La cosmología de Dante se basa en la concepción medieval geocéntrica, según la cual la Tierra ocupa el centro del universo. Según los conocimientos de su época, la Tierra estaba dividida en dos hemisferios: el Septentrional o Norte, donde se ubican las tierras emergidas, y el único habitado por la humanidad, y el Austral o Sur, cubierto por agua y desconocido para el ser humano (allí Dante ubica la montaña del Purgatorio).
Al final del último canto del Infierno (XXXIV), cuando los personajes dejan atrás el reino del mal, Virgilio despliega una cosmogonía, explicando cómo se formó el mundo que ellos habitan. El origen del Infierno se remonta a los primeros tiempos de la creación, cuando Lucifer se reveló contra Dios, y a causa de ello fue expulsado del Cielo. La caída de Lucifer, que se detuvo en el centro de la Tierra (el punto más alejado de Dios), provocó la apertura del abismo infernal. Lucifer está confinado allí desde entonces, y allí lo verá Dante en el comienzo del Canto XXXIV.
En la concepción de Dante, el Infierno es un cono invertido gigantesco que llega hasta el centro de la Tierra. Por eso, cuando los peregrinos concluyen su viaje a través del Infierno, desde el punto central de la Tierra, cruzan de un hemisferio a otro (salen al Hemisferio Sur).
Por otro lado, es necesario señalar que el paraíso terrestre se ubica en la cima del Purgatorio, esto es, en el Hemisferio Sur. Así, como explica Fernández Speier:
Al ser expulsados del paraíso terrestre, los seres humanos poblaron el Hemisferio Norte, alejando su mirada de Dios: para Dante, su mundo vive invertido respecto de la voluntad divina. Por eso, desde que comienza el viaje en un bosque, el peregrino no hace sino subir. Hasta que llega al centro de la Tierra, en su percepción desatinada de pecador descendiente de Adán, cree estar bajando; pero en realidad, en relación con el punto absoluto que es Dios, desde el inicio se está acercando a Él, regresando (2021, p. 18).