Resumen
Primera parte
Capítulo 1
La novela empieza en San Petersburgo. Un joven, Raskólnikov, sale del cuartucho que alquila e intenta escabullirse para evitar lidiar con la patrona de la casa, a quien le debe dinero. Pero ese no es el único motivo: tampoco quiere tener un intercambio insignificante con otras personas; prefiere la soledad.
Si bien no se especifica de qué se trata, Raskólnikov repasa algo que planea hacer mientras camina por una zona pobre de la ciudad. Está mal vestido, con ropa ajada y un sombrero alemán de ala alta demasiado llamativo para su gusto.
Raskólnikov llega a un complejo de apartamentos y llama a la puerta de Aliona, una prestamista de sesenta años a la que se vio obligado a recurrir hace un mes para empeñar un anillo. Una vez dentro, mira detenidamente cada detalle. Para esconder su verdadero propósito, le pone como excusa que desea empeñar otros objetos de valor.
De nuevo en la calle, Raskólnikov se siente horrorizado por su plan e intenta descartarlo: “¿Es posible que me haya pasado por la imaginación algo tan horrible? Me parece mentira la vileza de que es capaz mi corazón” (p.73). Sin consuelo, entra en una taberna pensando en que sus ideas no son más que desvaríos.
Capítulo 2
Raskólnikov reconoce que el último mes se ha vuelto más introvertido y ha estado evitando todo contacto social. No obstante, en la taberna siente “cierta ansia de compañía humana” (p.76). Su interés se dirige hacia un hombre solitario que también parece interesado en él.
Eventualmente, el hombre se presenta como Marmeládov, consejero titular. Su modo rebuscado de hablar revive en Raskólnikov el deseo de no interactuar con la gente. Marmeládov le cuenta sobre su vida miserable: dice que es alcohólico y comenta con vergüenza que su mujer, Katerina Ivánovna, recibió una bofetada de un tal señor Lebeziátnikov y él no hizo nada para defenderla. Ella tiene mayor estatus social que él, pero al enviudar con tres niños pequeños, aceptó su propuesta de casamiento. Sin embargo, poco después de la boda él perdió su trabajo y quedaron en la calle. Así empezó a beber y comenzaron a vivir en un cuartucho al que Marmeládov llama “Una Sodoma de lo más indecente” (p.83). Aparte de los hijos de Katerina, Marmeládov tiene una hija de su primer matrimonio: Sonia, quien comenzó a prostituirse para ayudar a mantener a la familia. A Marmeládov le dieron la oportunidad de regresar a trabajar, pero él no pudo con su vicio, dejo de presentarse y huyó con todo su salario. Las demás personas en la taberna lo desprecian, pero él lo prefiere así; no quiere compasión, sino que lo condenen: “¡No hay por qué compadecerme! Pues, crucifícame, tú que eres el juez, crucifícame y compadéceme después de haberme crucificado” (p.90). El único consuelo con el que cuenta Marmeládov es el perdón divino que vendrá el día del Juicio Final.
Raskólnikov acompaña a Marmeládov a su casa. Al llegar, Katerina empieza a pegarle a su marido, los niños lloran y los vecinos se asoman para ver la denigrante escena. Antes de retirarse, Raskólnikov saca unas monedas de su bolsillo y las deja en el borde de la ventana. Inmediatamente, se arrepiente, porque él también vive en la miseria y piensa que la familia del funcionario por lo menos tiene a Sonia. Luego reflexiona sobre cómo los Marmeládov se aprovechan de la joven: “Se han acostumbrado ya. Primero lo habrán lamentado, y luego se han hecho a ello. ¡A todo se acostumbra el canalla del hombre!” (p.95).
Capítulo 3
Raskólnikov se despierta malhumorado a la mañana siguiente. No desea tener contacto con nadie. Nastasia, la criada, le ofrece un té, le reprocha el que se despierte tarde y no tenga ninguna ocupación. Él le responde que algo hace: pensar. Nastasia se ríe a carcajadas. Luego se acuerda de que tiene una carta para él y se la entrega.
Puljeria, la madre de Raskólnikov, lo pone a corriente de algunos sucesos recientes. En primer lugar, se disculpa por no poder enviarle dinero. Luego le habla de su hermana Dunia: durante unos meses estuvo trabajando como institutriz en la casa de los Svidrigáilov, pero el señor Svidrigáilov se enamoró de ella e intento seducirla. La mujer de Svidrigáilov, Marfa, escuchó por casualidad una de las propuestas del hombre y asumió que ella tenía la culpa. Tras ello, la humilló regresándola al pueblo en un carro de campesino y la difamó con todos. Finalmente, el señor Svidrigáilov le probó a su mujer que Dunia había rechazado toda propuesta, además de defender su honor. Para corregir su castigo, Marfa limpió el nombre de Dunia y consiguió que Piotr Petróvich Luzhin le ofrezca matrimonio. Ahora Dunia está comprometida con Luzhin, un hombre ya mayor, con un trabajo importante y prestigio. Aunque la propuesta de matrimonio le parece un poco peculiar, Puljeria intenta no preocupar demasiado a su hijo en lo relativo a las actitudes extrañas Luzhin. Por ejemplo, como el hecho de que el hombre prefiera casarse con una mujer sin dote para que ella dependa del todo de él. Puljeria explica que accedieron a la propuesta porque creen que Luzhin puede ayudar a Raskólnikov a avanzar en su carrera. La carta cierra con la noticia de que Dunia y Puljeria viajarán a encontrarse con Luzhin en San Petersburgo y luego podrán reunirse con Raskólnikov, tras varios años de separación. El detalle inquietante es que Luzhin solo se ha ofrecido pagar por el equipaje, pero ellas deberán costear el viaje por sus propios medios.
Análisis
A lo largo del primer capítulo de la novela se nos presenta a su protagonista: Raskólnikov, un estudiante que alquila un cuarto en San Petersburgo. Rápidamente, advertimos que su situación económica es muy mala porque debe varios meses de alquiler, su ropa está rota, pasa hambre y se ha visto en la necesidad de visitar a una prestamista para sobrevivir.
Si bien la novela está narrada en tercera persona, los lectores accedemos a los pensamientos de Raskólnikov con un gran detalle. Así y todo, Dostoyevski suele recurrir al recurso retórico de la elipsis, de modo tal que solo podemos conocer parcialmente lo que sucede en su mente. Por un lado, percibimos claramente todo el sufrimiento y el vaivén psicológico que Raskólnikov experimenta, pero, por el otro, desconocemos los detalles del plan que lo atormenta. El uso de elipsis, en este punto, acompaña la sensación de horror que estos pensamientos suscitan en el personaje: su plan parece tan perverso que ponerlo en palabras abiertamente no es posible.
A pesar de que hacia el final del capítulo Raskólnikov parece sentirse aliviado tras distraerse en una taberna y dejar de pensar en su plan criminal, la novela anticipa que el protagonista no va a poder superar sus maquinaciones cuando dice que “intuyó vagamente que también toda aquella sensación de mejoría era morbosa” (p.74).
Raskólnikov es un personaje que constantemente evidencia una irreductible contradicción: puede ser tan sociable como reservado, tan egoísta como desinteresado. Incluso en su aspecto físico estos contrastes se vuelven significativos: si bien su apariencia es agradable y se destaca de la media, su ropa raída y el ridículo sombrero ajado que lleva puesto evidencian las circunstancias penosas en las que se encuentra. Como decimos, estos contrastes van a ser parte esencial de su carácter; de hecho, el propio nombre ‘Raskólnikov’ tiene en su raíz la palabra ‘cisma’, que se refiere a la escisión o división. Esto se evidencia en el primer capítulo, por ejemplo, cuando apreciamos su angustia al momento en que realiza acciones concretas para dar forma a un plan perverso, plan que termina él mismo censurando. Además, empezamos a notar que la vida en sociedad no se le da muy bien y, sin embargo, la anhela profundamente: “De algún tiempo a aquella parte, vivía en un estado irascible y tenso parecido a la hipocondría. Se había introvertido y encerrado tanto dentro de sí mismo que temía los encuentros con quienquiera que fuese” (p.66).
Toda la tensión que vive el personaje en este primer capítulo tiene como telón de fondo una ciudad de San Petersburgo lúgubre, pobre y maloliente. Para comprender cabalmente el ambiente en el que vive Raskólnikov, es necesario saber que en la Rusia de 1861 se instala una reforma que abole el régimen de servidumbre. A causa de esto, el número de obreros crece exponencialmente y la ciudad se acrecienta de un modo sin precedentes, acumulando una población que apenas tiene para sobrevivir.
En las descripciones de la ciudad, el narrador se detiene especialmente en la mención a los olores, como cuando habla del “hedor específico del verano” que se aprecia en la ciudad o “el tufo insoportable que exhalan las tabernas” (p.67). De todas maneras, el foco está puesto en el tipo de personas que pueblan las calles recorridas por nuestro protagonista, en las que es común la presencia de prostitutas y humildes trabajadores: “La profusión de lupanares y el predominio de los obreros y artesanos entre el vecindario hacinado de las calles y callejas del bajo San Petersburgo” (ídem). Entre los sujetos que describe, el narrador hace hincapié en los borrachos que “pululaban aunque era día laborable, le ponían al cuadro una última pincelada repulsiva y triste” (ídem). En suma: no hay una descripción luminosa en todo el capítulo.
Dostoyevski es considerado uno de los mayores exponentes del realismo ruso del siglo XIX. El término se refiere a los vínculos que pueden establecerse entre el arte (no se limita únicamente a la literatura) y la realidad, de tal manera que el arte pueda cumplir una función social. De este modo, los escritores realistas se comprometían con la realidad circundante y las problemáticas que aquejaban a la sociedad en el momento. De hecho, Dostoyevski busca representar las problemáticas del momento a tal punto que recurre a los diarios como fuente de inspiración para los argumentos que desarrolla. Sin embargo, aunque el realismo de la mayoría de los autores contemporáneos a Dostoyevski se preocupaba por representar a la aristocracia rural y al campesinado, él se ocupó de los tipos sociales urbanos y su entorno. En el realismo, además, se debía representar a las personas comunes y corrientes y evitar todo tipo de idealizaciones. Dostoyevski elige representar los barrios más pobres de San Petersburgo y explorar la influencia que las condiciones de vida en tales barrios ejercen sobre los personajes que los pueblan.
En el Capítulo 2, Raskólnikov parece encontrar algo de alivio en esa taberna a la que entra para compararse una cerveza, lo primero que va a consumir luego de dos días. Nuevamente, las contradicciones de su carácter se hacen patentes cuando, tras declarar que desea evitar toda interacción social, experimenta la sensación contraria: “Algo le arrastraba ahora, de pronto, hacia las personas. Era como si algo nuevo se produjera dentro de él y, al mismo tiempo, se manifestara cierta ansia de compañía humana” (p.76). No obstante, pronto se arrepiente de ese deseo al vincularse con un hombre que le muestra una de las caras más reprobable de la humanidad: Marmeládov. A pesar del desprecio que pobre borracho pueda ocasionar en él, hacia el final del capítulo Raskólnikov vuelve a dejarse guiar por su impulso para el bien cuando deje en el borde de la ventana unas monedas para la familia de Marmeládov. Sin embargo, luego se arrepiente de ello, ya que él también es pobre y necesita el dinero desesperadamente.
Como podemos apreciar, el foco de este capítulo está puesto en Marmeládov, quien comparte con Raskólnikov varias características. De hecho, lo que le sucede a Marmeládov anticipa en parte lo que sucederá con nuestro protagonista en el resto de la novela. Marmeládov se entrega enteramente a su vicio y lleva a cabo acciones inmorales para financiarlo. Raskólnikov, por su parte, si bien todavía se encuentra en un momento en el que intenta combatir sus impulsos, tarde o temprano sus pensamientos criminales terminarán por imponerse. Más aún, cuando Raskólnikov juzga a los Marmeládov por aprovecharse de Sonia, repara en la capacidad que tiene el ser humano para acostumbrarse a todo, incluso a los actos más inmorales. Esta reflexión prefigura lo que sucederá más adelante en su propia historia: su capacidad para lidiar con el asesinato. Además, Marmeládov habla extensamente sobre la culpa, la condena social, el perdón y la redención; problemas que serán centrales en el camino que realice Raskólnikov posteriormente.
En línea con esto último, uno de los temas más importantes en el Capítulo 2 es del sacrificio. Varias referencias a la religión se presentan en estas páginas, sobre todo en boca de Marmeládov: el hombre habla de su habitación como si fuera Sodoma, menciona la idea de la crucifixión y deposita sus esperanzas en el Juicio Final, entre otros. Sin embargo, más relevante incluso que las referencias explícitas es el modo en que se construye el personaje de Sonia a imagen de Cristo, ya que es ella quién se sacrifica a sí misma para limpiar los pecados de su familia. De este modo, la joven debe prostituirse para compensar los vicios de su padre y el orgullo de Katerina Ivánovna.
A lo largo de esta sección, las mujeres ocupan un lugar destacado. Al igual que Sonia, la madre y hermana de Raskólnikov están dispuestas a sacrificarse por el bien de la familia; lo que, en este caso en particular, implica ayudar a Raskólnikov. Salvando las distancias entre lo que implica el sacrificio de Sonia y Dunia, esta última está dispuesta a resignar una parte muy personal de sí misma con la esperanza de que eso le asegure el futuro a su hermano. De este modo, el sacrificio se instala como un tópico recurrente en la obra. En el Capítulo 2, vemos a Sonia sacrificando su cuerpo por su familia. En el Capítulo 3, Puljeria se endeuda y pierde su pensión para que Raskólnikov pueda vivir en San Petersburgo. Más aún, Dunia sacrifica gran parte de su sueldo para enviárselo a su hermano, lo que la obliga a entrar en una especie de régimen de servidumbre en la casa de los Svidrigáilov. Además, cuando eso no resulta, aumenta la apuesta al aceptar un matrimonio por conveniencia.
La carta de Puljeria es especialmente dolorosa para Raskólnikov, un sentimiento compartido con el lector que lee, entre líneas y a la par, junto al protagonista. A partir del modo en que Puljeria describe el acuerdo, es imposible no esperar el peor resultado de la unión entre Dunia y Luzhin. Es cierto que Puljeria intenta atenuar cualquier actitud extraña o inapropiada de Luzhin; sin embargo, sus omisiones no hacen más que realzar lo sospechoso del acuerdo y nos lleva a anticipar que la falta de tacto no es más que el anticipo de algo aún peor. Por ejemplo, Puljeria elige interpretar que Luzhin no la ha invitado a vivir con ellos luego de la boda porque da por sentado que será así. Sin embargo, los lectores no tenemos las mismas esperanzas: es claro que Luzhin no va a cumplir con las expectativas de la pobre mujer.
Dostoyevski ha escrito algunas obras satíricas. Una de ellas es Memorias del subsuelo, que muchos consideran que contiene la semilla que luego dará origen al proyecto de Crimen y castigo. Es así que, si bien en la novela que nos compete el tono predominante no es satírico, por momentos Dostoyevski denuncia los vicios de la sociedad mediante la burla o procedimientos que resultan humorísticos. De este modo, Marfa encarna un tipo personaje que ridiculiza a las comunidades pueblerinas de la época. La exageración en torno a este personaje remarca cuánto pesa el prestigio social para la sociedad contemporánea al autor. Marfa no solo parece exagerar cuando visita las casas del pueblo para acusar a Dunia del comportamiento de su marido, sino que lleva al extremo su comportamiento al intentar enmendar su error. El narrador describe de este modo sus esfuerzos por reparar la fama de la pobre chica:
A todos les mostró y les leyó en voz alta la carta de puño y letra de Dúnechka al señor Svidrigáilov e incluso permitió que se sacaran copias de ella (…), para cada lectura volvían a reunirse incluso algunos que la habían escuchado ya varias veces, sucesivamente, en sus domicilios y en los de otros conocidos (p.103).
Hacia el final del capítulo la psiquis de Raskólnikov da cuenta de un deterioro tal que comienza a caminar por las calles hablando solo en voz alta. La tensión aumenta en la medida en que el personaje se aleja cada vez más del comportamiento social aceptable. Estos indicios de locura o perturbación no hacen más que enfatizarse por el aislamiento al que el propio personaje se somete. De hecho, al principio del capítulo se compara a Raskólnikov con una tortuga que se repliega en su caparazón; es decir, que se aísla del mundo que lo rodea.