza que algo está muy mal. Este insiste en que la casa se cierre de inmediato y que los niños comiencen un tratamiento psicológico lo antes posible. Bradbury posiciona a la psicología como un posible tratamiento para el grave estado de los niños.