Resumen
Nise y Celia llegan y escuchan las declaraciones de amor de Laurencio a Finea, lo que confirma sus sospechas de traición y engaño. Laurencio y Finea se dan cuenta de su presencia y reanudan la simulación. Nise increpa a Laurencio, pero este rebate las acusaciones, afirmando que Nise está buscando excusas para casarse con Liseo, a quien quiere en realidad. Nise aborrece a Laurencio por responder a sus quejas acusándola de traición, y Celia dice que Pedro “es tan ruin como su amo” (v. 2680). Luego, Nise le recrimina a Finea que, fingiendo ser boba, parece no comprender nada de lo que su hermana le dice.
En el medio de la riña llegan Otavio, Feniso y Duardo. Piensan que Finea ha vuelto a boba y se lamentan. Nise le pide a su padre que intervenga, prohibiendo la entrada de Laurencio a la casa, puesto que él es la razón de que Finea no se haya casado aún. Laurencio vuelve a escena y Otavio lo echa de la casa, mientras admite que se equivocó al enseñarle letras a su hija Nise. Laurencio dice que se irá con su esposa, Finea, revelando que aquella le juró casarse frente a tres testigos, Duardo, Feniso y Pedro. Los tres hombres confirman el hecho, por lo que Otavio decide ir a la Justicia para resolver el asunto. Sale, y van tras él Nise, Celia y, a pedido de Laurencio, también Duardo y Feniso.
Finea decide esconder a Laurencio y a Pedro en un desván, lo que encarga a Clara, que sale de escena junto a los dos hombres. Al regresar, Otavio pregunta por Laurencio y Finea responde que se ha ido a Toledo, y que ha jurado que no entrará más en la Corte. Como ve que los hombres se aprovechan de ella, Otavio le ordena a Finea que se esconda de ellos. Finea responde que hará lo que su padre manda usando de escondite el desván. Cuando llegan Liseo y Turín, Finea dice que se irá para que no ser vista por los hombres. Otavio aclara que puede ver a Liseo, pero Finea insiste en que no verá a ningún hombre que no sea su esposo, y así sale de escena.
Otavio le reclama a Liseo que se case con Finea, pero este le responde que no quiere a una mujer boba y que no le interesa la dote, por lo que le pide a Nise. Otavio responde que Nise se casará con Duardo, según convino con Miseno, quien ha arreglado el matrimonio en su nombre, y le da a Liseo un día para decidirse o marcharse de su casa. Luego, se retira. Turín le aconseja a Liseo que se case con Finea y, después, los dos salen de escena. Entran Finea y Clara, que aluden a lo que ha ocurrido en el desván, llamándolo “casa de amantes” (v. 2937).
Otavio, Feniso y Miseno llegan hablando del pedido de Liseo de casarse con Nise. Se encuentran con Finea, que insiste en irse al desván de nuevo porque hay hombres presentes, a pesar de que su padre le asegura que aquellos hombres con los que está quieren su bien, al mismo tiempo que intenta comunicarle que ha resuelto casarla con Feniso. Finea sale y entran Liseo, Nise y Turín. Nise ha decidido aceptar a Liseo, ya que su padre lo aprueba. Liseo vuelve a declarar su amor por Nise, y esta admite que se ha rendido. Llega Celia y cuenta que vio a Clara llevando abundante comida hacia el desván, por lo que la siguió y llegó a ver, antes de que cierren la puerta, que tendía unos manteles para ella, Finea y dos hombres.
Otavio confronta con espada en mano a Laurencio, Finea, Clara y Pedro. Laurencio y Finea tratan de calmar su enfado anunciando que ya son marido y mujer. Miseno le aconseja a Otavio que resuelva lo más conveniente, aceptando el casamiento de Laurencio con Finea y de Liseo con Nise, a lo que Otavio accede. A su vez, Finea le ofrece a Pedro la mano de Clara, y Nise, la de Celia a Turín. A modo de burla, Feniso dice que se casará con Duardo, quien anuncia a los espectadores el fin de La dama boba.
Análisis
En el desenlace de la obra, las acciones vuelven a ser vertiginosas, con personajes entrando y saliendo de escena constantemente. La que dirige los hilos de la acción en la resolución final es la dama boba, que de boba ya no tiene nada, salvo la simulación de que lo es. Ahora el espectador no se ríe de ella, sino con ella.
Laurencio continúa desplegando su ingenio al hacerse el ofendido frente a Nise. La ironía, que la propia Nise remarca, es que Laurencio le reprocha el haber mudado de amor, cuando es él quien la cambió por su hermana:
Laurencio: ¡Qué presto te persuades
y de engaños te aprovechas!
¿Quérrás buscar ocasión
para querer a Liseo,
a quien ya tan cerca ves
de tu boda y posesión?
[…]
Nise: ¡Bien me dejas!
¡Vengo a quejarme, y te quejas!
(vv. 2661-2666, 2672-2673)
Nise funciona en el drama como una contrafigura de Finea. Es la dama ingeniosa la que termina siendo engañada, y la que debe resignarse a aceptar un pretendiente que no quería. Sus altos conceptos del amor, que ha aprendido de sus lecturas, chocan con una realidad más materialista, en la que el dinero mueve el interés de su amado, y en la que debe resignarse a aceptar a Liseo por despecho:
y como mi padre agora [sic]
venga bien en que seas mío,
yo me doy por tuya toda
que en los agravios de amor
es la venganza gloriosa.
(vv. 3032-3036)
Otavio, que tiene el objetivo de casar bien a sus hijas, reconoce haber educado mal a la discreta Nise. Sus reflexiones en el drama dan a entender que hacer a una mujer docta en lecturas no la convierte en una buena esposa. Por eso, Otavio termina desdeñando cualquier tipo de aprendizaje o cortejo literario: “No quiero más poesías / los sonetos se acabaron” (vv. 2763-2764).
Al fingirse boba, Finea consigue que su padre le ordene alejarse de los hombres, lo que ella interpreta, intencionadamente, al pie de la letra. Eso le da una excusa para alejarse apenas ve llegar a un hombre, no importa quién sea, y así consigue que su padre le permita encerrarse en el desván, donde ha escondido a Laurencio. La situación es motivo de risa porque el espectador sabe lo que Otavio desconoce, y cuando Finea afirma que “no me ha de ver hombre más, / sino quien mi esposo fuere” (vv. 2877-2878), en realidad no está mintiendo, porque Laurencio, a quien ve en el desván, terminará siendo su marido. Más adelante, Finea y Clara tiene un diálogo sobre el desván, que podría aludir a la intimidad amorosa –y tal vez, sexual– de los personajes en aquel espacio. Esto insinúa Clara, que, como es un personaje de la clase servil, tiene permitido decir verdades provocadoras: “En el desván, una dama / por una hora de discreta / pierde mil años de fama” (vv. 2971-2973).
Cuando Otavio descubre el engaño de Finea y de Laurencio, no tiene más remedio que aceptar el casamiento para preservar el honor de su familia. Luego reconoce que su hija ha obtenido lo que quiere, llamándola con el oxímoron de “boba ingeniosa” (v. 3164). De esta manera, la comedia concluye con una situación contraria a la inicial: con las parejas pretendidas intercambiadas, y con la conversión de Finea en dama ingeniosa y de Nise en dama necia o engañada. En el plano de los personajes de estrato bajo, Pedro y Turín se casan con Clara y Celia, respectivamente, correspondiendo así a las resoluciones amorosas de sus amos. Esto permite que todos, de alguna forma u otra, obtengan el final feliz al que aspira cualquier persona de la sociedad de aquel tiempo: un buen matrimonio. Los únicos personajes que salen perdiendo son Fineo y Duardo, que pretendieron a las dos damas con el objetivo de intrincar la comedia de enredos.