Resumen
Capítulo 36: Sueño de venganza
Milady espera que d’Artagnan se presente, pero, como eso no ocurre, lo manda a llamar mediante una carta que Ketty lleva a casa del mosquetero. D’Artagnan se convence a sí mismo de que lo mejor es cumplir con ese pedido.
Cuando llega a casa de Milady, la mujer lo recibe, pero es evidente que no la está pasando bien y parece que ha llorado. Milady le pide a d’Artagnan que la ayude a vengarse del conde de Wardes. D’Artagnan se muestra devoto y enamorado y dice que haría cualquier cosa por ella. Además, le pide a Milady algún objeto que muestre su amor. Milady le dice que vuelva a su casa a las once de la noche.
Capítulo 37: El secreto de Milady
D’Artagnan se presenta para la cita con Milady, y ella lo hace pasar sin ningún pudor. Ketty no puede evitar sentirse desdichada con la situación. Milady le insiste a d’Artagnan sobre el duelo con el conde de Wardes. D’Artagnan piensa si es momento de decirle a Milady que ese duelo es imposible, porque él es el hombre que la agravió.
Para d’Artagnan, lo que siente por Milady es auténtico y por eso decide contarle la verdad sobre las cartas del conde de Wardes. Milady se desespera cuando escucha la noticia e intenta echar a d’Artagnan. En el forcejeo entre los dos amantes, el vestido de Milady se rasga y revela una flor de lis en su hombro. Milady se lamenta de que no solo la haya engañado, sino que ahora ha descubierto su secreto. Por este motivo, d’Artagnan no debe vivir y ella intenta acuchillarlo.
Ketty ayuda a d’Artagnan a salir de la casa de Milady mientras ella ordena a sus sirvientes que no dejen escapar a d’Artagnan.
Capítulo 38: Cómo, sin tomarse ninguna molestia, Athos encontró su equipo
D’Artagnan se presenta en la casa de Athos. Con muchísima preocupación, le cuenta al mosquetero sobre la flor de lis que vio en el hombro de Milady y le pregunta si está seguro de que mató a su ex mujer. Athos quiere ver a la mujer con sus propios ojos, pero d’Artagnan le aconseja que no se acerque a ella.
Tanto d’Artagnan como Athos coinciden en que lo mejor que pueden hacer para conseguir dinero y alejarse de París es vender o empeñar el anillo de zafiro que pertenecía su familia. Athos se decide a hacerlo con la condición de que la mitad del dinero que reciban por él vaya a d’Artagnan.
Antes de ir a empeñar el anillo, pasan por casa de d’Artagnan donde Ketty los espera. Le pide a d’Artagnan que cumpla su promesa de darle protección. A d’Artagnan lo único que se le ocurre es pedirle a Aramís que averigüe con su amante si hay un lugar para la criada. Aramís le consigue un lugar en Tours.
Luego de eso, Athos y d’Artagnan van a comprar el equipo de Athos con el dinero del anillo que decidieron vender en vez de solamente empeñarlo.
Capítulo 39: Una visión
D’Artagnan recibe dos cartas: una parece ser de la señora Bonacieux y la otra es del cardenal. La primer carta solicita la presencia de d’Artagnan en un camino a las seis de la tarde. Alguien se va a asomar desde uno de los coches, pero d’Artagnan no deberá reaccionar ni mostrar que reconoce ese rostro. Athos piensa que se trata de una emboscada o un engaño.
La segunda invitación no se puede rechazar porque proviene del despacho del cardenal. Los tres mosqueteros se ofrecen a acompañar a d’Artagnan a ambas citas. En parte, lo que los motiva es mostrarse con todo su equipo nuevo.
En el lugar que indica la primera carta, d’Artagnan ve pasar un coche y una mujer se asoma por la ventana: es madame Bonacieux. Para seguir las instrucciones de la carta, d’Artagnan debe permanecer impávido ante la presencia de esa mujer para evitar ponerla en peligro.
Después del encuentro, d’Artagnan se dirige al despacho del cardenal.
Capítulo 40: El cardenal
El cardenal sabe detalles sobre la vida de d’Artagnan que él mismo no se explica de dónde los saca. Por ejemplo, sabe que d’Artagnan perdió la carta de recomendación para Tréville en Meung.
El motivo por el cual el cardenal ha convocado a d’Artagnan es porque desea que se una a su guardia. D’Artagnan intenta rechazar esa invitación de la manera más cortés posible. No obstante, el cardenal insiste y le recuerda que ha estado esperando su visita desde que envió a su capitán, Cavois, para informarle que el cardenal lo esperaba para una reunión. Además, incluye algunas amenazas veladas, como cuando menciona la desaparición de madame Bonacieux. Finalmente, le recomienda que cuide por su vida y que se acuerde de que él le ofreció su protección y d’Artagnan rechazó esa oferta.
Cuando d’Artagnan les cuenta el tenor de su conversación con el cardenal a sus amigos, Aramís y Porthos concuerdan con que su amigo tomó la mejor decisión, pero Athos piensa que tal vez se equivocó al no tomar en serio las advertencias del cardenal.
Al día siguiente, los cuatro amigos están listos para emprender el camino hacia la guerra. Porthos se despide de la procuradora, Aramís envía una carta a su amante con Ketty, y Athos se toma la última botella de vino que le queda de su paso por la cava del posadero.
D’Artagnan también emprende el viaje, pero cuando está por salir de París, ve a Milady que lo señala a unos hombres con aspecto intimidante. Esos dos hombres precisamente se unen a la compañía de d’Artagnan a último momento.
Capítulo 41: El sitio de La Rochelle
El capítulo inicia con un breve recuento de la historia de los hugonotes. En Francia, el rey Enrique IV había promulgado el Edicto de Nantes que concedía libertad religiosa y política en las áreas en las que dominaba el protestantismo. La palabra hugonotes designa a los protestantes franceses. Para esta altura de la historia, el cardenal Richelieu deseaba generar unidad dentro de Francia. Los hugonotes constituían una debilidad para el reino porque tendían a aliarse con enemigos de la corona como los ingleses, los españoles y otras personas que podían desestabilizar el poder. El último reducto de los hugonotes que quedaba por retomar para echar abajo el edicto de Nantes era La Rochelle.
Ahora bien, el narrador aclara estas cuestiones históricas, pero seguidamente agrega detalles que hacen que este episodio de la historia esté motivado por amores y desamores del cardenal, el duque de Buckingham y la reina Ana. Según el narrador, a Richelieu lo motivaba la venganza por el rechazo de Ana a sus pretensiones sentimentales. Asimismo, el apoyo que el duque de Buckingham ofrece a los hugonotes, según la novela, se debe a una mujer.
Por su parte, d’Artagnan se encuentra en una situación delicada porque, al ser guardia del señor des Essarts, no viaja junto a sus tres amigos mosqueteros. El rey, que se ha estado sintiendo mal, decide parar antes de llegar a La Rochelle y, con él, paran todos los mosqueteros. Los guardias, en cambio, siguen camino hasta el frente de batalla.
En un momento dado, d’Artagnan sale a pasear solo y apenas logra esquivar dos disparos. Según lo que sabe sobre el ataque, d’Artagnan juzga que Milady es quien está detrás de este ataque. El día siguiente el señor des Essarts llama a d’Artagnan para encomendarle una tarea delicada. D’Artagnan junto a otros voluntarios deberán hacer un reconocimiento de un bastión que ha caído en manos de los hugonotes.
En esa misión de reconocimiento, disparan en dirección de d’Artagnan y este se da cuenta de que los disparos no provienen del enemigo. D’Artagnan pretende que lo han herido y se tira al piso. Cuando uno de los asesinos se acerca para comprobar que está muerto, d’Artagnan desenfunda su espada y le exige que confiese quién le ha encomendado la tarea de matarlo. Además, exige que se le entregue una carta que está en manos del otro hombre que quería asesinarlo. La carta indica lo que espera Milady de los asesinos a quienes reprocha no haber podido mantener secuestrada a madame Bonacieux.
Con este intento de asesinato frustrado, d’Artagnan se siente confiado, pero el narrador repara en que esto “demostraba una sola cosa: que d’Artagnan todavía desconocía a Milady” (p.428).
Capítulo 42: El vino de Anjou
Después de los dos intentos de asesinato que logró sortear, d’Artagnan se siente tranquilo. Los tres mosqueteros siguen en Villaroy, donde el rey ha decidido parar hasta sentirse mejor. Desde ese lugar, d’Artagnan recibe una carta de parte del posadero junto con doce botellas de vino. La carta dice que los tres mosqueteros le han pedido que envíe esas botellas a su amigo. Agradecido, d’Artagnan decide no beber solo e invita a dos guardias a brindar con él.
Planchet organiza la cena con otros dos criados: Fourreau y Brisemont. Justo cuando todos los invitados están por beber el vino, se anuncia la llegada del rey y todos salen a recibirlo. Entre los hombres que escoltan al rey se encuentran los tres mosqueteros. Los amigos reunidos se saludan, y d’Artagnan les agradece por las botellas de vino. Los tres aseguran que no han enviado ninguna botella. Cuando regresan al salón donde iban a cenar y brindar, encuentran a Brisemont muerto a causa del vino que d’Artagnan le sugirió que se tomara. Al parecer, Brisemont era uno de los asesinos enviados por Milady para envenenar a d’Artagnan.
D’Artagnan se encuentra apesadumbrado por las constantes amenazas y por la falta de noticias sobre madame Bonacieux. Aramís se compromete a hacer averiguaciones sobre la criada de la reina
Análisis
Uno de los hilos que unen estos capítulos es la realización de que d’Artagnan ha subestimado a Milady. Al sentirse humillado frente a la preferencia de Milady por el conde de Wardes, d’Artagnan decide vengarse, pero no calcula las consecuencias de engañar a esta mujer. Si bien el cardenal parecía un enemigo temible, Milady por ahora prueba ser mucho peor. Sus actitudes se alinean más con las que corresponden a un hombre dado que busca venganza, ordena la muerte de quienes la desafían o la menosprecian y diseña trampas para vencer sobre sus enemigos.
En las actitudes de d’Artagnan percibimos la atracción que ejerce Milady sobre los hombres. A pesar de que Milady ha mostrado su maldad, d’Artagnan sigue enamorado de ella. Además, más allá de que hemos visto que d’Artagnan es más sabio de lo que era al principio de la novela, con Milady sigue siendo impulsivo e inmaduro, a tal punto que cree que es capaz de controlar la situación. En lugar de mantener en secreto su engaño al hacerse pasar por el conde de Wardes, d’Artagnan elige confesarse ante Milady con la esperanza de que ella lo perdone y se enamore de él.
Un punto de inflexión es el momento en que d’Artagnan ve la flor de lis en el hombro de Milady. A partir de ese momento, d’Artagnan es una de las peores amenazas para Milady quien ha logrado hacerse un lugar en la sociedad precisamente escondiendo su pasado. El cuerpo de Milady es ambiguo en este sentido porque es su fortaleza y su debilidad. Milady definitivamente utiliza su cuerpo como arma a través de la seducción, pero siempre hay una parte de su cuerpo que ella tiene que ocultar porque la hace vulnerable al revelar aspectos de su pasado.
Hay un paralelismo entre lo que sucede en el duelo entre los franceses y los ingleses, y lo que sucede acá entre d’Artagnan y Milady. Cuando uno de los ingleses obliga a Athos a revelar su verdadero nombre, el mosquetero le aclara que ese ha sido un error porque ahora él está aún más empecinado en terminar con su vida para guardar el secreto de su verdadera identidad. Asimismo, el descubrimiento de d’Artagnan sobre la marca en la piel de Milady hará que ella no descanse hasta acabar con él.
La faceta inesperada que muestra el cardenal al advertirle a d’Artagnan sobre el peligro que corre consigue remarcar la crueldad de Milady. Hasta este momento, el antagonista del protagonista era el cardenal, mientras que ahora es Milady quien ocupa ese lugar. Asimismo, la personalidad del cardenal se torna más compleja porque es retratado como un político hábil, interesado sobre todo en reclutar talento para seguir ejerciendo poder, al mismo tiempo que aparece como un hombre al que lo mueven sentimientos muy rudimentarios como el deseo de venganza a partir del momento en que Ana, la reina, rechaza su amor.