Más a detalle:
En “El tamiz y la arena”, somos testigos de la evolución del conocimiento de Montag. El título de esta sección sirve de metáfora que alude a la frustración que siente Montag al no ser capaz de captar inmediatamente lo que es verdadero en el mundo. A través de lo recordado por el mismo personaje en el tren, el lector ve a Montag como un muchacho joven tratando de llenar desesperadamente un tamiz con arena, una tarea imposible. Asimismo, Montag está frustrado por verse a sí mismo como una suerte de tamiz incapaz de retener lo que lee de la Biblia aunque lo intente con frenesí. A escala más grande, se hace evidente que no son sólo las palabras de la Biblia sino la verdad en general que Montag encuentra difícil de alcanzar. De la misma manera, lo frustra no poder sentirse pleno o entero él mismo. Al contrario, Millie y otros como ella son un tamiz, incapaces y reticentes a captar información incluso cuando se las ponen fácilmente a su disposición.
La introducción del personaje Faber en la novela es bastante significativa. El anciano representa el conocimiento en sí. Es educado y realiza que la prohibición y la quema de libros hace menos tolerante a la gente. Muchas de las imágenes asociadas con Faber incluyen el color blanco - sus paredes, su piel, pelo, barba, sus ojos - todo viene descrito con blanco. De tal forma que el personaje viene retratado como puro y no corrompido por la tecnología que ha manchado las mentes y personalidades de tantos otros. Faber es comparado con el agua, un elemento limpiador y renovador que, cuando se combina con el fuego - asociado con Montag - debería, idealmente, hacer crecer el “vino” de la verdad y del conocimiento.
Es irónico que Faber le diga a Montag que el mundo necesita ocio además de información y derecho a actuar de acuerdo con el pensamiento libre, ya que el ocio es lo único que a nadie le falta en esta sociedad. Aquí Bradbury hace una distinción entre el tiempo libre que ofrece la tecnología y la voluntad y capacidad de usar ese tiempo de forma productiva.
El tema de la autodestrucción corre a lo largo de “El tamiz y la arena”. El lector ve a Millie a través de los ojos de su esposo como “una muñeca de cera derritiéndose en su propio calor”. Usando la imagen familiar de la cera y del fuego, Bradbury presenta a Millie como fomentando su propia destrucción por decidirse a ignorar y abandonar la realidad en vez de buscar la verdad, cosa a la que aspira su esposo. A pesar de sus intenciones y de las amonestaciones de Faber, Montag expone igualmente un rasgo autodestructivo cuando insiste en entablar una conversación con Millie y sus amigas y leerles poesía. El tema de la autodestrucción sale también durante la primera conversación entre Montag y Faber en el departamento de éste. Hablando del posible plan para socavar la autoridad de los bomberos poniendo libros en sus casas, Faber menciona “la salamandra devorándose la cola”. Esta imagen incorpora las dos cosas: el símbolo ya establecido como referente a los bomberos y el tema de la autodestrucción presente a lo largo de la segunda parte del libro.
El desdén de Montag hacia las amigas de Millie puede servir como un microcosmos (una representación en miniatura) de su desdén hacia toda la sociedad. El egoísmo de las mujeres que se manifiesta en su indiferencia hacia la guerra inminente en la cual sus esposos combatirán y su desconsideración por los hijos va de la mano con la actitud predominante de una sociedad donde mantener su propia ilusión de la felicidad es la única prioridad. Promueven esta “felicidad” luciendo la sonrisa del “gato de Cheshire” (de la novela Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll). El lector es consciente de que la felicidad individual en esta sociedad es sólo una ilusión y recuerda la sonrisa forzada del bombero que no distorsiona más la cara de Montag. Montag descubre que no es realmente feliz pero que su esposa y sus amigos son incapaces de ver la verdad.
El poema que Montag escoge leer para sus invitadas es "La bahía de Dover". Presenta temas que encontramos en la novela, incluyendo la pérdida de la fe, la necesidad de cuidar y ser cuidado, la destrucción de la guerra y el deseo de que la ilusión de la felicidad sea verdadera. Además, la “playa” junta las imágenes de la arena y el agua, dos símbolos también aludidos a lo largo de la novela.
En el trabajo, Montag lidia con un bombardeo de citas arrojadas por Beatty que menosprecia los libros y su valor. Mientras tanto, Faber pía en la oreja de Montag a través de la radio, animándolo a mantener cerrada la boca y no hacerle caso a los argumentos de Beatty. En esta escena, el lector puede casi imaginarse al ángel Faber y al demonio Beatty compitiendo por la empatía y la atención de Montag envuelto en la lucha en curso entre el bien y el mal que ha estado hasta ahora desatándose en la mente de Montag.
Manteniendo un tono frenético, “El tamiz y la arena” acaba con el clímax de la historia, es decir, la llegada de los bomberos a casa de Montag. En este momento, Montag se ve privado de su vida anterior. Ya que se desvió de la norma, eligiendo los libros y la verdad antes que la ilusión de la felicidad que un día aceptaba, Montag perderá su casa y su sustento.