Otra vuelta de tuerca

Otra vuelta de tuerca Resumen y Análisis Capítulos 4 - 8

Resumen

Capítulo 4

Luego de ver al hombre en la torre, la institutriz queda conmocionada y se pregunta si habrá algún secreto o pariente oculto en Bly. Al volver a la casa, se encuentra con la señora Grose en el hall de entrada, quien se alegra de encontrarla debido a que se había demorado demasiado. Al verla tranquila y sin sospechas, la institutriz decide no mencionarle la visión de la torre.

Los días siguientes, la institutriz se encuentra tan ansiosa que debe encerrarse en su cuarto a pensar pero, aunque le dé vueltas al asunto, no consigue encontrarle una explicación lógica a la presencia del visitante. Luego de unos días de atención al entorno, llega a la conclusión de que no fue víctima de ningún complot ni broma de los sirvientes. Finalmente, concluye que debe haber sido un intruso motivado por la curiosidad, pero que el sujeto ya se marchó.

Mientras tanto, se sumerge en el cuidado de los niños para evitar pensar en el tema. Los pequeños le generan una atracción y alegría constantes: son delicados como ángeles y nunca tiene críticas para hacerles. Todo lo que sucede junto a ellos se transforma en un “cuento maravilloso y en poesía” (50).

Por Miles siente una pasión especial: ella cree que los niños llevan marcas del sufrimiento en su carácter y, como el niño no las tiene, concluye que nunca fue castigado. Pese a ello, el misterio de la carta le sigue produciendo sospechas y temores. Miles nunca realiza comentarios acerca sus profesores o compañeros y ella tampoco elige mencionarlo. Ella es consciente de que se encuentra demasiado encantada por el niño, “hechizada” (53) por él. Sin embargo, frente a la presencia inocente del niño, la mujer concluye que es la envidia por su superioridad y hermosura el motivo de la expulsión.

Una tarde lluviosa de domingo, la institutriz y Grose se preparan para ir a la iglesia cuando la institutriz recuerda haber olvidado sus guantes en el comedor, por lo que se dirige allí a buscarlos. Al llegar a la habitación, se espanta ante la visión de un hombre que la observa fijo desde el ventanal que da al jardín. Rápidamente, la mujer comprueba que es el mismo sujeto que apareció en la torre aquella tarde de junio. Como el hombre dirige su mirada hacia otros lugares del comedor, la institutriz asume que no es a ella a quien busca sino a los niños, y sale espantada a enfrentarlo.

Al llegar al exterior, el hombre ya no está, por lo que la institutriz se dirige a la ventana a observar el interior desde el mismo lugar que lo hacía él. En ese preciso instante, la señora Grose ingresa al comedor, tal cual lo hizo ella unos instantes atrás. Al ver a la institutriz, el ama de llaves se asusta y sale de la casa a buscarla. La institutriz se queda a esperarla mientras se pregunta por qué la señora Grose se ve tan asustada.

Capítulo 5

La señora Grose llega pálida y sin aliento por haber salido a toda velocidad. La institutriz, aún asustada, toma su mano y, mientras de tranquiliza, le cuenta su expriencia con el hombre en el ventanal. En ese momento, Grose le pregunta si ya lo ha visto antes y la institutriz le describe la escena que vio sobre la torre la tarde de su caminata en junio.

La señora Grose continúa con su interrogatorio: le pregunta si se imagina quién es, si lo conoce de la aldea cercana o es algún caballero, pero la institutriz responde negativamente a todo. Finalmente, le dice que el hombre que se le apareció era un “horror” (57), no usaba sombrero, que era pelirrojo, pálido y de ojos terriblemente agudos. Luego describe su vestimenta como ropa de buena calidad, pero que se nota que no era suya porque le quedaba grande.

En ese momento, Grose reconoce al hombre y grita asustada que es Peter Quint, y que la ropa que usa es la del amo. Luego le cuenta que él era el sirviente personal del patrón cuando vivía en Bly. El hombre nunca usaba sombrero y se quedó a cargo del lugar cuando tío de los niños se fue de la casa. En ese momento, la institutriz le pregunta dónde se encuentra Quint ahora, pero Grose responde que no lo sabe, porque el hombre ha muerto.

Capítulo 6

Esa noche, las amigas se dirigen al salón de estudio para rezar y lamentarse por la situación que deben enfrentar. Si bien ni Grose ni los otros criados vieron nunca al fantasma, el ama de llaves no duda de la cordura de su amiga. En un momento, la institutriz le dice a la señora Grose que el espectro de Quint no estaba buscándola a ella, sino a Miles y a Flora, y concluye que su tarea es ofrecerse a sí misma como víctima para evitar de ese modo que los niños puedan verlo. Sin embargo, las amigas adquieren la seguridad de que podrán afrontar la situación juntas y manifiestan estar dispuestas a todo para defender a los pequeños. A partir de entonces, la amistad entre las mujeres termina por consolidarse y la institutriz agradece la fidelidad y la confianza de Grose.

Pasado un momento, la institutriz interroga a Grose sobre el motivo por el cual Miles nunca mencionó el recuerdo de Quint. Ante esa pregunta, el ama de llaves se enoja y le pide que no ponga a prueba al pequeño. Luego confiesa, sin embargo, que Quint pasaba mucho tiempo junto a Miles, que le gustaba malcriarlo y era “demasiado libre” (65) de hacer lo que quería. La institutriz cree advertir una insinuación sexual en este comentario y le pregunta, preocupada, si era demasiado libre con Miles. Ante eso, Grose le responde que lo era con todos y no da mayores explicaciones.

Ya es medianoche y la señora Grose está por retirarse a dormir, cuando la institutriz le pregunta si todos en la casa sabían que Quint era malo. Grose le responde que el amo no lo sabía, pero ella sí. Pese a ello, nunca se animó a decirlo porque a él no le gustaba que le anduvieran con quejas. La institutriz le recrimina que ella sí se lo hubiera comunicado, y Grose le responde que cometió ese error porque Quint le daba miedo, ya que era muy inteligente. El amo había dejado permanecer a su criado allí debido a que estaba mal de salud y el aire de campo le haría bien. A partir de entonces, y para disgusto de Grose, Quint se hizo cargo de todo, incluidos los niños.

A la semana siguiente, la institutriz se entera por Grose de que Quint fue encontrado muerto en el camino que llevaba a una aldea cercana. Al parecer, lo mató un golpe en la cabeza al resbalarse en el hielo cuando salía alcoholizado de una taberna. Sin embargo, la información le resulta insuficiente a la institutriz, quien cree el hombre tenía secretos malignos que podrían dar otra explicación a los hechos.

Los días subsiguientes, la institutriz siente placer al pensar en el reconocimiento que obtendrá del amo por “tener éxito donde muchas otras habrían fallado” (68). Está convencida de que su destino en Bly es defender a Miles y Flora del mal, y se siente unida a ellos en el peligro. Ella es la “pantalla” (ídem) entre los niños y Quint; debe ver para que ellos no lo vean. Esto la lleva a vigilar obsesivamente a los pequeños, obsesión que se vuelve “algo parecido a la locura” (69).

Otro acontecimiento vuelve a suceder unos días después. La institutriz pasea con Flora por un lago cercano a la casa y, mientras observa a la niña divertirse, la mujer piensa que su trabajo es una actividad que no le ocasiona esfuerzo.

En un momento dado, mientras Flora juega en la orilla, una mujer se aparece observándolas al otro lado del lago. La institutriz se asusta y teme que Flora se haya percatado de la aparición, pero la niña está de espaldas a la presencia y juega a armar un barco con unos trozos de madera. Pese a ello, la institutriz cree que Flora la ha visto y que finge para no demostrarlo.


Capítulo 7

Una vez en Bly, la institutriz se apresura a buscar a la señora Grose. Cuando el ama de llaves la interroga acerca de su angustia, ella le explica que vio “una mujer de negro, pálida y horrible” (73) frente al lago. Luego le asegura que la mujer es el fantasma de la institutriz anterior y que los niños son conscientes de las apariciones, ya que vio con sus propios ojos cómo Flora “estaba perfectamente al tanto” (72) de lo que sucedía. Como la señora Grose no termina de convencerse, la institutriz se impacienta y le dice que vaya a preguntarle a la niña si tiene dudas.

La institutriz prosigue con sus elucubraciones y manifiesta su temor a que los niños sigan conectados con los fantasmas sin que ella se entere. Frente a esa afirmación, Grose le pregunta cómo está tan segura del carácter sobrenatural de la aparición, y ella le responde que es por la forma en que miraba a la niña, “con unos ojos horribles” (75) en los que se leía una “intención furiosa” (ídem) de apoderarse de ella. En ese preciso instante, Grose la observa como si fuera ella la que tuviera una expresión de horror en el rostro.

Como el ama de llaves quiere saber más, la institutriz le dice que estaba vestida de duelo y con una ropa andrajosa. También dice que la mujer era de “extraordinaria belleza” (76) pese a su aspecto infame. En ese momento, Grose confirma la sospecha de que la descripción del fantasma coincide con la institutriz anterior, llamada Jessel, debido a que es cierto que tenía un aspecto infame. Luego toma las manos de la institutriz entre las suyas y le revela: “Los dos era infames” (76).

Frente al peligro, la institutriz vuelve a sentir la fuerza de su alianza con Grose. Aunque agradece que haya guardado silencio hasta entonces, le dice que es momento de sincerarse: quiere que le cuente acerca del vínculo entre la señorita Jessel y Peter Quint. Grose responde que entre ellos “había de todo” (76), y que ella desaprobaba la relación debido a que Jessel era una dama y él, un hombre de clase inferior. La institutriz no insiste con esta afirmación: siente que es de mal gusto hablar de la condición de sirviente de Quint delante de su amiga, que también lo es.

En ese momento, la señora Grose reitera que Peter Quint “hacía lo que quería” (77) con todos ellos y que Jessel pagó por ello con su muerte. Eso despierta la curiosidad de la institutriz, que indaga en la causa de esa muerte. Sin embargo, Grose dice que no quiso preguntar nada cuando ella murió. Lo único que sabe es que, si Jessel se hubiera quedado, habría sido un escándalo debido al vínculo entre ella y Quint. La institutriz responde que imagina cosas más horribles aún, haciendo referencia a la corrupción de la pareja sobre los niños. Ante eso, rompe en llanto mientras se lamenta diciendo que no puede protegerlos y que los niños están perdidos.

Capítulo 8

Esa noche, Grose y la institutriz se reúnen a charlar nuevamente. La institutriz insiste en que no teme las apariciones sino el hecho de que los pequeños las hayan visto y hayan actuado como si nada pasara. Mientras dialogan, la institutriz recuerda su último encuentro con Flora. En ese momento, la pequeña la vio angustiada y le preguntó el motivo. La institutriz lo consideró como un gesto cínico, pero luego prefirió dudar de su propio juicio antes que cuestionar la honestidad de la niña.

La institutriz le recuerda a Grose una charla en la que su amiga no pudo responder si Miles era bueno. Grose responde que le hizo dudar el hecho de que Quint y Miles hayan pasado mucho tiempo juntos antes de la muerte del hombre. En esos momentos, Quint ocupaba el rol de tutor de Miles, mientras la señorita Jessel se encargaba solo de Flora. Debido a ello, un día la señora Grose le recordó a Miles que Quint era un sirviente inferior. Como el niño le restó importancia al asunto, fue a hacerle el mismo comentario a la señorita Jessel, quien le dijo que se metiera en sus propios asuntos.

Frente a ello, la institutriz le pregunta a Grose si el pequeño sabía que Jessel y Quint tenían una relación. Aunque Grose responde que no lo sabe, la institutriz le asegura que lo sabía pero lo ocultaba, y que esa era la prueba de que los sujetos lo habían corrompido. Grose le dice que si lo hubieran hecho, ahora el niño no sería un ángel. Esa respuesta molesta a la institutriz, que se enfurece y le grita diciendo que quizá era “un demonio en el colegio” (84). Cuando la mujer se tranquiliza, Grose le pregunta si cree que Miles tiene una relación oculta con Quint, pero ella solo responde que ahora debe esperar.


Análisis

A lo largo de estos capítulos se termina de definir la identidad de los antagonistas de la historia, Peter Quint y la señorita Jessel. Tal como mencionamos anteriormente, el lector solo puede acceder a estos personajes mediante la narración de la institutriz quien, por su parte, es la única que consigue verlos en todo el relato. Al depender de punto de vista de la protagonista, por lo tanto, estamos obligados a elegir entre varias interpretaciones posibles: si se confía en la palabra de la institutriz, la novela es una historia de fantasmas. Otra posibilidad, y una de las más realizadas por la crítica, es que los fantasmas sean producto de la imaginación trastornada de la joven mujer, lo cual haría del relato una novela psicológica. Finalmente, es posible que la institutriz haya inventado el asunto de los fantasmas para atraer al tío de los niños, de quien está enamorada, o bien para que no la hagan responsable del fatídico desenlace de la historia.

En Introducción a la literatura fantástica (1981), Tzvetan Todorov incorpora a Otra vuelta de tuerca dentro los ejemplos canónicos del género fantástico. Ello se debe a que una de las características fundamentales del fantástico es la vacilación entre una explicación natural y otra sobrenatural de los acontecimientos. En este sentido, uno de los elementos característicos de Una vuelta de tuerca es la ambigüedad de sentido que atraviesa toda la nouvelle, haciendo que el lector no tenga sustento suficiente para optar por ninguna de las explicaciones mencionadas.

En relación a esto, la crítica ha generado múltiples interpretaciones sobre el desarrollo de los acontecimientos que desembocan en la muerte del pequeño Miles. Por un lado, quienes se apoyan en la idea de que los fantasmas existen, se basan principalmente en la coincidencia entre las descripciones de la institutriz y los conocimientos sobre la pareja que tiene la señora Grose. En el capítulo 5, cuando la institutriz le describe la vestimenta del espectro masculino que ve por la ventana, el ama de llaves identifica la imagen con el fallecido Quint.

Por otro lado, quienes se apoyan en la idea de que es todo producto de la imaginación de la institutriz, se basan principalmente en el hecho de que solo ella reconoce ver a los espectros. Además, esta teoría se sostiene en los múltiples cuadros de ansiedad que atraviesa su protagonista a lo largo de la trama.

En los capítulos 5 y 6, el tema de la amistad cobra especial importancia, tal como se evidencia en los momentos de apoyo entre las dos mujeres, y cuando la institutriz manifiesta su agradecimiento ante Grose por confiar en su palabra y no tratarla de loca. Pese a ello, la confianza de Grose no le impide a la institutriz presionar al ama de llaves, a quien hace llorar por no haber confrontado a Quint mientras este vivía. Esta actitud cruel por parte de la institutriz volverá a repetirse a lo largo del relato y enfatiza el carácter inestable de su personalidad.

Por otro lado, en estos capítulos la institutriz comienza a dar indicios cierta imaginación a la hora de interpretar los acontecimientos que le suceden. Esto se evidencia en el capítulo 6, cuando asegura -sin tener demasiada información- que los fantasmas están en Bly por los niños y que su propia misión ahí es ser una “pantalla” (68) entre unos y otros. Además, la mujer considera el desarrollo de los hechos como una buena ocasión de ser la heroína de la historia, lo que la dejaría en una situación privilegiada frente al amo. Ese interés la obsesiona al punto de transformarse en “algo parecido a la locura” (69).

En el capítulo 6 aparece por primera vez la segunda antagonista de la historia: el fantasma de la señorita Jessel. Nuevamente, la tradición de la literatura de terror se revela en la descripción del espectro tomando imágenes típicas del Mal: la institutriz describe al fantasma como “una mujer de negro, pálida y horrible” (73), apariencia común a las distintas representaciones de la muerte.

Es importante considerar que la construcción de estos antagonistas como encarnaciones del Mal encuentran un paralelismo en la de los niños como representantes del Bien. La oposición a partir del doble se reproduce en varios niveles: el blanco contra el negro, la pureza contra la corrupción, la niñez contra la adultez, lo angelical contra lo diabólico, entre otros. Pero el tema del doble, en este sentido, puede interpretarse también en la oposición entre la institutriz y su antecesora, la institutriz malvada. Por otro lado, si se lo confronta con la posibilidad de que Quint sea una proyección de los deseos sexuales reprimidos de la institutriz, este paralelismo colabora con la teoría de que la mujer sufre alucinaciones. La señorita Jessel, visto de este modo, es el doble proyectado por la propia institutriz, una mujer que se permite un amorío moralmente incorrecto para las valoraciones de la época sin importarle lo que el resto piense.

A lo largo de los capítulos 7 y 8, el problema de lo no dicho y la incomunicación vuelve a tomar una importancia central. La institutriz está segura de que Flora ve a la señorita Jessel, pero no se anima a preguntarle para confirmarlo; también cree que Miles era consciente del vínculo amoroso entre Quint y la difunta institutriz, pero mintió para no exponerlos; finalmente, le recrimina a la señora Grose el hecho de no haberle comunicado al amo los acontecimientos que se vivían en Bly. Así, vemos que la mansión está llena de no-dichos que aportan a una comunicación trunca entre los diversos personajes.