Está la discreción de una casada
en amar y servir a su marido;
en vivir recogida y recatada,
honesta en el hablar y en el vestido;
en ser de la familia respetada,
en retirar la vista y el oído,
en enseñar los hijos, cuidadosa;
preciada más de limpia que de hermosa.
¿para qué quiero yo que, bachillera,
la que es propia mujer concetos [sic] diga?
Esto de Nise por casar me altera;
lo más, como lo menos, me fatiga.
La descripción que realiza Otavio sobre el modelo de esposa ideal se corresponde con los preceptos que dicta la nobleza sobre el rol de la mujer. Si bien se describe a Nise como una doncella discreta por tener buenos modales y ser sabia, Otavio ofrece aquí otra idea de discreción: la que transmite la esposa servicial y honesta, que sabe hablar y vestirse con decoro, no ver ni oír más de lo que debe y dedicar su vida al cuidado de los hijos, de la casa y del marido. Nise, como “bachillera”, no aplica a este modelo de esposa ideal, lo que su padre critica al señalar lo difícil que le resulta casarla, porque, si bien es admirada por su inteligencia, de nada sirve como esposa que “diga conceptos”.
Ningún hombre nacido a pensar viene
que le falta, Miseno, entendimiento,
y con esto no busca lo que tiene;
ve que el oro le falta y el sustento,
y piensa que buscalle le conviene,
pues como ser la falta el oro entienda,
ceja el entendimiento y busca hacienda
Aquí, otra vez en boca de Otavio, tenemos una definición sobre lo que espera el hombre de una mujer, lo que pone de nuevo en cuestión la utilidad del conocimiento culto de su hija Nise para contraer matrimonio. Si bien antes había descrito los atributos de la esposa ideal, aquí sostiene que el hombre se fija más en la dote de una mujer que en su entendimiento, porque solo le interesa tener lo que a él le falta. En este sentido, afirma que el hombre, por el simple hecho de serlo, ya posee entendimiento suficiente, y por eso no buscará que su esposa sea tan inteligente como él. Estas palabras encajan bien con el interés de Laurencio por Finea, y no tanto con el interés de Liseo por Nise, pues a este no le importa tanto la dote, dado que posee hacienda suficiente.
La calidad elementar resiste
mi amor, que a la virtud celeste aspira
y en las mentes angélicas se mira,
donde la idea del calor consiste.
No ya como elemento el fuego viste
el alma, cuyo vuelo al sol admira;
que de inferiores mundos se retira
adonde el serafín ardiendo asiste.
No puede elementar fuego abrasarme.
La virtud celestial que vivifica
envidia el verme a la suprema alzarme;
que donde el fuego angélico me aplica,
¿cómo podrá mortal poder tocarme,
que eterno y fin contradición implica?
El soneto que recita Duardo en el primer acto sintetiza poéticamente la concepción neoplatónica del amor que desarrolla La dama boba. Propone una tensión, una lucha, entre el amor del mundo inferior o sensible, el que tiene una calidad elemental o material –el fuego de la pasión, que quiere reducir a brasas al amante– y el amor del mundo superior, aquel que poseen los serafines y los ángeles, donde el calor del amor no es materia, sino una idea. El “fuego angélico” es una aspiración espiritual del enamorado, que pasa por diferentes estadios: el terrenal (el fuego que está en el ser humano), el celestial (el sol que calienta y vivifica) y el seráfico (el calor como entendimiento). Duardo se lo explica a Nise más adelante, diciendo que son tres fuegos los que señalan el camino:
Calidad elementar
es el calor en nosotros,
la celestial es virtud
que calienta y que recrea,
y la angélica es la idea
del calor.
(vv. 557-562)
En el último estadio, el que ama accede a contemplar la hermosura divina.
Hermoso sois, sin duda, pensamiento,
y aunque honesto también, con ser hermoso,
si es calidad del bien ser provechoso,
una parte de tres que os falta siento.
Nise, con un divino entendimiento,
os enriquece de un amor dichoso;
mas sois de dueño pobre, y es forzoso
que en la necesidad falte el contento.
Si el oro es blanco y centro del descanso,
y el descanso, del gusto, yo os prometo
que tarda el navegar con viento manso.
Pensamiento, mudemos de sujeto;
si voy necio tras vos y en ir me canso,
cuando vengáis tras mí, seréis discreto.
En este soliloquio, Laurencio personifica su pensamiento para dirigirse a él y pedirle que cambie amar a Nise por amar a Finea. Si bien reconoce que el “divino entendimiento” de Nise enriquece su amor, haciendo hermoso su pensamiento, objeta una falta, que tiene que ver con la necesidad de contento y de descanso que solo puede dar el dinero. De esta forma, justifica la necesidad de “mudar de sujeto” como parte de una realización personal que está atada a su circunstancia económica. Cuando dice “ser de dueño pobre” se refiere a la propia Nise, que no puede brindarle la dote que necesita para “navegar” la vida “con viento manso”. Este cambio de amores sería poco adecuado en un drama trágico, pero funciona bien dentro de la lógica que moviliza a la comedia de enredos, en la que los personajes van mudando de parecer para intrincar la trama.
Amor, señores, ha sido
aquel ingenio profundo
que llaman alma del mundo,
y es el dotor [sic] que ha tenido
la cátedra de las ciencias;
porque solo con amor
aprende el hombre mejor
sus divinas diferencias
En la obra, el Amor es una entidad superior capaz de transformar al ser humano y dotarlo de entendimiento. De esta forma, es el único “doctor” que enseña las verdades celestiales que necesita el ser humano para su realización espiritual. Esto lo dice Laurencio, que es el único maestro del que Finea adquiere conocimiento mientras aprende a amarlo. Por lo tanto, el drama hace de Laurencio un medio por el cual el Amor se manifiesta como agente de cambio y de aprendizaje.
¡Ay, Laurencio, qué buen pago
de fe y amor tan notable!
Bien dicen que a los amigos
prueba la cama y la cárcel.
Yo enfermé de mis tristezas
y, de no verte ni hablarte,
sangráronme muchas veces.
¡Bien me alegraste la sangre!
Por regalos tuyos tuve
mudanzas, traiciones, fraudes.
Nise manifiesta su despecho con ironía, acusando a Laurencio de haberle traicionado mientras ella estaba enferma por las desdichas que el mismo amor de Laurencio le habían generado. En este sentido, la enfermedad de Nise puso a prueba a Laurencio, al que se refiere con sarcasmo, diciendo que su “notable” amor le dio por obsequio el engaño y el desamor. Este despecho es el punto de partida de los celos que carcomen al personaje, que debe disputar su interés amoroso con su hermana.
Yo no entiendo cómo ha sido
desde que el hombre me habló,
porque, si es que siento yo,
él me ha llevado el sentido.
Si duermo, sueño con él;
si como, le estoy pensando,
y si bebo, estoy mirando
en agua la imagen dél.
¿No has visto de qué manera
muestra el espejo a quien mira
su rostro, que una mentira
le hace forma verdadera?
Pues lo mismo en vidrio miro
que el cristal me representa.
Estas palabras de Finea ponen de manifiesto cómo el sentimiento de amor transforma su conciencia, dándole la inteligencia que antes le era completamente ajena. En primer lugar, a pesar de no entender del todo cómo ocurrió, Finea reconoce que su amado es quien le ha otorgado el “sentido” que a su intelecto le faltaba. A continuación, expresa un lenguaje característico de la persona enamorada, que dice ver y sentir a su amante en todo momento y circunstancia. Los últimos versos dan cuenta de la adquisición de un pensamiento complejo, puesto que Finea es capaz de concebir la imagen que se refleja en un espejo como imagen y no como realidad. Esto contrasta con cómo había confundido, en el primer acto, el retrato de Liseo con el Liseo de carne y hueso. Ahora Finea es capaz de discernir apariencia de realidad, y a su propio ser del ser amado con el que su yo enamorado se fusiona.
¿Quién le mete a una mujer
con Petrarca y Garcilaso,
siendo su Virgilio y Taso
hilar, labrar y coser?
Ayer sus librillos vi,
papeles y escritos varios;
pensé que devocionarios,
y desta suerte leí:
Historia de dos amantes,
sacada de lengua griega;
Rimas, de Lope de Vega;
Galatea, de Cervantes;
el Camões de Lisboa,
Los pastores de Belén,
Comedias de don Guillén
de Castro, Liras, de Ochoa.
Las referencias literarias que aparecen en La dama boba aluden a autores y libros conocidos por el espectador contemporáneo. Son lecturas de las que Nise aprende lo que es el amor, y que la alejan de lo que Otavio pretende que su hija sea: una buena esposa. Si bien él mismo admite, más adelante, que incentivó la lectura en su hija porque creía que “la mujer prudente / con saber medianamente / le sobra la discreción” (vv. 2760-2762), el peligro radica en que ella olvide los deberes que le corresponden como ama de casa, tal como el hilar, labrar y coser. Por eso, Otavio va a renegar de la educación docta de su hija Nise al comprender que le dio menos oportunidades de casarse bien que a la necia, pero de buena dote, Finea.
Nise
¿El alma piensas quitarme
en quien el alma tenía?
Dame el alma que solía,
traidora hermana, animarme.
Mucho debes de saber,
pues del alma me desalmas.
Finea
Todos me piden sus almas:
almario debo de ser.
Toda soy hurtos y robos.
Montes hay donde no hay gente:
yo me iré a meter serpiente.
Esta parte de la disputa entre hermanas, en la que Finea finge ser la boba que era antes, demuestra cómo el diálogo produce comicidad por medio del juego verbal. Nise desarrolla la idea neoplatónica de que el alma de quien ama vive fundida con la del ser amado, y por eso le dice a Finea que, al quitarle a Laurencio, la ha desalmado. Finea, por su parte, trata el alma como una cosa tangible, que se puede quitar y robar como se quita y roba un objeto, y confunde la derivación de la palabra “alma” diciendo que ella es un “almario”; es decir, un armario donde se guardarían las almas. De esta forma finge su bobería, aunque cuando dice que se esconderá yendo a donde se mete una serpiente, revela sutilmente que no es ajena al uso metafórico de las palabras.
Conozco que tu persona
merece ser estimada;
y como mi padre agora [sic]
venga bien en que seas mío,
yo me doy por tuya toda;
que en los agravios de amor
es la venganza gloriosa.
Con estas palabras, Nise comunica que ha decidido aceptar el amor de Liseo. Afirma que el caballero es una persona digna de estima, y que ha sido aprobado por su padre, lo que la pone en condiciones de decir que ahora ella es de su amado, sugiriendo que corresponde a su amor. Sin embargo, no parece que Nise se estuviera entregando a Liseo por amor, sino más bien por la conveniencia de aceptar como marido a un hombre que la pretende. Asimismo, sostiene que su intención es tomar represalias por el desamor que ha sufrido amando a Laurencio. Por eso, cuando Turín le pregunta qué tipo de enamorada es, Nise responde: “¿No basta decir que estoy / rendida?” (vv. 3071-3072), lo que se puede interpretar en un doble sentido: de que se ha rendido ante el amor de Liseo amándolo ella a él, o que ha renunciado a su idea de casarse por amor.