"Todo el día sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con toda la boca abierta".
Así comienza "La gallina degollada". El narrador en tercera persona presenta de forma rápida y concreta a los personajes que justifican el relato: los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini. En la primera escena, los cuatro niños aparecen sentados en el banco del patio, inmóviles e inexpresivos. Como se verá luego, el banco será el lugar al que los hijos están confinados por sus padres, en un estado casi de total abandono.
"Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces alrededor del patio, mordiéndose la lengua y mugiendo. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en un banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón".
En este pasaje, el narrador describe el comportamiento de los cuatro niños idiotas, equiparándolos con animales. A lo largo del relato se produce una bestialización de los niños y se los excluye de la dinámica familiar. De esta forma, la distancia que existe entre el matrimonio y sus cuatro hijos se hace mucho más profunda.
"La criatura creció bella y radiante hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimo mes sacudiéronlo una noche convulsiones terribles y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico lo examinó con esa atención profesional que estaba visiblemente buscando la causa del mal en las enfermedades de los padres".
Así comienza el gran drama de la familia Mazzini-Ferraz: sus hijos varones sufren convulsiones alrededor del año y medio de vida y pierden todas sus facultades intelectuales. En este pasaje, se introduce también el tema de la herencia: el discurso científico intenta explicar el problema del hijo en la biología de los padres. Este es un rasgo que el cuento comparte con la literatura naturalista de la Argentina.
"—En cuanto a su herencia paterna, ya le dije lo que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar detenidamente".
Este es el diagnóstico del médico sobre la herencia de los progenitores. Como puede observarse, el discurso científico no se pronuncia directamente sobre cuál puede ser el problema, pero deja esbozado que se trata irremediablemente de una cuestión hereditaria.
"Mas por encima de su inmensa amargura quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la más honda animalidad no ya sus almas, sino el instinto mismo, abolido. No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse".
En un principio, la pareja cuida de sus cuatro hijos y trata de que estos aprendan los hábitos más indispensables, como caminar y comer. Finalmente, eso es todo lo que logran. Más allá de dichas respuestas elementales, los cuatro niños son incapaces de realizar otros aprendizajes.
"(...) en las inevitables reconciliaciones sus almas se unían con doble arrebato y ansia por otro hijo.
Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre.
Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusieron en su hija toda su complacencia, que la pequeña llevaba a los extremos límites del mimo y la mala crianza".
Este pasaje ilustra un cambio de orientación en la historia del matrimonio: la pareja logra concebir una niña que no sufre la misma enfermedad que sus hermanos mayores. Así, Bertita se convierte en el centro de atención de sus padres y crece como una niña malcriada y consentida.
"Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban casi todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia".
En este fragmento se presenta otro de los grandes temas del cuento: el abandono. Una vez que la hija del matrimonio supera los dos años y continúa sana, el matrimonio vuelca hacia ella todo su amor y sus cuidados, al tiempo que intenta olvidarse de sus hijos varones y los deja al cuidado de una sirvienta. Es tanto el rechazo que la pareja siente hacia sus hijos enfermos, a quienes contempla como si fueran monstruos, que termina excluyéndolos totalmente de las dinámicas familiares y los cuidados maternales y paternales.
"—¡Víbora tísica! ¡Eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos; mi padre o tu pulmón picado, víbora!"
Cada vez que Bertita se encuentra enferma, la pareja comienza una nueva discusión en la que ambos se echan la culpa por la enfermedad de los hijos varones. Así, la madre culpa a la familia de su esposo —en especial a su suegro, por padecer delirios— mientras que el esposo la culpa a ella por la afección pulmonar que tiene debido a la tuberculosis. Así, la herencia vuelve a figurar como uno de los temas principales del cuento.
"Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana mientras una creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco".
Animados por la visión de la sangre de la gallina, los cuatro hermanos salen de su letargo y avanzan hacia su hermana, con el objetivo de imitar a la criada. En este pasaje, el narrador continúa refiriéndose a los niños como si se tratara de animales, separándolos así definitivamente del resto de la familia y convirtiéndolos en los antagonistas del relato.
"—¡Mamá! ¡Ay, ma...!— No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo".
Motivados por la secuencia observada al mediodía, los cuatro hijos idiotas toman a su pequeña hermana como si fuera una gallina y la arrastran hasta la cocina para degollarla. El narrador, sin embargo, no describe el momento justo del asesinato, sino que se concentra en el instante previo y luego salta directamente a sus consecuencias: el relato finaliza cuando el señor Mazzini descubre el charco de la sangre de su propia hija en la cocina de su casa.