Henry James escribe Otra vuelta de tuerca (1897) en una mansión de Sussex, en un período de su vida caracterizado por el aislamiento de la vida social y literaria. Durante esa época, James se abocó a la escritura de textos que tematizan mansiones antiguas y sucesos extraños. Cabe mencionar que al autor de Otra vuelta de tuerca, al igual que a muchos intelectuales de la época, le apasionaban los sucesos paranormales. Su propio padre, seguidor del misticismo de Emmanuel Swedenborg -un reconocido científico, filósofo y espiritista- les había transmitido a sus hijos la pasión por lo sobrenatural. De hecho, James hijo ya había formado parte de The Society for Psychical Research (Sociedad para investigaciones psíquicas) cuando realizó la escritura de su nouvelle, sociedad de la cual su hermano William era socio y miembro de la comisión directiva.
Además, cabe mencionar que James escribe Otra vuelta de tuerca en el contexto de la Inglaterra victoriana, momento histórico en el que las historias de fantasmas eran un tema común en el imaginario popular. De hecho, el propio autor manifiesta haberse inspirado en una anécdota contada por un arzobispo conocido suyo.
Sin embargo, la recepción de la obra en el público y la crítica ha generado diversas interpretaciones. En la década de 1930, con Henry James ya muerto, el crítico literario estadounidense Edmund Wilson realiza una lectura de la nouvelle a partir de las influencias de los estudios psicoanalíticos de la obra de Freud en el propio autor. Desde su perspectiva, las apariciones que la institutriz percibe no deben ser tomadas como reales sino como las ilusiones delirantes de una mujer histérica.
Si bien hay elementos que sustentan la teoría de Wilson, como el hecho de que la construcción narrativa de la institutriz sea la de una mujer ansiosa y obsesiva, o que solo ella parezca percibir a los espectros; lo cierto es que no hay datos en la historia que permitan descartar del todo la posibilidad de que los fantasmas sí existan. El relato no aporta indicios suficientes que permitan superar esa ambigüedad.
En este sentido, Tzvetan Todorov incorpora Otra vuelta de tuerca como un ejemplo paradigmático del género fantástico. En Introducción a la literatura fantástica (1981), el aclamado crítico aporta una definición del género fantástico a partir de la vacilación entre una explicación natural y otra sobrenatural de los acontecimientos. Es este movimiento, que lleva a la historia de James a discurrir entre lo maravilloso y lo extraño, lo que hace de su obra un ejemplo canónico e inquietante del género.