El avaro

El avaro Símbolos, Alegoría y Motivos

El cofrecillo (Símbolo)

Desde el inicio de la obra, Harpagon se muestra obsesionado por el cofrecillo en el que guarda su dinero: lo esconde en el jardín y luego interrumpe conversaciones para ir a revisar que esté intacto en su lugar. Cuando el cofrecillo desaparece, Harpagon entra en crisis, hace intervenir a la justicia y está dispuesto a mandar a la horca a todo el que le parezca sospechoso. Dicho cofrecillo funciona entonces en la obra como símbolo de la superficialidad y el materialismo de Harpagon, un padre de familia adinerado que, sin embargo, descuida todo lo que no tenga que ver con el dinero. De algún modo, si se quiere, esto funciona a su vez como símbolo del materialismo propio de la burguesía francesa que Molière veía ascender socialmente en su época.

El bastón de Harpagon (Símbolo)

Harpagon es un hombre ya bastante mayor, que utiliza un bastón que lo ayuda a caminar. En numerosos momentos de la obra, el protagonista hace uso de su bastón para golpear a cualquiera que contradiga sus palabras o se atreva a decir algo que a él no le guste oír (por ejemplo, Harpagon golpea a Maese Santiago a bastonazos cuando el sirviente le cuenta lo que todo el mundo comenta sobre él y su avaricia). El bastón funciona entonces como símbolo del autoritarismo de Harpagon, dispuesto a castigar a quien no se doblegue ante su poder o no le rinda tributo.

Los caballos famélicos (Símbolo)

Cuando Harpagon ordena a Maese Santiago, en el tercer acto, que prepare los caballos para el paseo en carroza de la tarde, el cochero le comunica amablemente que eso no será posible: "¿Vuestros caballos, señor? A fe mía que no los creo en condiciones de andar. No os diré que estén enfermos en la pajaza, porque las pobres bestias no la tienen, y ello no sería hablar con propiedad; pero les hacéis observar tan austeros ayunos, que no son ya caballos sino ideas, fantasmas o remedos de caballos" (Acto III, Escena 1, p.24).Como consecuencia de los terribles ayunos a los que condena a los animales la avaricia de Harpagon, los caballos no poseen fuerzas para mantenerse parados siquiera. La metáfora utilizada por Maese Santiago intenta ilustrar el paupérrimo estado de los animales: sin fuerzas para andar y en condiciones que los acercan más a la muerte que a la vida, los caballos ya no parecen siquiera caballos, sino que se ve en ellos solo un rastro fantasmal de lo que alguna vez fueron. Harpagon, sin embargo, insiste en su pedido. Maese Santiago vuelve a explicar la situación: "¿Cómo queréis que arrastren una carroza si no pueden arrastrarse a sí mismos?" (Acto III, Escena 1, p.24). De algún modo, la imagen de los caballos famélicos funciona como un símbolo de la corrosiva avaricia del protagonista que, en este caso, se manifiesta en cuán debilitados están los animales: una fatal condena que al avaro parece resultarle, sin embargo, indiferente.

Los uniformes deteriorados de los sirvientes (Símbolo)

Cuando Harpagon da instrucciones a los sirvientes para que preparen la celebración de esa noche, algunos de estos aprovechan para advertirle al señor sobre el deplorable estado de sus uniformes, puesto que esto atentaría contra la elegancia de la ceremonia. Brindavoine describe con imágenes el lamentable estado de su vestimenta: "la pechera de mi jubón tiene una mancha grande de aceite de lámpara", como también lo hace La Merluche: "mi calzón, señor, está agujereado por detrás" (Acto III, Escena 1, p.22). En lugar de considerar comprar nuevos uniformes a sus empleados, Harpagon se limita a aconsejarles que se mantengan de espalda a la pared, para que no sea vean las manchas y agujeros. En este gesto aparece simbolizada, una vez más, la avaricia del protagonista, cuya existencia entera parece girar en torno a un solo propósito: no gastar dinero. Al mismo tiempo, podemos afirmar que el deterioro de los uniformes es en sí mismo un símbolo de lo avaro que es Harpagon, ya que refleja, de alguna manera, que el protagonista prioriza el hecho de no gastar dinero por sobre todas las cosas; incluso, por sobre la dignidad de sus empleados.

El doble oficio de Maese Santiago (Símbolo)

La avaricia de Harpagon se hace visible no solo en los comportamientos del personaje, sino también en el modo en que viven aquellos que dependen de él, como sus sirvientes. Maese Santiago es quizás el que más padece el vicio de su jefe, en tanto debe cumplir al mismo tiempo con las tareas de cocinero y de cochero. En este doble oficio de Maese Santiago se manifiesta simbólicamente la avaricia del protagonista, así como la idea de ahorro que este concibe, en tanto su sirviente encarna, en un solo cuerpo, la figura del cocinero y el cochero, disciplinas completamente excluyentes entre sí.

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