La noche de la ejecución de Milady
Esta escena es la que mejor refleja el periodo literario en el que escribe Dumas: el romanticismo. La ambientación del juicio y la ejecución utiliza un recurso típicamente romántico que crear una imagen de la naturaleza que acompaña el estado emocional o psicológico de los personajes. La noche de la ejecución de Milady hay una tormenta. El paisaje parece desolado con un molino abandonado y el río rodeado de árboles “que parecían enanos deformes acuclillados para acechar a los hombres en esa hora siniestra” (p.640). La luna aparece “ensangrentada por los últimos vestigios de la tormenta” (p.640) y la silueta de las construcciones en el pueblo incluyen “el esqueleto de su alto campanario” (p.640). El escenario en el que se va a ejecutar a Milady anticipa el horror de la escena con palabras como: “acechar”, “ensangrentada” y “esqueleto”.
La descripción del lugar conduce luego al clímax de la novela cuando ejecutan a Milady. El narrador apela a todos los sentidos: sabemos cómo se ve el lugar y la descripción de la luz de la luna esa noche; también se escuchan los chillidos periódicos de una lechuza; la humedad de la noche de tormenta hace que los olores que despiden las hierbas sean más intensos. El ambiente de esa noche anticipa los hechos violentos que están por suceder.
La capilla donde el duque de Buckingham guarda los herretes de la reina
D'Artagnan acompaña al duque de Buckingham al lugar en el que guarda los herretes de la reina. Todo el cuarto está repleto de materiales lujosos y elegantes: seda, oro, terciopelo, plumas. En el cuarto hay un retrato de la reina de tal realismo que d'Artagnan se sorprende. La descripción del lugar es detallada, pero, además, el narrador describe los gestos del duque al acercarse al cofre donde guarda el regalo de la reina: "se arrodilló como habría podido hacerlo ante Cristo un sacerdote; luego abrió el cofre" (p.223). El lugar y los gestos comunican la devoción del duque. Dumas se inspira en las convenciones del amor cortés en el que lo religioso se traspasaba al amor del caballero por su señora.
La cita en Saint-Cloud
D'Artagnan está tan ansioso por asistir a la cita con madame Bonacieux que decide ignorar todas las advertencias que ha recibido al respecto. Debido a su felicidad, d'Artagnan ve todo con buenos ojos. El momento de la cita llega y las campanas de Saint-Cloud empiezan a sonar. El narrador se detiene en una imagen sonora y también utiliza la personificación para describir el tañer de las campanas: "dejó caer lentamente diez golpes de su enorme boca mugiente" y "aquella voz de bronce que se lamentaba así" (p.250). La descripción del sonido como mugir y como una lamentación contrasta con la mirada de d'Artagnan que está influenciada por su felicidad: "todas las ideas tenían una sonrisa, todas las tinieblas eran diáfanas" y "vibraba armoniosamente en el corazón del joven" (p.250).
El primer encuentro entre Buckingham y Ana
En su encuentro en el palacio, precisamente el día en que Ana le entrega los herretes al duque, Buckingham recuerda la primer vez que vio a la reina. El duque describe en detalle el cielo estrellado, la sensación de los cabellos de la reina tocando su mejilla. lo perfumado que estaba el aire. El amor de Buckingham por la reina hace que sus sentidos se pongan más agudos y también imprimen en su memoria todas esas sensaciones que ahora comparte con la reina.