Final del juego

Final del juego Resumen y Análisis “El ídolo de las Cícladas”

Resumen

El relato comienza con el encuentro entre Somoza y Morand en el estudio de Somoza en las afueras de París, devenido taller de esculturas. Somoza es un arqueólogo argentino y Morand es parisino. Morand piensa que Somoza se estaba volviendo loco. Cuando mira la estatuilla que Somoza tenía ubicada en un altar, recuerda la tarde del descubrimiento. Hacía dos años habían desenterrado en una isla griega una estatuilla de mármol que era la imagen de una divinidad de la época griega de las Cícladas. Desde el comienzo, Somoza tiene un encuentro particular con el objeto, les dice que siente un contacto, una llamada. Durante ese viaje, Thérèse, la mujer de Morand, le muestra en un descuido sus pechos a Somoza y Morand estalla de celos. Thérèse se enoja por el control que Morand sujeta sobre ella. En una ocasión, cuando Morand sorprende a Somoza mirándola, deciden volver a París lo antes posible para evitar las tensiones. En la ciudad siguieron viéndose pero exclusivamente por motivos laborales, sin la presencia de Therese.

En el taller, Somoza le cuenta a Morand que había echado a la mujer que iba a limpiar su casa. Parece cada vez más aislado, tiene muchas réplicas de la estatuilla en los estantes. Morand había estado de acuerdo con que Somoza se quedara con la estatuilla un tiempo, hasta que fuera posible venderla -el plan era venderla ilegalmente pero tenían que esperar unos años. Se menciona que hay mucho no dicho entre ellos.

Somoza se fanatiza con la estatuilla y se obsesiona con la idea de que “la intimidad con una de esas huellas podía enajenar, alterar el tiempo y el espacio, abrir una fisura por donde acceder a” (2016:70). Piensa que la estatuilla debía estar cargada de las fuerzas de la religión ya desaparecida. Intenta buscar en este objeto una manera de comunicarse con otro mundo maravilloso, el del pueblo que había adorado a esta diosa. Le explica a Morand que “siempre sentí que la piel estaba todavía en contacto con lo otro” (2016:73). El arqueólogo argentino suena como un loco para el pensamiento racional de Morand. Somoza le dice que le hubiera gustado que él y Thérèse lo hubiesen acompañado la noche en que llegó. Era la primera vez que la nombraba en dos años. Morand se pregunta si no debería haberle pedido a Thérèse que fuera con el doctor Vernet. Ella estaba en camino. Morand dice que quiere tomar una copa. Somoza le indica que se sirva whisky pero aclara que él no tomaría porque tenía que ayunar antes del sacrificio. Morand pregunta qué sacrificio. Somoza responde “el de la unión” (2016:74) y continua con un relato inentendible. Le explica que había ganado familiaridad con Haghesa y que había atravesado una barrera. Morand le pide que dejara de decir tonterías. Somoza se saca la blusa y los pantalones. Morand entiende que su obsesión y su manía estaban explotando. Somoza se pierde contemplando un punto fijo y le cae un hilo de saliva de la boca. Morand piensa en huir. Descubre que Somoza tiene un hacha en la mano y comprende que él es la víctima. Le pregunta si él tenía que donar su sangre por el pacto con Haghesa. Somoza no responde pero empieza a acercarse formando un círculo, como si siguiera un plan.

Morand le pregunta por qué tiene que hacer toda esta escena si los dos entendían que esta venganza era por Thérèse. Le dice que no le serviría porque ella no lo iba a querer nunca. Cuando Somoza levanta el hacha, Morand logra hacerse a un lado por su entrenamiento físico. Somoza gita y termina con el hacha clavada en la mitad de la frente.

Morand vomita en un rincón del taller. Bebe whisky y piensa que Thérèse estaría por llegar. Piensa que tiene que llamar a la policía y explicarse. Podía justificarlo como defensa propia, por las excentricidades de Somoza, su locura y su alejamiento del mundo. Sin embargo, moja sus manos en la sangre del muerto. Piensa en esperar a Thérèse afuera para que no viera el espectáculo terrorífico pero toma el hacha y la saca de la cabeza del sacrificado. Se saca la ropa. Escucha el ruido del taxi y la entrada de Thérèse. Apaga la luz, lame el hacha y espera para sacrificar a su amada.

Análisis

Este cuento fantástico presenta a un triángulo amoroso. Somoza está enamorada de Thérèse, que es la pareja de Morand, su amigo. Es interesante cómo Morand considera que los celos que siente Somoza son el motor que mueve su obsesión. Cuando el arqueólogo argentino se acerca con un hacha a sacrificarlo, Morand considera que esos eran celos disfrazados de ritual. Es una interpretación racional de los modos fantásticos que propone Somoza. Sin embargo, el final del cuento comprueba que lo fantástico se sigue cumpliendo. Luego de matar al argentino, Morand se escapa de la lógica racional y se prepara para sacrificar a su novia.

Somoza sufre una transformación, un especie de metamorfosis. Cambia su rol de arqueólogo por el de sacrificante, transforma su lógica racional en cierto fanatismo. Desde el comienzo Morand describe que sus explicaciones estaban “más allá de la inteligencia” (2016:67). Todo comienza con su acercamiento casi poético o intuitivo con la estatuilla.

Cortázar, en sus clases en la universidad de Berkeley, declara que este cuento “muestra una forma de lo fantástico ingresando en la vida cotidiana de la gente y cumpliéndose de una manera que no puede ser evitada” (2013:75). Hay cierta fatalidad en el desenlace, como si fuese el destino de quien entra en comunión con esa estatuilla el de generar un sacrificio.