Resumen
Capítulo I
Diego Sauri es un hombre nacido a mediados del siglo XIX en la Isla Mujeres, en el Caribe mexicano, que por entonces pertenece a la región de Yucatán. Allí vive rodeado por una naturaleza selvática, abundante arena y la inmensidad del mar azul. Sin embargo, al crecer siente deseos de vivir fuera de la isla. Siguiendo el oficio de su padre, se convierte en curandero: tiene un talento excepcional para sanar animales y humanos, sabe asistir partos y conoce las funciones medicinales de las plantas. Un día, a sus diecinueve años, cura a una mujer que ha sido víctima de una golpiza y la ayuda a abandonar la isla para protegerla del amante, que es un hombre violento y deshonesto. Como castigo, unos matones asociados a ese hombre golpean a Diego hasta dejarlo inconsciente. Al despertar, Diego se encuentra en un barco y, varios días más tarde, llega a Europa.
Mucho tiempo después, a sus veintisiete años, regresa a México con la alegría de volver a sentirse en casa. Ha vivido en diez países europeos y ha aprendido tres idiomas, convirtiéndose en un hombre cosmopolita. También ha trabajado con médicos, investigadores y farmacéuticos, de manera tal que ha adquirido grandes conocimientos. Ahora es un boticario, es decir, un especialista en remedios. Cuando arriba a México, en el puerto de Veracruz, conoce a Josefa Veytía, una joven mujer de la ciudad de Puebla que se encuentra allí para recibir a un pariente que llega desde España. Diego se las ingenia para acercarse a ella y conversan sobre los acontecimientos de la política española del momento, cuando se disputa la organización del país ibérico como una república o como una monarquía.
Capítulo II
Han pasado diez años. Josefa y Diego se han casado y todavía no tienen hijos. Se conocen profundamente y se aman con pasión. Él considera que ella es una diosa. En determinado momento, deciden tener un bebé y usan remedios caseros para conseguir el embarazo, con el acompañamiento del doctor Octavio Cuenca, que es un viejo amigo de Diego. De todas maneras, pasan los años, Josefa no queda embarazada y deciden dejar de intentarlo. Inesperadamente, un sábado de 1892, a sus treinta y tantos años, Josefa se entera de que está embarazada.
En esa época, crece cada vez más el compromiso político de Diego. El hombre pasa muchísimo tiempo leyendo periódicos y comentando las noticias sobre el gobierno del país, que en ese momento está a cargo del dictador Porfirio Díaz. Desde que se entera del embarazo, el hombre está convencido de que tendrán una niña y quiere llamarla Emilia. El matrimonio suele discutir por diversas cuestiones, pero nunca dejan de amarse y de demostrarse afecto física y verbalmente.
Cuando Josefa entra en trabajo de parto, Diego la asiste y así nace su hija, en casa. De inmediato, aparece Milagros, hermana de Josefa, y la acompaña en el cuidado de la niña. Milagros es una mujer inteligente, independiente y activa que, por elección propia, no se ha casado ni pretende ser madre. Elegida como su madrina, observa que la beba es del signo de Acuario, y predice que su vida estará marcada por “un cruce de pasiones y dulzuras que le dará tanta dicha como penas” (16). Josefa espera que su hija sea feliz, independiente, inteligente y amorosa. Así, ambas mujeres pronuncian buenos deseos para la recién nacida.
La beba crece los primeros meses de su vida cuidada por su padre, su madre y su madrina. Diego suele leerle las noticias en voz alta, y Josefa se preocupa porque cree que la niña es muy pequeña para estar en contacto con historias tan terribles. Ella prefiere las novelas, y tiene miedo de que el marido vaya preso por su activa participación en asuntos políticos. Diego ejerce su trabajo como boticario y hace más de tres años que usa el espacio de la botica para reuniones con otros hombres de Puebla que están en contra del gobierno de Porfirio Díaz.
Capítulo III
Las reuniones políticas pasan a realizarse en la casa del doctor Cuenca. En 1893, el hombre ha enviudado, tiene cincuenta y cuatro años y dos hijos, Salvador y Daniel, con quienes vive en una casa con un importante jardín y un salón. Allí, todos los domingos, el doctor Cuenca recibe a sus amigos escritores y artistas, y con ellos comparte tertulias donde tocan música, recitan poesía, conversan sobre diversos asuntos y se entretienen. Mientras tanto, la casa está llena de niños que juegan y corretean.
La primera vez que Diego y Josefa Sauri van a una de las reuniones junto a su hija, la niña tiene tres meses. Daniel, el hijo menor del doctor Cuenca, tiene cuatro años y enseguida se siente muy atraído por la criatura. La madre de Daniel ha muerto justo después de su nacimiento y, por eso, Milagros Veytia lo ha cuidado cuando era un bebé, pero el chico ahora vive en la casa con su padre y Milagros lo acompaña como una tía. El doctor Cuenca cree que su hijo necesita disciplina y una educación rigurosa, mientras que Milagros tiende a concederle todos los caprichos.
Capítulo IV
La familia Sauri vive en una antigua mansión colonial heredada por Josefa, a la que llaman la Casa de la Estrella. El tío de la mujer la ganó en una apuesta de gallos muchos años antes. Gracias a ello, el matrimonio vive relativamente cómodo, a pesar de que Diego gana poco dinero en su trabajo como boticario. La botica está ubicada en la parte baja de la casa, y allí Diego prepara y almacena remedios para todo tipo de dolencias y enfermedades. Es un espacio más completo y refinado que cualquier farmacia, y él es un boticario excepcional.
Por su parte, Josefa decora otras partes de la casa con abundantes plantas, muchas de las cuales tienen propiedades medicinales. De hecho, la primera vez que Emilia se pone de pie, lo hace apoyándose en una maceta de las muchas que hay en el segundo piso de la mansión. Al verla, Josefa va inmediatamente a contarle la novedad a su marido, y este pronostica un futuro luminoso para su hija. En ese momento tienen una discusión, pero pronto hacen las paces.
Años más tarde, Emilia tiene una pesadilla que la asusta mucho: sueña que Daniel Cuenca es el diablo. Diego, que no cree en la existencia del diablo, se enoja y le dice a Josefa que la hija no debería juntarse con ese niño. Sin embargo, tras algunas horas el matrimonio se pone de acuerdo y, al día siguiente, Emilia va a la casa del doctor Cuenca, donde aprenderá a cantar y bailar.
Capítulo V
Ese primer ensayo de Emilia en la casa del doctor Cuenca forma parte de un domingo memorable. Para Josefa, es importante ir bien vestidos, y por eso prepara a la niña como si fuera una muñeca de porcelana. A ella no le gustan esas ropas y llora. En ese momento Daniel tiene diez años y usa pantalones largos por primera vez. Mientras los adultos conversan, Emilia y Daniel jugan a las carreras. La niña se da cuenta de que el vestido le impide correr rápido, se lo saca y luego se sube a un árbol. Daniel se siente fascinado al observarla. Entonces, el chico corre hasta un estanque y arroja el vestido de Emilia al agua. Entretenidos, ambos se tiran al agua mientras Salvador, el hermano mayor de Daniel, y un amigo se ríen.
Desde ese momento, Emilia y Daniel pasan los domingos jugando en complicidad, hasta que en 1901 el chico es enviado a un colegio pupilo. Justo antes de la partida, la niña le dice que no quiere que se vaya. Daniel le regala una piedra negra, brillante y tersa que él usa como amuleto, y ella promete cuidarla. Luego se quedan dormidos juntos. A la mañana siguiente Daniel parte hacia la escuela. Para Milagros, la tristeza que le provoca despedirse del niño es tan grande que se enferma.
Análisis
Desde el comienzo, Mal de amores es narrada por una voz omnisciente en tercera persona que con frecuencia presenta los pensamientos y sentimientos de los personajes, además de narrar los hechos que estos protagonizan. Por ejemplo, ya en el Capítulo I leemos que "Diego Sauri deseaba con todo el cuerpo un horizonte no cercado por el agua" (p. 7), y que siente pasión por el oficio de curandero. Este elemento es fundamental, porque la narración le da mucha importancia a las emociones y a las opiniones de sus personajes, exhibiendo que el mundo interior de cada ser humano es muy rico y complejo. Los abundantes diálogos también contribuyen con este plano de la obra, dándoles la voz directamente a sus personajes.
Por otra parte, ya desde este capítulo inicial se hace evidente la dimensión realista de la novela: si bien cuenta el relato ficcional de personajes también ficticios, el contexto histórico se corresponde con lo que realmente ocurre en esta época en México y en el mundo. Así, Josefa y Daniel se conocen en la época en la que se debate en España la organización del país como una monarquía o como una república. De hecho, el desarrollo de este contexto histórico, focalizado en especial en la realidad mexicana, es tan importante que decimos que se trata de una novela de ficción histórica. Como se verá más adelante, el hecho histórico central de Mal de amores es la Revolución Méxicana, cuestión que apenas sobrevuela en los primeros capítulos.
Es interesante observar cómo la historia de Emilia, absoluta y evidente protagonista de la novela, comienza con una presentación de sus padres que, a su vez, se remonta a sus antepasados. Así, sabemos que Diego es originario de una isla caribeña y que pertenece a un linaje de curanderos tradicionales mestizos, mientras que Josefa es descendiente de españoles llegados a México en pleno auge de la colonización: "Los Veytia descendían de un señor Veytia que emigró de España para ayudar a la fundación de la ciudad en el año de 1531" (p. 26). De este modo, la novela da cuenta de la importancia de los orígenes, los ancestros y las relaciones familiares, contando quiénes son y cómo se conocen sus padres y cómo llega a existir la protagonista. A su vez, se esboza un tema que será central en toda la obra: la mezcla. En este caso, se trata del mestizaje entre personas de diversos orígenes y etnias, particularmente de españoles con indígenas, típico de las sociedades latinoamericanas.
Además, resultan significativos los deseos, presagios y augurios que Josefa, Diego y Milagros proyectan sobre Emilia incluso desde antes de su nacimiento. Así, apenas se entera de que su esposa está embarazada, Diego tiene la certeza de que "la criatura sería niña y la llamarían Emilia para honrar a Rousseau y hacerla una mujer inteligente" (p. 13). Es decir, su padre desea que desarrolle el pensamiento y la inteligencia, y la nombra para homenajear a Jean-Jacques Rousseau, pensador francés que ha realizado aportes fundamentales para las teorías republicanas, entre ellos un libro titulado Emilio, o De la educación. De ese modo, ya inculca en la protagonista los valores democráticos que él defiende en su propio país. Josefa también desea que la niña sea inteligente, además de feliz, libre, amorosa y vital. Por su parte, Milagros, tía y madrina de la protagonista, observa que esta nace bajo el signo de Acuario y que su vida estará atravesada por amores y pasiones que le causarán alegrías y tristezas al mismo tiempo. Ese es un presagio fundamental, ya que, en efecto, Emilia se enamorará de dos hombres al mismo tiempo, lo cual la hará muy feliz, pero también le traerá dificultades.
En ese sentido, la infancia de la protagonista es un momento muy determinante, que también señala el camino que habrá de recorrer a lo largo de su vida, en particular en relación con Daniel Cuenca. Resulta fundamental observar la intensidad que los une desde que se conocen, cuando ella es una beba de tres meses y él, un niño de cuatro años. Daniel siente fascinación por Emilia apenas la ve por primera vez, y él ya muestra su carácter intempestivo: tiene tantas ganas de verla que le grita, encaprichado, y termina por hacerla llorar. Sin embargo, de inmediato se acerca a la niña, le pide disculpas por haberla asustado y se queda mirándola, encantado. Luego, Emilia crece y juegan juntos con frecuencia, desarrollando una fuerte amistad, llena de risas, travesuras y complicidad.