Las estaciones
En varios cuentos de esta colección se presenta una amplia imaginería para referir a las estaciones del año, sobre todo a la Primavera ("llegó la Primavera y el país se cubrió de pequeñas flores y pequeños pájaros"; "El gigante egoísta", p.200) y al Invierno:
Entonces llegó la nieve, y después de la nieve la escarcha. Las calles se veían como si estuviesen hechas de plata, de tan brillantes y relucientes; carámbanos largos como puñales de cristal colgaban de los aleros de las casas, todo el mundo salía envuelto en pieles y los niños pequeños usaban capas color escarlata y patinaban sobre el hielo. La pobre y pequeña Golondrina sintió más y más frío ("El príncipe feliz", p.190).
El invierno suele describirse por medio de imágenes visuales ("La Nieve cubrió el césped con su gran manto blanco y la Escarcha pintó todos los árboles de plata"; "El gigante egoísta", p.200) o bien por imágenes táctiles que generalmente apuntan a representar el aspecto hostil o violento de esta estación: "el invierno ha congelado mis venas, la escarcha heló mis capullos, la tormenta me quebró las ramas" ("El ruiseñor y la rosa", p.195).
Egipto
En "El príncipe feliz", la Golondrina le cuenta al Príncipe sobre el destino al que busca dirigirse, intentando por medio de bellas imágenes que su interlocutor comprenda la felicidad que representa para ella esa promesa: "En Egipto el sol calienta sobre las verdes palmeras" (p.188), dice y continúa evocando diversas imágenes de preciosismo oriental. Nombra un sarcófago que la espera con el mismo Rey adentro, que "está envuelto en hilo amarillo y embalsamado con especias" (p.186), y los tonos cálidos se entremezclan con fuertes imágenes visuales y sonoras que se contraponen a la grisácea ciudad inglesa a la que la ata su amor por el Príncipe: "al mediodía los leones amarillos bajan hasta la orilla del río a beber. Tienen ojos como verdes berilos y su rugir es más fuerte que el rugido de la catarata" (p.187).
Los metales preciosos
En la colección, así como en la mayoría de las obras de la corriente esteticista de la que Wilde es uno de los principales exponentes, se suelen hacer presentes variadas imágenes visuales de metales preciosos. Así, la estatua del Príncipe Feliz está "cubierta de finas láminas de oro; por ojos tenía dos brillantes zafiros y un inmenso rubí rojo destellaba sobre la empuñadura de su espada" (p.183); el cuello del Rey egipcio al que alude la Golondrina se rodea "de una cadena de jade verde pálido" (p.186); en la catedral de la ciudad del mismo cuento "estaban esculpidos los ángeles de mármol blanco" (p.186), y la Golondrina promete traer al Príncipe un "rubí más rojo que una rosa roja" y un "zafiro tan azul como el ancho mar" (p.189).
La naturaleza
La naturaleza aparece representada en variadas imágenes sensoriales, mayoritariamente visuales pero también olfativas y táctiles, en las que generalmente se exalta su belleza: "Es muy placentero sentarse en el verde bosque y contemplar el Sol en su carro de oro, y la Luna en su carro de perlas. Dulce es el perfume del espino, y dulces son las campanillas que se esconden en el valle, y el brezo que florece en los montes" (p.195), dice el Ruiseñor cuando piensa en el valor de la vida. De modo similar describe el narrador el escenario de "El gigante egoísta", como un "jardín grande y precioso, con mullido y verde césped. Aquí y allá, por encima de la hierba, sobresalían flores tan hermosas como estrellas, y había doce durazneros que en primavera estallaban en delicadas flores color rosa y perla y en otoño se cargaban de exquisitos frutos" (p.199).
La pobreza
La pobreza se describe en el cuento "El príncipe feliz" con imágenes visuales y táctiles que presentan fuertes contrastes con los lujos tan representados en la colección. Una pobre costurera es retratada por las marcas que deja en ella el exhaustivo trabajo: "su cara es macilenta y está ajada; tiene las manos ásperas y enrojecidas" (p.185); la precariedad de la buhardilla en que vive un joven artista tiene un "agujero en el techo" (p.188), y sobrevolando las zonas más pobres de la ciudad la Golondrina ve "las blancas caras de chicos famélicos mirando con apatía las negras calles" (p.190).