Franny y Zooey

Franny y Zooey Resumen y Análisis Zooey (Segunda parte)

Resumen

Zooey devuelve cuidadosamente la carta de Buddy a su sobre. Recoge un manuscrito de la alfombra de baño y lee, aún en la bañera, la escena de una discusión de pareja entre Rick y Tina. La parte de Rick está subrayada. Antes de que Zooey pueda llegar demasiado lejos, su madre, Bessie, interrumpe y entra. Irritado, Zooey cierra la cortina de la ducha. Bessie, una "mujer bastante robusta con una redecilla en la cabeza" (60), de edad indeterminada, que en la casa siempre usa un viejo kimono remendado con múltiples bolsillos, regaña a Zooey por permanecer tanto tiempo en el baño.

Estamos en un antiguo y bonito apartamento en el elegante Upper East Side de Nueva York. Bessie revisa el botiquín, muy surtido, para exasperación de Zooey. Ella deja allí un tubo de pasta de dientes, que, dice, protegerá los encantadores dientes de Zooey.

Bessie le pregunta a Zooey si ya habló con su hermana. Él responde que no lo ha hecho aún ese día porque estuvo conversando con ella durante dos horas la noche anterior, y le pide a su madre que salga. Sin embargo, Bessie se sienta y se queja durante un rato de que Buddy no tenga teléfono. Zooey la trata de estúpida y desacredita su indignación ante el estilo de vida de Buddy. Luego, ella ve el manuscrito que estaba leyendo Zooey y dice que su título, El corazón es un vagabundo otoñal, es "insólito" (66). Zooey se burla del comentario y su madre se pone a la defensiva, argumentando que a su hijo nada le parece insólito o bonito. Él se enfada, la trata de "Gorda" y replica que se lo puede acusar de cualquier cosa, excepto de no tener sensibilidad estética; a él, prácticamente todo le parece bonito.

Bessie no pone mayor atención a las quejas de su hijo; afirma que no sabe qué hacer con Franny, y que su marido no puede admitir que algo anda mal. Aún más, él vive en el pasado, dice. La noche anterior, sin ir más lejos, mientras Franny lloraba y mascullaba "Dios sabe qué", Les se preguntó si le gustaría una mandarina. Bessie lamenta que nadie en la familia la ayude, y también que Franny no coma casi nada, y que lo que coma no sea nutritivo. Zooey contesta a cada queja con un comentario irónico de aparente interés y empatía hacia las preocupaciones de su madre.

Zooey vuelve a pedirle a su madre que salga del baño, y ella, ignorándolo, comenta que los pintores pronto van a estar listos para pintar la sala donde duerme Franny, quien apenas durmió durante la noche, y ella no sabe si despertarla o no. Nuevamente, con gran ironía, Zooey le pregunta por qué no invita a los pintores a meterse también en el baño, ya que sobra lugar. Se describen los dedos delgados y las atractivas piernas de Bessie, antigua actriz de vodevil y bailarina, cuyos ojos azules, se nos cuenta, ya no son tan fácilmente legibles como antes. Ella se retira, pero afirma que volverá pronto.

Unos minutos más tarde, Zooey, peinado y con pantalones puestos, se afeita frente al espejo del baño. Bessie regresa. Ella menciona la idea de que Waker (el gemelo vivo) hable con Franny, aunque ella se ha negado a hablar con nadie. Zooey rechaza esta idea, ya que Waker es un sacerdote católico y el problema de Franny no es un asunto "sectario" (76). Bessie afirma que sabe que el libro verde que Franny no suelta es la raíz de su problema. Cuenta también que Lane ha llamado varias veces, preocupado por Franny. Zooey acusa a Lane de falso, y Bessie lo acusa de ser igual a Buddy, al pensar que todas las personas tienen siempre segundas intenciones. Además, lo acusa de poner nerviosa a propósito a la gente que no le cae bien. Él la mira como reconociendo una verdad, y ella sigue, con cierta tristeza: al igual que Buddy, afirma, si alguien no le gusta, Zooey lo descarta para siempre.

Bessie le cuenta a su hijo que Lane fue quien le habló de ese libro religioso que Franny, supuestamente, sacó de la biblioteca. Zooey acusa nuevamente de estúpida a su madre y la corrige: ese libro, El peregrino sigue su camino, es la continuación de El camino del peregrino, y Franny ha sacado ambos libros de la antigua habitación de Seymour y Buddy. Bessie recuerda que no le gusta entrar en la habitación de Seymour, y cuando Zooey da por terminada la charla, ella le dice que él no es nada amable, y que, a su edad, debería empezar a serlo. Cuando lo vuelve a comparar con Buddy, Zooey se enfurece, acusa a Buddy de intentar copiar a Seymour y se pregunta por qué no se suicida él también. Luego se refiere a él mismo y Franny como "bichos raros" (82) y culpa a sus hermanos mayores por ello. Recuerda que no puede empezar a comer sin antes pronunciar los Cuatro Grandes Votos, y apuesta a que a Franny le pasa lo mismo. Él explica que los votos son una oración budista que Buddy y Seymour les enseñaron.

Zooey continúa respondiendo con afilada ironía al deseo de Bessie de que él se case y a sus comentarios sobre su necesidad de un corte de pelo. Luego le advierte a su madre, con dureza, que no busque un psicoanalista para Franny, recordándole lo que el psicoanálisis le hizo a Seymour. Pero luego se retracta, y admite que podría haber un psicoanalista que podría hacer bien a Franny, aunque, para ello, esta persona debería sentir que ejerce su profesión por "la gracia de Dios" (87). Después de esto, y a cambio de que Bessie se calle por un rato, Zooey le explica, mientras fuma un cigarrillo y se lima las uñas, de qué tratan los dos libros que tanto parecen afectar a su hermana.

Zooey cuenta que los libros siguen a un campesino ruso que inicia un peregrinaje con el objetivo de comprender de qué se trata la frase "orad sin cesar", de la Epístola de san Pablo a los Tesalonicenses. El hombre se encuentra con un viejo monje que sabe de esto, y piensa que la única oración deseable es la Oración de Jesús: "Señor Jesucristo, ten piedad de mí" (88). Con su ayuda, el protagonista se vuelve un experto de la oración y recorre Rusia predicándola. En eso se concentra el primer libro, mientras el segundo reflexiona sobre las causas y los efectos de esta oración. En resumidas cuentas, se supone que la iluminación llega con la práctica de la oración constante, no antes de ella, y cuando se vuelve automática, "la persona entra en la realidad de las cosas" (90). Zooey relaciona esto con la activación del más poderoso de los chakras, aquel que los místicos indios llaman "tercer ojo", y que se logra mediante "la repetición de cualquier de los nombres humanos de Dios" (90).

Ante la primera pregunta de Bessie al respecto, Zooey vuelve a responderle con agudo sarcasmo. Y mientras busca uno de sus zapatos para irse, Bessie le insiste una vez más en que hable con su hermana, y finalmente se pregunta de qué les sirve a sus hijos, tan alegres y encantadores de niños, ser tan inteligentes, si eso no los hace felices.

Análisis

Volviendo a la relación entre este texto y el teatro, la discusión entre Zooey y Bessie es una suerte de alivio cómico, pero resulta al mismo tiempo revelador. Elementos cómicos hay varios: la prolongada permanencia de Bessie en el baño a pesar de las quejas de su hijo, el humor ácido e ingenioso de Zooey y el vestuario de la mujer constituyen una escena por momentos hilarante. Pero, además, la larga estadía de Bessie allí le da muchas oportunidades a Zooey para desplegar su inteligencia y su agudo ingenio, y le permite a ella ciertas declaraciones sobre su hijo, a quien demuestra conocer profundamente, que constituyen información valiosa para que los lectores comprendamos mejor al personaje.

Bessie es, en comparación con sus hijos superdotados, decididamente normal, pero acaso justamente por esto posee una inteligencia práctica de la que todos ellos parecen carecer, y llega a conclusiones que no por simples dejan de ser ciertas. Ella acusa a Zooey de poner nerviosa a la gente que le cae mal, y en la mirada de él reconocemos que es cierto (más adelante, él mismo indagará en los efectos que tiene sobre los demás). Además, se hace una pregunta sencilla y pertinente: para qué les sirve a sus hijos ser tan inteligentes si no pueden ser felices.

Un aspecto que define en buena medida a Zooey, y que también se devela en su larga conversación con Bessie, es su carácter destructivo. A pesar de la sensibilidad estética de la que él mismo se jacta, Zooey es despiadado con su madre, casi tanto como lo será más tarde con su hermana, a pesar de la angustia que la invade. Más adelante, esta tendencia del personaje se hará aún más evidente en su propia narración de su encuentro con guionistas.

Sin embargo, también más adelante quedará claro que esta cualidad conflictúa al propio Zooey, ya que se contrapone a una innegable sensibilidad. Por el momento, tenemos más bien indicios de esta: podemos leer como una pista el extremo cuidado con el que manipula la carta de su hermano mayor, que contrasta con el trato que recibe el guion televisivo que se pone a leer después: lo deja sobre la alfombra del baño, le derrama agua encima cuando lo recoge, lo lee adentro de la bañera, apoyándolo sobre sus rodillas.

La explicación de Zooey a su madre sobre el significado del libro que está leyendo su hermana tiene una función explicativa en beneficio de los lectores. Aquí, nuevamente, Salinger despliega su conocimiento sobre las religiones y deja entrever su interés por la espiritualidad. El dato más importante de este segmento es la descripción de los efectos y la importancia de la oración incesante, transversal a diferentes prácticas religiosas y espirituales. En resumidas cuentas, se nos dice que la iluminación no precede a la práctica de la oración, sino que llega con ella. En este punto, ya no quedan dudas de qué está haciendo Franny al final de la primera parte del libro: "Sus labios empezaron a moverse, formando palabras en silencio, y continuaron moviéndose" (41), termina "Franny".