La tierra baldía es una composición poética compleja de imágenes y escenas que se suceden una tras otra, muchas veces sin una transición serena. Consta de cinco secciones.
La primera se titula "El entierro de los muertos". En ella la voz poética describe el invierno y la primavera. La primavera trae la memoria a la mente del yo lírico, que se traslada la Austria de la infancia y a los paseos en trineo con su primo. Luego recuerda a una adivina llamada Madame Sosostris, quien había hecho alusión a un marinero fenicio ahogado que se le había anunciado en las cartas del tarot y cuya imagen lo llevaba a advertirle que hay que temerle a la "muerte por agua". A continuación, el yo lírico se encuentra en el puente de Londres, rodeado de una multitud que lo cruza. Habla con un amigo con el que estuvo en la guerra y le pregunta por el cadáver que tiene enterrado en su jardín.
La siguiente sección, "Una partida de ajedrez", traslada al lector de las calles de Londres a un salón dorado, en el que una rica dama adornada con joyas se queja de sus nervios y se pregunta qué hacer. Luego, la voz poética vuelve a trasladarse a la alta sociedad de los barrios bajos de Londres. Esta vez se trata de un pub a la hora del cierre, en el que dos mujeres conversan sobre una tercera.
"El sermón del fuego", la tercera parte, se abre con la imagen de un río, por momentos, el Támesis. El narrador se sienta en la orilla y reflexiona sobre el deplorable estado del mundo. Toma la voz del poema Tiresias: de lejos, ve a un joven meterse en la cama con una mecanógrafa solitaria, solo para hacerle el amor y luego marcharse sin vacilar. Luego, en el río, unas doncellas cantan una canción de lamento.
"Muerte por agua", la cuarta sección del poema, describe a un fenicio muerto que yace en el agua, tal vez el mismo marinero ahogado del que habló Madame Sosostris.
"Lo que dijo el trueno" cambia de escenario. Ahora estamos en unas montañas rocosas, y todo indica que se trata del día de la crucifixión de Cristo. El narrador pide a gritos que llueva, ya que no hay agua por ningún lado. El trueno que la acompaña da paso a la triple sentencia del Brihadaranyaka Upanishad, el texto sagrado hindú: datta, dayadhvam y damyata ("dar, ser compasivo y controlarse"). Con estos mandamientos, la bendición, “shanti shanti shanti” (v.433) es posible, a pesar del colapso de la civilización.