Crimen y castigo

Crimen y castigo Resumen y Análisis Sexta parte, Capítulos 5-8

Resumen

Sexta parte

Capítulo 5

Raskólnikov persigue a Svidrigáilov fuera de la taberna, hasta que se cansa y decide irse por su cuenta.

Tiempo después, Dunia se encuentra con Svidrigáilov, con quien ha quedado en reunirse para hablar del contenido de una carta. Dunia insiste en que Svidrigáilov diga lo que tiene para decir allí, en la calle, pero él la convence para que la acompañe a su apartamento. Allí, Svidrigáilov le dice que desde su habitación puede escuchar lo que sucede en la de Sonia. Svidrigáilov le cuenta sobre la confesión de Raskólnikov y Dunia no puede creer que su hermano haya asesinado para robar. Svidrigáilov le cuenta la teoría de Raskólnikov sobre el crimen. Dunia exige ver a Sonia, pero luego se desmaya de la afectación en que ha quedado. Svidrigáilov la ayuda a recuperarse y se ofrece a ayudarla a rescatar a su hermano. Cuando ella le pregunta cómo, le contesta que depende de ella y le declara su amor. Aterrorizada, Dunia corre hacia la puerta, golpeándola y gritando para que alguien la abra, pero Svidrigáilov le dice que está malgastando su energía porque la casera ha salido y él ha perdido la llave. Aunque Dunia exclama: “¡Esto es hacerme violencia!” (p.638), Svidrigáilov no cede y se sienta a esperar su decisión.

De pronto, Dunia saca un revólver y lo acusa de haber envenenado a Marfa. Aunque le ordena que no se mueva, él da un paso y ella dispara, pero apenas lo roza. Svidrigáilov sigue sonriendo y se acerca lentamente, burlándose de ella. Dunia vuelve a apretar el gatillo y esta vez el arma falla. Aturdida, tira la pistola, y Svidrigáilov se acerca y la abraza. Ella le implora que la deje marchar y él, finalmente convencido de que no lo ama, le da la llave y le ordena, en tono temeroso, que se marche.

Capítulo 6

Svidrigáilov saca todo su dinero, va a ver a Sonia y se lo entrega para ella y sus hermanos. Tras ello, camina un largo tiempo hasta que llega a un hotel alejado, donde se hospeda. Eventualmente, comienza a levantar fiebre y se queda dormido. Sueña que un ratón camina por sus piernas y se despierta en una noche lluviosa, oscura y ventosa. Varias imágenes pasan por su mente mientras yace inmóvil, y le parece ver el cuerpo de una joven que se había suicidado tras ser violada. Luego se levanta, abre la ventana y escucha las alertas de inundación. Son aproximadamente las tres de la madrugada.

Desvelado, Svidrigáilov se viste y busca a alguien para pagar su habitación. En el pasillo se encuentra con una niña de cinco años temblando y llorando en un rincón. La toma en brazos, la lleva a su cuarto y la acuesta, arropándola. Al cabo de un rato, se asoma bajo la manta para ver cómo está la niña. Tiene la cara roja, así que piensa que también tiene fiebre; pero en ese momento, y para su horror, la niña empieza a parecerse a una prostituta que le guiña un ojo mientras finge estar dormida. Horrorizado, está a punto de golpearla cuando de pronto se despierta: todo fue una pesadilla.

Profundamente perturbado, Svidrigáilov se da cuenta de que ha tenido pesadillas toda la noche. Son las cinco de la mañana. Finalmente, sale a la calle, camina hasta una torre de vigilancia cerca del río, saca su pistola y se pega un tiro en la cabeza.

Capítulo 7

Esa misma noche, Raskólnikov va a ver a su madre. La mujer está sola y se alegra de verlo. Le cuenta que ha estado leyendo su artículo “Acerca del delito” y no para afirmar su talento e inteligencia. Para ella, todo el mundo se equivoca al pensar que está loco. Raskólnikov le pregunta si lo querrá siempre como ahora y le dice que ha venido a decirle cuánto la quiere. Su madre le responde que, aunque no sabe lo que le pasa, es comprende que “ha llegado un momento fatal para él” (p.663). Raskólnikov le pide que rece por él y ella le hace la señal de la cruz. Luego se despiden.

Raskólnikov vuelve a su apartamento, donde encuentra a Dunia esperándole. Inmediatamente, advierte que sabe todo. Le pregunta dónde ha estado toda la noche. Él le dice que no lo recuerda, aunque estuvo pensado en arrojarse al Nevá. Raskólnikov le dice que ya no cree en la vida ni en Dios. Ella le pregunta si va a entregarse y él responde que sí. Ella lo abraza, llorando. Dunia le habla sobre la expiación y él estalla diciendo que no ve su acto como un crimen en absoluto, porque los líderes que derraman cantidades masivas de sangre son honrados más tarde como grandes hombres. Aunque haya fracasado, se niega a admitir la gravedad de sus hechos: “¿Es un crimen el que haya matado a un piojo asqueroso y nocivo, a una vieja usurera que no le hacía bien a nadie, cuyo aniquilamiento debería premiarse con la remisión de cuarenta pecados, que les chupaba la sangre a los necesitados?” (p.666). Dunia está horrorizada, por lo que le pide perdón, que cuide a su madre y se despide de ella. Atormentado, se pregunta cómo hará para “humillarse delante de todos sin objeciones, humillarse por convicción” (p.669).

Capítulo 8

Raskólnikov llega a casa de Sonia. Habla con rapidez y despreocupación, y le pide su cruz. Sonia se prepara para acompañarlo, pero Raskólnikov le dice que no lo siga y la deja allí sin despedirse. Mientras se dirige a la comisaría, recuerda la imagen de Sonia y se da cuenta de que fue a verla porque buscaba verla sufrir por su sufrimiento.

Eventualmente, llega a una encrucijada y, recordando las palabras de Sonia, se arrodilla, besa el suelo y vuelve a inclinarse. La gente cree que está borracho y sus comentarios le impiden completar la confesión y decir en voz alta que ha matado. Luego ve a Sonia y comprende que ella lo ha seguido de todos modos. Ahora sí confía en que estará siempre con él.

Cuando lega a la comisaría, Ilyá Petróvich lo saluda amablemente y se pone a parlotear. Raskólnikov se entera de que Svidrigáilov se ha pegado un tiro, lo que lo lleva a abandonar la comisaría. Abajo le espera Sonia. Se detiene, se queda un rato parado y vuelve a subir.

Ilyá Petróvich se sorprende al ver a Raskólnikov de vuelta allí, pero se da cuenta de que se encuentra mal y lo invita a sentarse. Por fin, Raskólnikov confiesa: “Fui yo quien mató entonces con un hacha a la vieja usurera y a su hermana Lizaveta para robarlas” (p.681).

Análisis

En el Capítulo 5 de esta sección, entra en juego algo que quizá escape a la atención del lector. En el idioma ruso, hay una diferencia notable en el uso de los pronombres en relación con la cortesía. La segunda persona del singular ‘tú’ (‘Ты’) está reservado para el trato entre miembros de la familia y amigos íntimos; con todos los demás, el trato debe ser el de ‘usted’ (‘Вы’). Dicho esto, no es casual que el cambio entre el ‘usted’ y el ‘tú’ se dé cuando Dunia se enoja con Svidrigáilov y le reprocha lo que considera que fue un engaño para llevarla a solas a su habitación: “Ya veo que has mentido… que has estado mintiendo todo el tiempo… ¡No te creo!” (p.636).

Está claro que la relación de Dunia con Svidrigáilov es más cercana de lo que parecía hasta el momento. Recordemos que, antes de esta interacción, lo que sabíamos sobre ellos era a través de la mirada de Puljeria. Dunia y Svidrigáilov utilizan el pronombre ‘tú’ en su trato mutuo, pero, además, tienen un grado de familiaridad que solo se da entre personas que han compartido mucho tiempo. Por ejemplo, Svidrigáilov le recuerda las conversaciones que tenían: “Recuerde lo mucho que hemos hablado usted y yo, a solas, sobre cosas por el estilo y sobre el mismo tema, sentados en la terraza del jardín después de cenar” (p.635). Al mismo tiempo, Dunia conoce secretos oscuros sobre él y lo acusa de haber asesinado a su mujer: “Tú mismo me diste a entender… me hablaste de veneno…” (p.639).

Tan distorsionada está la escala de valores de Svidrigáilov que, ante las acusaciones de Dunia sobre Marfa, contesta: “Aun en el supuesto de que fuera verdad, lo habría hecho por ti… Tú habrías sido, al fin y al cabo, la causa” (p.639). Esta es la primera vez que Svidrigáilov cambia de registro y utiliza el ‘tú’, precisamente para hacerle una retorcida declaración de amor. Asimismo, estas revelaciones también hacen de Dunia un personaje mucho más complejo: ¿Tuvo, acaso, algún tipo de participación en el escándalo de los Marmeládov?, ¿qué la llevó a permitir ese grado de familiaridad con un hombre tan despreciable? Según Svidrigáilov, Dunia está motivada por la vocación de salvar a otro y eso fortaleció su vínculo con él. De todas maneras, él no fue demasiado sutil en sus deseos de seducción y, aun así, Dunia dio lugar a una relación estrecha.

Dunia, que en tantos sentidos se parece a su hermano, se siente incapaz de matar a otro y termina dejando el arma cuando perfectamente podría haber matado a Svidrigáilov en el momento. Cuando arroja el arma a un lado, se abre la posibilidad de que siga viéndolo como un ser humano y eso la haya compadecido. No obstante, el primer disparo y la actitud de Dunia no dejan lugar a dudas: jamás va a sentir por Svidrigáilov lo que él por ella. Cabe mencionar que, de todos los sentimientos y las acciones contradictorias de Svidrigáilov, el amor que siente por Dunia parece ser lo único auténtico. Aunque no se perciba con certeza, debido a que Svidrigáilov se presenta como un personaje cínico, quizá siente efectivamente cierto remordimiento por sus actos porque, al fin y al cabo, se ha enamorado de una mujer que intentó salvarlo.

En el Capítulo 6, el protagonista es Svidrigáilov y es aquí donde se cierra el arco de su historia. La crisis que vive en un solo capítulo es como una versión condensada de lo que hemos visto en Raskólnikov a lo largo de toda la novela. Aquí, los lectores tienen la posibilidad de acceder al mundo interior de Svidrigáilov casi con el mismo detalle que al de Raskólnikov. Especialmente a través de sus pesadillas, es posible hacerse una idea del estado psicológico terrible en el que se encuentra el personaje.

En cierta medida, la pesadilla sobre la niña es para Svidrigáilov equivalente al sueño de la yegua que tiene Raskólnikov en sus desvaríos. La niña pasa de representar la inocencia y las buenas intenciones de Svidrigáilov, a representar su depravación: parece una prostituta. Teniendo en cuenta las tendencias pedófilas de Svidrigáilov, la escena -que, por momentos, no sabemos si es realidad o sueño- se vuelve verdaderamente aterradora. El sueño puede representar que todo lo inocente que toca se ha contaminado. Las buenas intenciones de Marfa, de salvarlo por amor, terminan con ella muerta; asimismo, cuando Dunia intenta darle una mano, su reputación acaba por los suelos. Más aún, los lectores podemos llegar a pensar si los hermanos de Sonia estarán a salvo tras haber entrado en contacto con alguien tan aberrante.

El dinero que Svidrigáilov le entrega a Sonia soluciona parte del desarrollo de la trama porque le permite a la joven abandonar San Petersburgo para ir tras Raskólnikov. Es claro que si la suerte de sus hermanos no estuviera resuelta, Sonia jamás los abandonaría. Aparte de que ayuda a que avance la trama, el gesto de Svidrigáilov reafirma la ambigüedad moral que se explora en la novela y nos remite a su reflexión sobre los criminales: ser capaz de hacer el mal no excluye la capacidad de hacer el bien.

Sin embargo, y a pesar de los actos buenos que lleve a cabo, Svidrigáilov parece estar más allá de cualquier redención. En estas últimas horas de vida sus crímenes lo atormentan incesantemente: primero la pedofilia en el sueño de la niña-prostituta y luego el abuso sexual en el sueño de la muchacha que se suicida. Debemos recordar, en este punto, que el suicidio de la muchacha remite a la acusación en su contra sobre el abuso sexual de la sobrina de su patrona. Sin embargo, esa niña se suicidó ahorcándose, mientras que en el sueño se tira al agua. De este modo, la culpa de sus actos podría estar entremezclándose con la premonición de su decisión de suicidarse, de un tiro en la cabeza, junto al agua.

Tal como analizamos anteriormente, el agua tiene múltiples funciones a lo largo de esta novela. Por momentos, y en su acepción cristiana, representa la posibilidad de redención asociándose a la liturgia del bautismo. Por el contrario, en otros momentos -especialmente cuando los personajes parecen encontrarse más allá de toda redención- el agua se vincula a la muerte. Esto es lo que sucede cuando la prostituta se tira al agua al lado de Raskólnikov y cuando él mismo piensa en suicidarse de ese modo. En el caso de Svidrigáilov, el personaje exhibe un rechazo hacia el agua que nunca termina de explicarse: “Nunca en la vida me ha gustado el agua, ni siquiera en los paisajes” (p.650). En este punto, quizá pueda relacionarse al hecho de que ya no tenga posibilidad de perdón o de absolución: se ha entregado enteramente al libertinaje. Para peor de males, la noche crítica de su muerte Svidrigáilov está rodeado de agua por todas partes: por la noche llueve y él se moja, emiten un aviso de inundación y, finalmente, se quita la vida al lado del río. Al final, Svidrigáilov ya ha renunciado a sí mismo y sabe que lo único que puede hacer es acabar con su vida.

Por otro lado, el hecho de que Raskólnikov visite a su madre indica que está dando los últimos pasos hacia su destino. En este último encuentro, también da otras pequeñas señales que sugieren su decisión de entregarse, como cuando se deja llevar por sus emociones al preguntarle impulsivamente si lo querrá siempre tanto como ahora, o cuando le pide que rece por él, se arrodilla ante ella y, finalmente, llora. Así y todo, en estos capítulos vuelve a comportarse en forma ambivalente e intenta justificar sus crímenes en forma irresponsable. Esto se revela, sobre todo, cuando Dunia agradece a Dios que no se haya suicidado y Raskólnikov defiende sus malas acciones. En ese momento, afirma: “Si hubiera resultado bien, me habrían puesto una corona” (p.666).

Dunia se horroriza de su actitud, pero Raskólnikov tiene argumentos para lo que dice; argumentos que, además, podrían considerarse al menos parcialmente válidos respecto al funcionamiento del mundo: “La sangre corre y ha corrido siempre a torrentes, es vertida como el champán y por ella coronan a algunos hombres en el Capitolio y luego les llaman bienhechores de la humanidad” (p.666). Nuevamente, Raskólnikov sostiene que la muerte de Aliona podía beneficiar a otros, aunque bien sabemos que esto no fue así y que esa motivación pasó a segundo plano por él mismo. De todas maneras, Raskólnikov solo le interesa la justificación teórica del crimen, no las repercusiones del acto en sí. Esta discusión demuestra que Raskólnikov ha vuelto, de algún modo, a su estado anterior al crimen, donde el hiperracionalismo no da lugar a los sentimientos, la fe, la culpa y otros sentimientos: si bien hay una confesión, Raskólnikov todavía está lejos de la redención.

Para Raskólnikov, entregarse en la comisaría es un golpe importante a su ego. Antes de ir, pasa por casa de Sonia y lo justifica del siguiente modo: “¡Necesitaba aferrarme a algo, darme un poco de tiempo, contemplar un rostro humano! ¡Yo que tanto confiaba en mí mismo, yo que tanto soñaba! Soy un mendigo, un ser insignificante, soy un miserable, ¡un miserable!” (p.673). No obstante, intenta mantener cierta dignidad cuando entra a la comisaria: “Se detuvo un momento para recobrar el aliento, dominarse y entrar como un hombre” (p.676).

Cuando ingresa, Ilyá Petróvich le deja saber a Raskólnikov que Svidrigáilov se ha suicidado y, en ese momento, se vuelve a abrir la posibilidad de salir impune, y deja la comisaría. Sin Sonia, no es seguro que Raskólnikov hubiera seguido adelante con su confesión. En todo caso, solo le basta una mirada de la virtuosa joven para que él vuelva a entrar a la comisaría a completar su destino. En una novela que critica el racionalismo y la dialéctica, como un camino que conduce a la muerte del espíritu, es significativo que el personaje que supone la salvación sea, quizás, el que menos habla, el menos locuaz. Con tan solo una mirada, Sonia es capaz de reconducirlo al camino adecuado, algo que ni todos los largos discursos interiores -como los que pronuncian otros personajes como Porfiri- han conseguido.