El paisaje de la Isla Mujeres
En las primeras páginas de la novela se describe el paisaje de la Isla Mujeres, donde nace y crece Diego Sauri, utilizando imágenes visuales que resaltan, sobre todo, el color azul del mar y del cielo que rodean su casa: "El primer color que vieron los ojos de Diego Sauri fue el azul, porque todo alrededor de su casa era azul o transparente como la gloria misma. Diego creció corriendo entre la selva y rodando sobre la invencible arena, acariciado por el agua de unas olas mansas, como un pez entre peces amarillos y violetas. Creció brillante, pulido, cubierto de sol y heredero de un afán sin explicaciones" (p. 6). La cita también hace referencias visuales a la transparencia, a los colores de la fauna y a la luminosidad de la isla; crea una atmósfera cálida, tranquila y radiante propia de la geografía caribeña, y potencia lo maravilloso y místico de este paisaje con un símil ligado, precisamente, al color azul como elemento principal del entorno descrito como glorioso.
La botica
La descripción inicial del espacio de trabajo de Diego Sauri, instalado en la parte baja de la Casa de la Estrella, integra dos imágenes sensoriales: la botica tiene "olor a madera y brillos de porcelana" (p. 27). El texto trenza, así, una imagen olfativa con una visual para presentarlo como un espacio acogedor y un tanto misterioso, casi mágico.
La casa de Milagros
La casa donde Milagros vive sola, antes de mudarse con Rivadeneira, es descrita como un lugar armónico gracias a un conjunto de imágenes sensoriales. En primer lugar, las imágenes visuales generan un contraste entre luces y sombras. Así, el patio es invadido por "una luz dorada" (p. 80), pero el cuarto de Milagros es oscuro y tiene "una negrura que la estremecía" (p. 80). Además, se ofrecen imágenes táctiles para describir que la sala es tibia, y una imagen auditiva marca el espíritu general de la casa: "Todo estaba regido por una silenciosa pero deliberada armonía" (p. 80).
El tiroteo en Puebla
Cuando comienza la revolución y se intensifica la violencia política, tiene lugar un tiroteo en la casa de los Serdán, los más radicales entre los rebeldes de Puebla. El horror de la escena es transmitido en la novela mediante imágenes auditivas que refieren específicamente a los tiros y al silencio que llega tras ellos como un terrible contraste. Primero, "el tiroteo rompió a lo lejos un silencio tenso" (p. 134) y, a partir de ahí, "Durante más de dos horas el ruido de un combate encarnizado lastimó sus oídos. Hasta que poco a poco, los disparos fueron dándose tregua y el silencio como un vaticinio tomó el aire de la ciudad" (p. 134).