"(...) veía en aquellos hombres a unos semidioses, y en su jefe a un Júpiter olímpico armado de todos sus rayos" (p.42). (Símil)
A d'Artagnan la primera visita al despacho del señor de Tréville lo deslumbra. Para un joven gascón que nunca había estado en París y cuyo sueño era convertirse en mosquetero, lo que ve en el palacio en su primer día allí le resulta desproporcionado. La comparación entre los mosqueteros con semidioses y el señor de Tréville con Júpiter es una exageración que, no obstante, comunica la admiración que siente por estos hombres.
"(...) a d'Artagnan le pareció que había besado una estatua" (p.382). (Símil)
Con esta comparación se describe un beso entre Milady y d'Artagnan. La frialdad del intercambio anticipa lo que Milady siente por él. Además, enfatiza el carácter calculador e insensible de Milady. A pesar de percibir este desinterés de su parte, d'Artagnan se emociona con ese beso y está "ebrio de alegría" (p.382). Al igual que en otras comparaciones que veremos más adelante, es frecuente que las palabras y los símiles utilizados para describir a Milady la deshumanicen, comparándola con animales, criaturas u objetos, como en este caso.
"La fortuna es una cortesana: favorable ayer, me puede traicionar mañana" (p.383). (Metáfora)
Esta metáfora es un refrán que comunica lo inconstante que es la suerte y cómo todo puede cambiar de la noche a la mañana. Estas palabras las pronuncia d'Artagnan cuando Milady lo convence de batirse en un duelo con el conde de Wardes para vengarse en nombre de ella. En su primera pelea con Wardes para robarle el permiso del cardenal y cruzar a Inglaterra, d'Artagnan venció al conde sin problema. D'Artagnan contempla la posibilidad de que en un segundo encuentro, Wardes gane. Milady interpreta sus palabras como una excusa para no vengarse, pero d'Artagnan le dice que lo va a hacer.
"(...) se ha replegado sobre sí misma como una serpiente fatigada que reposa" (p.522). (Símil)
El personaje de Milady se vuelve cada vez más vil. Las sucesivas derrotas y afrentas, además del encierro, la van a hacer más astuta y más cruel. Después de los primeros arrebatos de furia por el encierro, Milady se calma, pero únicamente para pensar con más claridad sobre cómo proceder. Ella considera que la histeria en la que entró al principio es una marca de debilidad. La tranquilidad de ahora, en cambio, es una marca de fortaleza porque está recobrando la energía para su próximo ataque. La comparación entre Milady y una serpiente, un animal engañoso, seductor y peligroso, encaja tan bien con su carácter que se va a repetir otras veces en la novela.