El gato negro

El gato negro Resumen y Análisis Parte 3

Resumen

Un día, el narrador y su esposa bajan al sótano de la pobre casa en la que viven para cumplir un recado y en las escaleras el gato hace tropezar a su dueño. Enfurecido, el narrador toma un hacha y trata de descargarla sobre el animal, pero su esposa lo detiene. Esto lo enfurece mucho más y, sin dudarlo, descarga un hachazo sobre la cabeza de su mujer, quien muere al instante.

Con sorprendente sangre fría, el narrador decide que la mejor manera de deshacerse del cadáver es emparedándolo en una parte de la pared que cubre lo que antes había sido una chimenea. Para ello, remueve el revoque, quita los ladrillos que tapan la chimenea, coloca el cadáver en el hueco y vuelve a tapar todo con un revoque exactamente igual al anterior.

Una vez terminada la tarea, el narrador se pone a buscar al gato para castigarlo, pero no lo encuentra por ningún sitio, por lo que supone que se habrá escapado para siempre. En los días siguientes, la policía se presenta varias veces para hacer pesquisas, pero no descubren nada. El cuarto día, un grupo de agentes vuelve a hacer una inspección y el narrador los hace bajar nuevamente al sótano, donde, como siempre, no hallan nada. Sin embargo, exultante por su victoria, el narrador comienza a hablarles a los policías de lo sólidas que son las paredes de aquella construcción y golpea con su bastón el lugar justo en el que está emparedado el cadáver de su mujer.

Al golpe le responde el gemido más aterrador y sobrenatural que una persona pueda imaginarse. La policía se paraliza por un momento, pero luego arremete contra la pared, destruye el revoque y encuentra el cuerpo en descomposición de la esposa del narrador. Sobre su cabeza hay un gato negro y tuerto que los mira con un solo ojo “como de fuego” (p. 115), y cuyo chillido lo ha delatado.

Análisis

En las escenas finales del relato la razón se vuelve insuficiente para explicar lo que está sucediendo y la realidad se ve forzada definitivamente por eventos que se le escapan completamente. En los últimos párrafos, un chillido demoniaco revela a la policía el lugar en el que el narrador ha emparedado a su esposa y allí dentro, sobre el cadáver, se encuentra -vivo- el gato negro. Cómo llegó hasta ahí sin que el narrador se diera cuenta, cómo sobrevivió cuatro días emparedado y cómo produjo el chillido espeluznante son todos elementos que parecen romper, definitivamente, con las condiciones de lo posible para que los elementos inexplicables irrumpan definitivamente en el relato.

Sin embargo, si se considera que el lector solo conoce los hechos mediante el relato de un narrador poco fiable, el final puede considerarse ambiguo y ser susceptible tanto de una explicación racional como de una sobrenatural. Si el lector aboga por la explicación racional, puede sostener que el protagonista está obsesionado por alguna razón con el gato, quizás por algún resentimiento producido por traumas de la infancia, quizás como un rasgo de su locura o incluso como resultado de su alcoholismo, aunque en realidad es imposible saberlo. La obsesión puede distorsionar la percepción de los hechos en torno a la muerte del gato y puede crear la sensación de persecución que experimenta el narrador. En última instancia, el instinto sádico y perverso, alimentado por el alcohol, empuja al narrador a matar a su mujer y emparedarla. Luego, el ánimo exaltado y si psiquis inestable lo empujan a delatarse frente a los policías y culpar de todo el asunto al gato.

Ahora bien, el lector también puede inclinarse hacia una interpretación sobrenatural de los hechos, pues material no le falta. La imagen con forma de gato en la única pared que sobrevive al incendio; la aparición del segundo gato que es un doble fantasmagórico de Plutón y que anuncia, por medio de su mancha en el pecho, la muerte del narrador; el chillido infernal con el que este delata al narrador son todos elementos que escapan a la razón y que pueden conducir hacia una interpretación sobrenatural de los eventos. En ese caso, el origen de la perversión del protagonista puede hallarse en la presencia sobrenatural y demoniaca del gato negro. Esta interpretación se inclinaría por creer los elementos sobrenaturales e inexplicables que el narrador repone en su relato.

Más allá de cualquier posible debate o argumentación a favor de una u otra interpretación, lo interesante es notar cómo el final ambiguo cumple de forma magistral con la última de las condiciones que, según Todorov, debe reunir el relato fantástico: el lector debe adoptar una actitud frente al texto. Es innegable que, al terminar de leer “El gato negro”, uno se queda sopesando todas estas posibilidades y dudando, realmente, entre la explicación sobrenatural y la racional.

En cualquiera de los casos, los eventos finales no dejan de presentar al narrador como un asesino, y de plantear la locura como uno de los temas principales del cuento. Como sucede con otro cuento famoso de Poe, “El corazón revelador”, el protagonista insiste en que se lo considere una persona cuerda y confiable que, en algún punto, es víctima de fuerzas superiores que lo pervierten y lo empujan a cometer viles asesinatos. Esta conducta podría interpretarse como un recurso del psicópata para justificarse, y podría generar el efecto contrario: en vez de convencer al lector de su cordura, el narrador termina convenciéndolo de lo poco confiable que es su relato y, por tanto, de su intento desesperado de enmascarar la locura.

Finalmente, cabe destacar las potentes imágenes con las que Poe finaliza su cuento: el cuerpo emparedado de la esposa, con signos ya de descomposición y la cabeza destrozada por el hacha, y la presencia del gato que descansa sobre la cabeza y mira al asesino con un ojo de fuego logran crear un escenario propio de los relatos de horror e impactan de forma contundente en la imaginación del lector. Si hay algo que logran los finales de Poe es dejar una imagen vívida en la mente de los lectores, una imagen que perdura incluso cuando el argumento del cuento se ha borrado. Esta es una de las razones por las cuales se considera a Poe un maestro indiscutible de los relatos fantásticos y de horror.

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