Abril es el más cruel de los meses: engendra.
Este es, quizá, el verso más célebre de La tierra baldía. En el hemisferio norte, abril es el mes de la primavera. Por ello, es común en la tradición literaria su asociación a la primavera, la juventud, el amor y la vitalidad. Sin embargo, en el poema, la facultad de esta estación, de imprimir vitalidad en el paisaje, es designada como cruel. Con esta particularidad extraña, al igual que lo hace en todos sus demás poemas, Eliot busca captar la atención del lector desde el primer verso.
Mi primo, él me subió a un trineo
Y me asusté. Marie —me dijo entonces—,
Marie agárrate fuerte. Y nos lanzamos cuesta abajo.
La construcción de la voz poética es por demás compleja en La tierra baldía. Si bien el yo poético es muchas veces identificable, va encarnando a lo largo de los versos diferentes voces. Es Tiresias, es el Rey Pescador, es una mujer humilde en un bar de los suburbios londinenses. En este caso, es Marie, una mujer que recuerda su infancia junto a su primo, el archiduque. Posiblemente, este personaje esté inspirado en la condesa María Luisa Larisch-Wallersee, a quien Eliot conoció personalmente.
Perlas son los que fueron sus dos ojos.
Este verso se repite en más de una ocasión a lo largo del poema. En este caso, se había mencionado en "El entierro de los muertos", la primera sección. Allí, Madame Sosostris, la célebre vidente protagonista de esa sección, tiraba las cartas y mencionaba a un mercader fenicio que murió ahogado. "Perlas son los que fueron sus dos ojos" (v.48), decía en la sesión de clarividencia sobre los ojos blanquecinos de este hombre muerto por agua.
En este otro caso, la voz lírica recibe una catarata de preguntas de su pareja, que padece un ataque de nervios. Él se encuentra evadido, en otro plano. "Perlas son los que fueron sus dos ojos" (v.125) parece decirse a sí mismo. De este modo, podemos presuponer que lo que está haciendo es recordar la tirada de cartas de Madame Sosostris y, por ende, podemos implicar que se trata de la misma voz poética que la que recibe las profecías de la vidente en "El entierro de los muertos".
Buenas noches, señoras, buenas noches, buenas señoras, buenas noches, buenas noches.
Este es un verso particularmente largo para lo que es el resto del poema. Eliot cita aquí casi textualmente un fragmento de la Escena V de Hamlet: “Buenas noches, señoras, buenas noches, dulces señoras, buenas noches, buenas noches” (2012: p. 391), dice Ofelia antes de morir en el texto de Shakespeare. Más adelante, la reina Gertrudis informa, en su célebre monólogo sobre la muerte de Ofelia, que se ahoga luego de caer de la rama de un sauce.
"Muerte por agua" es el título de otra de las secciones de La tierra baldía, uno de los motivos que recorre todo el poema. En este caso, las señoras que salen de tomar algo en el pub de mala muerte de los bajos de Londres, saludan como Ofelia y brindan entonces la sensación de una mala profecía de muerte por agua.
Fuera de la ventana se extienden peligrosas
Para secarse sus combinaciones tocadas por un sol que ya casi no se ve.
La ropa interior colgada funciona en estos versos como una sinécdoque. No es ella la que es peligrosa, sino la mujer que la posee. En La tierra baldía, la presencia femenina es en más de una ocasión una presencia amenazante. Marcadas por la infertilidad y la desidia, representan para el varón el ámbito de lo indescifrable; con ellas imposible la comunicación. Pero, además, traen con ellas algo peligroso. En la habitación de la mujer acaudalada de "Una partida de ajedrez" encontramos también que "destapados, acechaban sus extraños perfumes sintéticos, / Unguentos, polvos, líquidos: turbaban, confundían / Y ahogaban en fragancias el sentido" (vv. 87-89). Como esta, varias escenas presentan a la figura femenina como, entre otras cosas, una amenaza para el hombre.
En la Arena de Margate.
No puedo conectar.
Nada con nada.
La Arena de Margate es la playa principal de una ciudad costera que queda a más de cien kilómetros de Londres y que solía ser un lugar muy popular para ir a vacacionar durante el verano en Inglaterra. Por problemas nerviosos, Eliot se tomó vacaciones con su esposa, Vivien, en el año 1921. Allí compuso, en el dorso de las facturas del hotel Albermarle, la primera versión de esta parte de "El sermón del fuego" que inicia luego del encuentro de la mecanógrafa y el amante.
En esta parte, como en muchas otras, Eliot deja constancia de ciertos estados suyos de confusión y angustia. Muchos fueron tomados como retratos de época, o composiciones de Eliot que buscaban mostrar el espíritu abatido del hombre europeo de posguerra. A pesar de que puede haber algo de esto en La tierra baldía, esto es a pesar de Eliot, que sostuvo en más de una ocasión que no era su intención: "Para mí fue sólo [una crítica] del alivio de una queja personal y totalmente insignificante contra la vida; es sólo un gruñido rítmico" (p. 35), dijo en una conferencia en 1932 .
Una corriente bajo el mar
Mondó sus huesos con susurros. Mientras subía y caía
Pasó por sus etapas de vejez y juventud
Entrando al remolino.
Con estos versos, se expresa en una de las imágenes más fuertes del poema el motivo de la muerte por agua que ya se había anunciado en las cartas de la vidente Masame Sosostris, en "El entierro de los muertos". Este se sugiere en más de una ocasión a lo largo del poema a través de referencias oblicuas, como la que se hace a Ofelia, de Hamlet, muerta por agua también. En este pasaje, además, la imagen cumple un rol protagónico, ya que "Muerte por agua" es la única sección breve de la serie, y en ella se compone solo el retrato de Flebas, el fenicio, muerto hace quince días en el mar.
Mientras "subía y caía" con el vaivén de las olas y sus huesos eran tallados por el mar, el fenicio entraba en el remolino. El remolino es una imagen que da la pauta de cierta circularidad en su muerte. "Vos que virás la rueda del timón" (v.320) dice la voz lírica al lector, "gentil o judío" (v.319), es decir, pagano. Este timón, que se vincula con el remolino, y también con la rueda, varias veces mencionada en el poema, remite a la circularidad de la vida y la muerte. La tierra baldía tiene como uno de sus ejes centrales la tríada vida/muerte/resurrección, el carácter circular de la existencia.
Después de la agonía en sitios pedregosos
El gritar y el chillar
Cárcel palacio y reverbero
(...)
Aquel que estaba vivo ahora está muerto.
En esta escena se describe la crucifixión de cristo. Todo se hace a través de deícticos sutiles. La agonía en sitios pedregosos da cuenta del sufrimiento de Jesús. La "Cárcel palacio y reverbero" no es otra cosa que el encarcelamiento de Cristo y su traslado al palacio frente a Poncio Pilato, quien tomó la determinación de hacerse a un lado y permitir la crucifixión. "Aquel que estaba vivo ahora está muerto" (v.328) refiere a la noche en que Cristo pierde la vida.
Sino ruido del agua encima de una roca
Donde canta en los pinos el zorzal ermitaño
plic ploc plic ploc ploc ploc ploc
Pero no hay agua.
"Nosotros que vivíamos ahora estamos muriendo" (v.329) había dicho la voz lírica antes de cerrar la escena de la crucifixión. Ese "nosotros" comienza ahora a vagar por el desierto, donde la falta de agua parece enloquecer a los peregrinos. La onomatopeya "plic ploc plic ploc ploc ploc ploc ploc" (v.357) aporta intensidad a la confusión propia del cansancio de los caminantes. Suena a agua sobre la roca, pero lamentablemente no es más que el canto de un zorzal ermitaño.
Estos fragmentos orillé contra mis ruinas
Entonces yo os encajo. Jerónimo está loco nuevamente.
Datta. Dayadhvam. Damyata.
Shanti shanti shanti.
El fragmento de las Upanishads —los textos religiosos y filosóficos del hinduismo— que toma Eliot para finalizar con su poema, "Datta. Dayadhvam. Damyata" (v.332), significa "Dad. Apiadáos. Séd compasivos". El mantra debería cerrar con la triple entonación del shanti antecedida por la sílaba mística Om. Sin embargo, Eliot deliberadamente se saltea esta sílaba. Om es el símbolo supremo del mundo entero, fuente prototípica esencial de todo orden y toda armonía. De este modo, su omisión transmite la idea de que no hay lugar para este orden: sus personajes y la voz poética no parecen encontrar más que imágenes rotas, comunicaciones fragmentarias y referencias oblicuas a la tradición literaria y la cultura occidental. Lo esencial no tiene lugar en el poema, ni siquiera en la final invocación de la paz.