"Una vez más me hundí en los excesos y muy pronto ahogué en vino los recuerdos de lo sucedido" (p. 107) (Metáforas)
El narrador utiliza una serie de metáforas para representar su adicción al alcohol. En este caso, las ideas de hundirse y de ahogar ponen de manifiesto el problema del consumo excesivo del narrador y la pérdida de sus facultades cuando se embriaga.
"Una maldad más que diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser" (p. 107) (Metáfora)
En este pasaje, el narrador propone una metáfora para justificar sus actos: la maldad aparece como una entidad animada que se alimenta del alcohol para crecer, tomar el control sobre su persona y empujarlo a la violencia.
"Y entonces, para mi caída irrevocable, se presentó el espíritu de la PERVERSIDAD" (p. 108) (Metáfora)
Esta metáfora presenta la perversidad como un espíritu que se presenta y posee al narrador. Vista de esta forma, la perversidad no parece algo inherente al protagonista, sino una fuerza superior que se apodera de él y lo empuja a cometer sus crímenes. Sin embargo, algunas líneas después, el propio narrador indica que la perversidad es una facultad primaria del ser humano, indivisible de su naturaleza. Así, el narrador vacila sobre estas dos concepciones: la perversidad como una fuerza que proviene desde afuera y se apodera del humano, o como una cualidad inherente a su persona.
"Llegué a mirarlo con inexpresable odio y a huir en silencio de su detestable presencia, como si fuera una emanación de la peste" (p. 111) (Símil)
En este pasaje, el narrador compara al segundo gato que adopta con la peste: su presencia lo hace retroceder y lo llena de espanto, principalmente porque le recuerda de forma constante el crimen del primer gato.
"Sobre su cabeza, con la roja boca abierta y el único ojo como de fuego, estaba agazapada la horrible bestia..." (p.115) (Símil)
En este pasaje, el narrador compara el brillo del ojo del gato con el fuego para crear una atmósfera siniestra y potente: el cadáver de su esposa ha sido encontrado gracias a la presencia del gato y los chillidos que emite. Con esta última imagen, el gato queda definitivamente vinculado a lo demoníaco.
