La literatura de folletín surge en el siglo XIX como un fenómeno de consumo masivo de obras de ficción publicadas en diarios y revistas. Con una población cada vez más alfabetizada, el fenómeno nace en Francia pero rápidamente se extiende por Europa y toda América. En Argentina, muchos escritores publican novelas por entrega en revistas semanales, entre las que destaca la famosa Caras y Caretas.
En un inicio, las obras publicadas en folletines presentan argumentos simples y personajes estereotipados. Los escritores, a menudo contratados directamente por el medio de comunicación, deben escribir a un ritmo vertiginoso para cumplir con los plazos de publicación, y muchas veces sus historias crecen sobre la marcha, sin correcciones de estilo ni la mirada de un editor que trabaje la obra en su conjunto y no de forma fragmentaria. Los cuentos, por su parte, deben ceñirse a las estrictas normas de publicación de la revista y satisfacer los temas más apreciados por sus devotos lectores.
Muchos de los cuentos de Horacio Quiroga son escritos siguiendo el formato y las condiciones de publicación de dichas revistas, y a ello se debe su extensión breve y, en muchos casos, su carácter melodramático. A partir de 1905 llega a publicar más de cien relatos en la revista Caras y Caretas, todos ellos ajustados a las exigencias formales de dicho semanario. En esta restricción de la extensión de sus relatos reside también el efectismo y el sensacionalismo de Quiroga; como él mismo solía indicar, no tenía más que pocas páginas (el límite de 1250 palabras) para impresionar al lector y conmocionarlo con sus historias. Publicada en 1909, "La gallina degollada" es un excelente ejemplo de este tipo de literatura.
Además de publicar sus cuentos, Horacio Quiroga trabajó como escritor fantasma para la ya mencionada Caras y Caretas y la revista Fray Mocho, y publicó en ellas una serie de novelas bajo el seudónimo de S. Fragoso Lima. Si bien el escritor nunca quiso reconocer la autoría de dichas novelas, los editores Martín Betancor y Alejandro Ferrari consiguieron probarla y las publicaron en una colección de seis novelas breves que van desde la aventura a la ciencia ficción y el relato policial.
Por estas razones, los cuentos de Quiroga, ligados al consumo popular de emociones, presentan a menudo un vínculo con la estructura de las noticias sensacionalistas propias de los diarios de la época, que buscaban un impacto directo en el lector. Esta relación no resulta sorprendente, puesto que Quiroga se había dedicado formalmente al periodismo y, como él mismo indicaba, su literatura no descansaba en el ornamento estético, sino que buscaba comunicar de forma concreta y pragmática.