Más a detalle:
"La estufa y la salamandra", la primera de las tres partes que componen Fahrenheit 451, relata cómo Montag realiza que está infeliz y vacío; también marca el principio de la búsqueda de un cambio de vida. En esta parte, Bradbury adelanta la amplia idea de que sin libertad para buscar la verdad, es imposible encontrar la verdadera satisfacción. Esta idea viene expresada mediante el contraste claro entre los tres personajes principales que encontramos en esta sección. Millie ignora y se desinteresa de su capacidad de tener un pensamiento original. Se siente tan miserable que huye de la realidad, sumergiéndose constantemente en su radio-caracol y en la televisión de 3 paredes y haciéndose adicta a sus píldoras para dormir. Lamentablemente, Millie ni siquiera admite su propia insatisfacción y niega haber intentado suicidarse.
En cambio, Clarisse es verdadera- y perfectamente contenta con su vida. Le da curiosidad el mundo y pone mucha atención en la naturaleza, en la construcción social y en el comportamiento de la gente a su alrededor. Clarisse viene de una familia en la cual se sientan a hablar un buen rato, una práctica que a Montag le asombra. Desgraciadamente, Clarisse termina víctima de un coche de turbinas, un elemento de la sociedad que tanto despreciaba.
Finalmente, Montag representa el término medio entre este dos extremos. Aunque antes pensaba que estaba feliz, Montag realiza que la sociedad no es perfecta, a diferencia de lo que muchos piensan. Gracias a su amistad con Clarisse, descubre un sentido de curiosidad y sed por el conocimiento que nunca había sospechado. Primero a través de Clarisse y luego a través de los libros, Montag emprende la ruta de la libertad y de la felicidad.
En Fahrenheit 451, Bradbury utiliza la quema de libros como un símbolo del poder de la censura llevada en una sociedad futurista. A través de la novela, parece lanzar una alerta acerca de lo que puede pasarle a una sociedad que permite que prevalezcan las alteraciones del anti-intelectualismo y de la tecnología. Escrita poco después de la segunda guerra mundial, el capítulo proporciona un destello del camino que hubiera podido tomar el mundo si las potencias del eje de Hitler hubieran ganado la guerra. Al mismo tiempo, Bradbury alude al desenfrenado Macartismo en el ambiente político estadounidense en aquel momento. El “Comité de Actividades Antiestadounidenses” listaba libros de textos a “evaluar” y McCarthy acusaba a muchos hombres y mujeres involucrados en las artes, incluso autores muy conocidos, de ser comunistas y por extensión, de ser peligros a la ideología de la nación, quitándoles toda oportunidad de trabajo legal y en muchos casos metiéndolos presos o deportándolos a su país de origen.
“La estufa y la salamandra” introduce muchos símbolos que mantienen su importancia a lo largo de la novela. El símbolo del libro, el más temido y denigrado enemigo del Estado, es significativo. Los libros representan el conocimiento y la conciencia, pero son ilegales. Cuando los encuentran, los queman, al igual que las casas en los cuales estaban almacenados. Aun así, Montag se encuentra a él mismo atraído por ellos y se pregunta qué es lo que lleva a los dueños de los libros - como es el caso de la anciana - a quemarse ellos mismos junto con sus sagradas posesiones en vez de dejarlas atrás. En el primer párrafo, Bradbury compara las páginas de los libros que se queman con el aleteo de las palomas. Esta pronta alusión a los pájaros y vuelos habla de la habilidad de los libros para viajar e incitar a la libertad.
El título del capítulo, “La estufa y la salamandra”, alude a las imágenes del fuego, herramienta de destrucción que censura el conocimiento y las ideas. La estufa es donde el fuego se prepara y quema más fuerte. En cambio, la salamandra es una lagarta con fama de sobrevivir en las llamas, representa de esta manera la resistencia del pensamiento libre al fuego. Montag se parece a la salamandra ya que aún rodeado de llamas, lucha contra la censura. El fuego representa la purificación ya que la sociedad lo usa para deshacerse de lo que considera indeseable. Los libros y los lugares donde están escondidos son erradicados por el fuego, esfumados de la existencia, para que no contaminen la sociedad. En su larga conversación con Montag, el Capitán Beatty menciona la costumbre común de incinerar inmediatamente los muertos para que la sociedad no cargue con cuerpos en descomposición, ni con los memoriales y el dolor que se asocia con ellos. Después, habiendo percibido la verdad acerca de la sociedad en la que vive, Montag identifica el fuego con una forma de opresión, un medio para reprimir el conocimiento de los libros. El fuego representa también conciencia y memoria. Tras agradecer al bombero, la anciana, que más adelante se va a quemar hasta la muerte junto con sus libros como un mártir por el pensamiento libre, cita al Obispo Hugh Latimer, que fue quemado por herejía en el siglo XVI: “[...] hoy nos encenderemos como velas, por la Gracia de Dios, en Inglaterra, de tal forma que confío en que nunca se apagarán”. Esta cita suena apropiada para Montag que lamenta después: “¿Has visto alguna vez una casa en llamas? Arde por días. Bueno, este fuego me durará el resto de mi vida.” El fuego es también importante por sus poderes de transformación. En el primer párrafo de la novela, el autor hace referencia al placer que toma Montag al ver las cosas cambiar bajo el efecto del fuego. De la misma forma, Montag sigue cambiando con cada fuego que enciende.
El agua, la fuerza opuesta al fuego, toma sentido como metáfora de la huida. Millie, siempre buscando cómo huir de la posibilidad de pensar, utiliza su radio-caracol para entretener su cerebro en la noche como “un océano electrónico de sonido […] que golpeaba y golpeaba la costa de aquella mente en vela. […] Todas las noches entraban las olas, y sus grandes mareas de sonido llevaban a Mildred flotando y con los ojos abiertos hacia la mañana. No había pasado una sola noche en estos dos últimos años sin que Mildred no se hubiese bañado en ese océano [...]” (p.23). Montag acabó encontrando también un escape a través del agua pero está huyendo de una sociedad opresiva y no de la realidad. Después de haberle preguntado a Clarisse acerca de lo que la motiva a caminar bajo la lluvia y a atrapar gotas de agua en su boca, Montag empieza a cuestionarse a sí mismo, su carrera y su matrimonio. Mientras hace esto, Montag inclina la cabeza hacia atrás y por primera vez, toma gotas de lluvia.
Además, hay alusiones a lo largo de “La estufa y la salamandra” del ojo entremetido de la opresión que monitorea a la gente que vive en esta distopía. Cuando los técnicos bombean el estómago de Millie, Montag se da cuenta de que usan una herramienta que se parece a una retorcida cobra mecánica con un sólo ojo. El Capitán Beatty personifica la opresión intrusiva: sabe que Montag está enfermo y que está guardando libros sin que se lo hayan dicho. El Sabueso Mecánico, con su capacidad para rastrear y destruir a la gente gracias a su olor, es un símbolo más del Estado totalitario en estado constante de observación de la población. Incluso Clarisse le recuerda a Montag ingenuamente que hay “un hombre en la luna”