Divina Comedia: Infierno

Divina Comedia: Infierno Resumen y Análisis Cantos 1-3

Resumen

Canto I

Dante se encuentra en la mitad de su vida y se halla perdido y asustado en una selva oscura. Al amanecer, llega al pie de un monte y observa los rayos del sol que iluminan su cima. Eso lo tranquiliza, pero, al comenzar el ascenso, un leopardo bloquea su camino. Enseguida, aparecen también un león y una loba. La presencia de los tres animales vuelve a atemorizar a Dante, quien retrocede y regresa a la selva.

Allí se presenta al poeta Virgilio, y este encuentro le ofrece a Dante la oportunidad de expresarle su admiración a su maestro de poesía y pedirle ayuda para huir de aquel sitio. Virgilio le explica que, para hacerlo, debe seguir otra ruta, dado que la loba ataca y mata a quienes se interponen en su camino, y que esto será así hasta que un Lebrel mate a la loba. Además, presagia que dicho Lebrel salvará a Italia.

Virgilio le ofrece a Dante guiarlo a través del Infierno y del Purgatorio. Más tarde, si lo desea, podrá ascender al Paraíso, donde él ya no podrá acompañarlo, dado que el poeta no fue cristiano en vida, pero lo guiará un alma “más digna” (v. 22). Dante acepta la propuesta y ambos inician el recorrido.

Canto II

Dante no cree ser digno de realizar el viaje al inframundo, tal como lo hicieron el padre de Silvio (Eneas) y San Pablo, quienes descendieron en vida, y considera abandonar la empresa.

Ante sus inquietudes, Virgilio le aconseja que no desista. Para darle ánimo, le cuenta la razón por la que vino en su auxilio: él se hallaba en el Limbo cuando Beatriz descendió desde el Paraíso para pedirle que se dirigiera a ayudar a Dante. Además de Beatriz, también desean la salvación de Dante otras dos mujeres que se encuentran en el Paraíso: Santa María y Santa Lucía. Esta última es quien incita a Beatriz a ayudarlo, y alude a Dante diciendo: “quien te amó tanto (…)” (v. 104).

Al escuchar estas palabras, Dante recupera el valor y decide seguir a Virgilio, a quien, a partir de ahora, se considera su guía, jefe y maestro. Entonces, ambos se adentran en el bosque.

Canto III

Dante y Virgilio se encuentran ante la puerta del Infierno. Allí hay una inscripción que finaliza con las siguientes palabras: “Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza” (v. 9). Dante llora al escuchar suspiros, gritos y llantos. Virgilio le explica que estos proviene de las almas de los que vivieron “sin gloria y sin infamia” (v. 36), y de los ángeles que se mantuvieron neutrales cuando Lucifer se rebeló contra Dios. Estas almas, que están excluidas del Cielo y del Infierno, viven en sufrimiento, corriendo detrás de un estandarte, y atacadas por moscones y avispas.

Dante y Virgilio llegan a la ribera del río Aqueronte. Allí, un barquero anciano, llamado Caronte, conduce a las almas al Infierno (ubicado en la ribera opuesta). Caronte se niega a cruzar a Dante, puesto que es un alma viva. Sin embargo, Virgilio le explica que es el deseo de Dios que así sea (“así se quiere allí donde se puede lo que se quiere”, vv. 95-96), y el anciano no puede negarse. Mientras el barquero traslada a las almas, se produce un gran temblor y, luego, un fuerte viento sopla repentinamente y provoca el desmayo de Dante.

Análisis

El título original de esta obra, Comedia, no alude a los temas tratados en ella, que, como podemos observar, no son cómicos, en el sentido actual del término, sino que hace referencia a la regla clásica que define el género comedia como aquel en el que la historia comienza en una situación espinosa (el descenso al Infierno, en este caso), y culmina positivamente (el ascenso al Cielo en el tercer cántico, Paraíso), de manera contraria a lo que sucede en la tragedia. Dante denomina a su obra "comedia" en el transcurso del poema, en los cantos XVI, v. 128, y XXI, v. 2. El adjetivo "divina", con el que se conoce actualmente la obra, fue añadido posteriormente, y se remonta a la edición impresa en Venecia en 1555. Este adjetivo alude al tema del más allá tratado en la obra.

El primer cántico o libro de cantos de la Comedia es el Infierno. La obra entera se estructura en tres cánticos, que toman su nombre y corresponden a los tres reinos del más allá: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Cada uno de estos tres libros está compuesto por 33 cantos, más uno en el Infierno (que funciona como introducción o exordio, el canto I), de manera que la obra posee, en total, cien cantos.

El canto introductorio describe la situación en la que se encuentra el protagonista de la obra, Dante, antes de iniciar el viaje que ocupará el resto del poema. El personaje comienza diciendo que se halla “A mitad del camino de la vida” (v. 1), esto es, según los intérpretes, a los treinta y cinco años. Esta edad se deduce por un pasaje del Convivio, un tratado escrito por el mismo autor, entre 1304 y 1307, en el que sitúa la mitad de la vida en el “trigésimo quinto año” (Convivio, IV, 23, 6-10, pp. 256-257). La convicción de Dante se basa en la Biblia, donde se lee, en el Salmo 90: “Nuestra vida dura apenas setenta años” (Sal. 90, 10).

Dante tiene treinta y cinco años en el año 1300, de manera que el primer verso sitúa el poema en dicha fecha. Por otra parte, este año es significativo para el cristianismo, porque en él se celebró el primer Jubileo, el «Año de Perdón de los pecados», en el que se ofrecía a los cristianos la posibilidad de obtener la indulgencia plenaria de sus pecados a través de la peregrinación a Roma.

Más tarde, en el Canto XXI del Infierno, (vv. 112-114), se nos brinda información que permite situar el comienzo del viaje del personaje Dante, más precisamente, entre la noche del Jueves Santo y el amanecer del Viernes Santo (7 y 8 de abril de 1300). Estos días también son significativos para el cristianismo, puesto que pertenecen a la denominada Semana Santa, en la que se conmemora la muerte y resurrección de Cristo. El viaje de Dante a través del Infierno culmina el Sábado Santo 9 de abril (el día previo a Pascua).

El Infierno es un poema con una gran riqueza de símbolos y metáforas, que admiten muchas veces más de una interpretación. La selva oscura en la que se encuentra el personaje puede interpretarse como el pecado o la confusión en la se halla el mismo. La desviación de la “senda verdadera” (v.12) alude al abandono de la virtud o del modo recto de pensar del personaje.

Los animales que se interponen en el camino del peregrino Dante, la onza o leopardo, el león y la loba, pueden ser interpretados de manera alegórica. Estos representan los obstáculos que el protagonista debe superar para alcanzar la salvación, particularmente, tres vicios -la lujuria, la soberbia y la codicia, respectivamente- que se presentan como la raíz de todos los pecados.

El Lebrel (un perro de caza) que menciona Virgilio a continuación, de quien dice que “hará morir con duelo” (v. 120) a la loba, es un símbolo que ha dado lugar a múltiples interpretaciones. El anuncio de su llegada se presenta como una profecía y su lenguaje es deliberadamente oscuro. Virgilio dice que este animal no se alimenta de tierra ni de “peltre” (v. 103) (metonimia por “dinero”), sino de “virtud, amor, sabiduría”, y que salvará a Italia (v. 106). Además, agrega que el Lebrel arrojará a la loba al “abismo, del que la hizo salir el Envidioso” (vv. 110 -111), esto es, el Infierno (el “Envidioso” es Lucifer por antonomasia). Es decir: la codicia, enviada al mundo por Lucifer, regresará al Infierno gracias al Lebrel. En sentido general, el Lebrel representa a quien acabaría con las discordias y la corrupción que asolaban Italia. El Lebrel ha sido identificado con Cristo y con el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, entre otras interpretaciones.

Esta última hipótesis es consecuente con la postura que asumió el autor en defensa de la monarquía. En su tratado De monarchia, compuesto aproximadamente entre 1307 y 1313, Dante Alighieri defiende la idea de una monarquía universal que imponga la paz a todos los pueblos, permitiendo así que las personas alcancen el fin supremo de la felicidad. El poeta florentino, además, confiaba en que el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Enrique VII, traería la paz a los pueblos de Italia. Así lo presagiaba en su “Epístola V”, dirigida a príncipes y pueblos de Italia: “Amanece un nuevo día, y en su surgir la aurora aclara las tinieblas de una larga calamidad” (Citado en Bertelloni, 2008, p. 26).

Por otra parte, en el Canto I se presenta al personaje que en adelante acompañará al peregrino Dante en su descenso infernal, el poeta Virgilio. Publio Virgilio Marón (70 a. C. - 19 a. C.) fue uno de los más grandes poetas latinos. Nació en Andes, actual Virgilio, una aldea próxima a Mantua. En la Edad Media, fue conocido principalmente por ser el autor del famoso poema épico la Eneida, en el que, a través de la historia de su protagonista, Eneas, se glorifica a la ciudad de Roma y al emperador Augusto. El personaje Virgilio alude al protagonista de esta obra cuando afirma: “canté de aquel justo / hijo de Anquises que vino de Troya” (vv. 73-74). La Eneida es además una exaltación del imperio, por lo que es significativo que su autor, Virgilio, haya sido elegido como la guía que acompaña al personaje Dante en su viaje.

También Virgilio es un modelo y maestro de poesía para Dante, como afirma el protagonista de su Comedia: “Eres tú mi modelo y mi maestro; / el único eres tú de quien tomé / el bello estilo que me ha dado honra” (vv. 85-87). La Eneida es un modelo de estilo poético para Dante, y además, también el protagonista de esta obra, Eneas, realiza un descenso al infierno pagano (Libro VI), el reino de los muertos, de la misma manera que el protagonista dantesco hará a continuación.

Por otra parte, la elección de Virgilio como guía se debe también a la fama que este poeta adquirió en la Edad Media como profeta de la venida de Cristo. Esta lectura surge de la égloga IV de su obra Bucólicas, en la que se anuncia el nacimiento de un niño que coincidirá con una nueva Edad de Oro para el mundo.

En este canto hay una breve alusión al personaje de Beatriz, más precisamente, al alma de esta mujer, que se encuentra en el Paraíso. Virgilio no puede acompañar a Dante en su ascensión al Paraíso, por lo que allí lo acompañará el alma de Beatriz (tercer libro, Paraíso). Por eso Virgilio afirma: “más digna que la mía allí hay un alma: / te dejaré con ella cuando marche” (vv. 122-123).

Esta alusión se hace explícita en el Canto II, cuando Virgilio le explica a Dante la razón por la que acudió en su auxilio. En primer lugar, se refiere a ella llamándola “una dama santa y bella” (v. 53), y más tarde cita sus palabras en estilo directo: “Yo, Beatriz, soy quien te hace caminar (…)”. El personaje de Beatriz también está inspirado en una persona real; en este caso, se trata de una mujer contemporánea a Dante. Ella era hija de Folco Portinari, un noble florentino, y Dante sentía atracción por ella desde su infancia. El poeta la vio por vez primera en 1274, cuando aún era un niño (tenía nueve años). Más tarde compuso versos para ella, muchos de los cuales, alternados con escritura la prosa, incluyó en su obra Vida Nueva, escrita en 1292. La mujer se casó con Simone de’ Bardi alrededor de 1286 y murió prematuramente en 1290. En el capítulo final de la Vida Nueva (XLII), Dante anuncia:

Después de este soneto se me apareció una maravillosa visión, en la que vi cosas que me hicieron proponerme no decir más acerca de esta bendita hasta que pudiese tratar más dignamente de ella. Y para llegar a esto me esfuerzo cuanto puedo, tal como ella ciertamente sabe. Tal que, si fuese voluntad de aquel por el cual todas las cosas viven, que mi vida dure algunos años, espero decir acerca de ella lo que nunca fue dicho acerca de ninguna. Y quiera luego aquel que es el señor de la cortesía, que mi alma pueda ir a ver la gloria de su señora, es decir, de aquella bendita Beatriz que gloriosamente mira el rostro de aquel qui est per omnia secula benedictus. (“que es bendito por todos los siglos”) (2015, p. 429).

Este proyecto se completará en la Comedia, donde Beatriz, en efecto, más allá de su identidad histórica, se convierte en un símbolo de la teología y en un instrumento de salvación, en tanto que es una intermediaria entre el Dante y Dios.

En el Canto III se presenta un personaje tomado de la mitología clásica, Caronte, el barquero que cruza el Aqueronte transportando en su barca las almas de los muertos. Según la mitología, era hijo del Érebo y Nix. Dante lo representa, siguiendo la tradición literaria e iconográfica, como un viejo demonio de ojos de fuego (v. 109).

También en este canto, el peregrino Dante observa al primer grupo de condenados: las almas de personas tibias, aquellas que en vida no defendieron ninguna causa. Al idear las condiciones de los condenados, Dante Alighieri sigue la lógica del contrapasso, que remite a la tradición jurídica medieval y, a partir de ella, imagina penas correspondientes a los pecados por los cuales las almas fueron condenadas. El contrapasso se aplica en todas las penas del Infierno. En este caso, las personas que en la vida no supieron elegir se ven obligadas a correr detrás de un estandarte y son picadas por insectos.

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