Resumen
Duardo, Laurencio y Feniso dialogan. Cuentan que ha transcurrido un mes desde el primer encuentro entre Liseo y Nise, pero el casamiento aún no se ha concretado. También mencionan que Nise estuvo enferma, y que Finea parece menos boba que antes. Laurencio dice que el amor le ha enseñado a Finea a ser más sabia. Los hombres vuelven a alabar el entendimiento de Nise, lamentando que su ingenio no sea valorado.
Entran Nise y Celia hablando entre ellas. Nise dice que el amor busca primero el alma antes que el dinero. Los tres hombres celebran que Nise ya se encuentre bien de salud y vuelven a pronunciar palabras galantes. Nise agradece los elogios y pide estar a solas con Laurencio. Cuando Duardo y Feniso se marchan, Nise le reprocha a Laurencio su mudanza de pensamiento, acusándolo de engañador e inconstante. También señala que ha elegido a Finea por el oro que él no tiene. Laurencio trata de defenderse, pero Nise acude a Celia, quien revela que el caballero le ha dicho halagos a Finea, y que Pedro ama a Clara. Nise continúa recriminándole y le dice que, como venganza, hará que su hermana se case pronto con Liseo.
Laurencio agarra a Nise con intención de detenerla, y está por hablar cuando entra Liseo. Al ver cómo Nise recrimina el maltrato de Laurencio, Liseo lo confronta, diciéndole que quiere hablar con él detrás del convento de los Recoletos. Laurencio acepta y se va tras de él, no sin antes lamentarse de que Finea, por ser boba, debió mostrar los papeles que atestiguan su cortejo durante la enfermedad de Nise.
Entran en escena Finea y un maestro de danza. Finea se queja de tener que aprender a danzar y le pide al maestro que le traiga un tamboril. El maestro considera que aquel es un instrumento vil, pero acepta traerlo para seguirle el humor. Finea dice que no quiere aprender con él, porque los maridos enseñan mejor. El maestro la acusa de “mentecata” y Finea pregunta qué significa la palabra. Este le responde que una mentecata es “una dama que trata / con gravedad y rigor / a quien le sirve” (vv. 1416-1418). Finea se llama a sí misma mentecata y, luego, el maestro se retira.
Llega Clara y le avisa a Finea que Laurencio le dio un papel para ella que, sin querer, se le cayó al fuego, por lo que ahora se lee solo una parte del escrito. Entra Otavio, quejándose para sí de que Finea no pueda aprender a danzar ni a leer. Finea lo llama “mentecato”, explicando el sentido de la palabra que le dio el maestro, a lo que el padre le responde que no crea todo lo que le dicen. Finea le pide a Otavio que lea el papel de Laurencio que ella no puede leer. En él, el caballero dice que ha pasado toda la noche pensando en la hermosura de la doncella. Enfadado, Otavio le pregunta a Finea si ha pasado algo más entre Laurencio y ella, y esta le dice que aquel le dio un abrazo. Otavio se lamenta de que se esté poniendo en riesgo su honor, y luego le dice a Finea que solo se debe dejar abrazar por su marido. Finea promete obedecer.
Análisis
En el inicio del Acto segundo, la conversación entre los tres caballeros nos permite recuperar información importante de lo que transcurrió entre un acto y el otro. El hecho de que señalen que ha pasado un mes es un elemento innovador de la comedia de Lope, que rompe con la unidad de tiempo convencional del teatro de aquel tiempo, cuyas acciones transcurrían en un lapso de no más de 24 horas. Ese mes que pasó es un tiempo necesario para que sean verosímiles los cambios que sufren los personajes, en especial Finea, que empieza a mostrar indicios de que está dejando de ser la dama boba.
La enfermedad que ha padecido Nise en aquel mes señala el desamor que sufre el personaje. Despechada, le recrimina a Laurencio que haya cambiado de amor, remplazándola a ella por su hermana. Sus celos se manifiestan en las palabras hirientes que le dedica –“fingido, fácil, / lisonjero, engañador, / loco, inconstante, mudable” (vv. 1234-1236)– y en lo orgullosa que se muestra al poner en valor su inteligencia por sobre la dote que tiene Finea, y que Laurencio eligió:
Pero bien haces:
tú eres pobre; tú, discreto;
ella, rica y [sic] ignorante;
buscaste lo que no tienes,
y lo que tienes dejaste.
Discreción tienes, y en mí
la que celebrabas antes
dejas con mucha razón,
que dos ingenios iguales
no conocen superior.
(vv. 1249-1257)
Los caballeros que Nise rechaza, Feniso y Duardo, también se muestran celosos, pero no por eso dejan de ser galantes con la dama; así lo manifiesta Duardo, que reconoce el interés de Nise por Laurencio: “Yo haré / un ramillete de fe, / pero sembrado de celos” (vv. 1228-1230).
Antes de que aparezca Finea, los personajes nos cuentan que ya no es tan boba como antes. Es entonces cuando Laurencio desarrolla el tema central de la obra: el amor como acceso al entendimiento por su poder educador. Así, caracteriza el amor como “aquel ingenio profundo / que llaman alma del mundo” (vv. 1080-1081), y que le dio al hombre “el deseo de saber” (v. 1097). En este sentido, el amor es una fuerza que le da inteligencia al ser humano para que este aprenda a realizar sus propios conceptos y reflexiones:
della nació al admirarse,
y de admirarse nació
el filosofar, que dio
luz con que pudo fundarse
toda ciencia artificial.
(vv. 1091-1094)
Finea está empezando a recibir las enseñanzas del amor, de las que sí aprende, a diferencia de lo que ocurre con los otros maestros. Aquí también vuelve a aparecer el motivo de las lecciones que debe tomar toda dama noble, como la danza. En esta situación, Finea se muestra tan boba como siempre: no solo no quiere y no puede aprender a bailar, sino que también es presa de las burlas de su maestro, que le miente acerca del significado de la palabra “mentecato”. La burla mueve a risa porque Finea utiliza el término para describirse a sí misma y para referirse luego al padre. Pero ella también empieza a notar que aprende más de su amado que de cualquier otra persona: “Persíguenme todo el día / con leer, con escribir, / con danzar, ¡y todo es nada!... / Solo Laurencio me agrada” (vv. 1428-1431).
No obstante, su ignorancia todavía le juega en contra, puesto que no sabe fingir frente a su hermana y su padre, motivo por el cual los demás se enteran de las intenciones de Laurencio. Este le ha dado escritos en los que confiesa su amor, y que Finea le termina mostrando a su padre, sin comprender que así se expone a revelar un cortejo indebido. Otavio siente que peligra su honor, pero que de nada sirve castigar a su hija boba. Por eso solo le ordena que no reciba abrazos que no sean de su marido.
Otra situación típica de la comedia de enredos es el pleito entre Laurencio y Liseo, que se dan citan detrás del convento de los Recoletos, situado en las afueras de Madrid. En aquella época, aquel espacio era conocido como lugar en donde los caballeros se retaban secretamente a duelo, lo que estaba prohibido por ley. Como veremos a continuación, la tensión que podría generar el desenlace trágico de este enfrentamiento se resuelve de forma cómica, puesto que los personajes, en vez de pelear, deciden ayudarse mutuamente.