Resumen
La obra está situada en Atenas. Se divisa la Acrópolis de fondo. Entra Lisístrata en escena y reconoce allí a Cleonice, su vecina. Lisístrata está indignada porque convocó a las mujeres a reunirse y la única que está allí es Cleonice, mientras que las demás, supone ella, están durmiendo. Lisístrata le dice a Cleonice que la reunión que tendrán allí salvará a Grecia. Sin embargo, Cleonice no cree que las mujeres puedan lograr algo tan importante. Se pregunta: “Y ¿qué plan sensato o inteligente podrían realizar las mujeres, si lo nuestro es permanecer sentadas, bien pintaditas, luciendo la túnica azafranada y adornadas con el vestido recto y con las zapatillas de moda?” (p. 111). Lisístrata le responde que eso será, justamente, lo que las salve.
Entra Mírrina junto a otras mujeres. Luego, llega Lampito, una mujer espartana, con otras mujeres tebanas y corintias, y de distintas zonas de Grecia. Cleonice hace alusión al cuerpo voluptuoso y sensual de Lampito y las mujeres espartanas. Luego, le da una bofetada en las nalgas a una de las mujeres corintias, de quien se destaca que tiene el vello púbico rasurado.
Una vez reunidas, Lisístrata les pregunta a las mujeres si extrañan a sus maridos cuando estos están en la guerra. Ellas responden que suelen reemplazarlos con consoladores o amantes, pero que ahora ni siquiera pueden conseguir eso a causa de los conflictos bélicos. Lisístrata, entonces, les dice que deben negarse a tener relaciones sexuales con sus maridos (tanto espartanos como atenienses) y, de ese modo, los instarán a finalizar la guerra. Todas, en principio, se niegan, excepto Lampito, que dice que no tener sexo es difícil, pero la guerra es aún más difícil porque se lleva a los hombres por mucho tiempo y, a veces, para siempre. Tras decir esto, las mujeres comienzan a cambiar de opinión.
Luego, ellas le preguntan a Lisístrata qué deben hacer si los maridos las fuerzan a tener relaciones. Ella responde: “Hay que dejarse hacer poniéndoselo muy difícil, que no hay placer en esas cosas cuando se hacen a la fuerza” (p. 118). Entonces, Lisístrata esboza la segunda parte de su plan, que consiste en que las mujeres atenienses se apoderen de la Acrópolis, donde se encuentra todo el dinero y las riquezas de Atenas. Las encargadas de hacer esto son las mujeres más viejas.
Tras haber esbozado todo el plan y convencido a las mujeres, Lisístrata les dice que deben jurar sobre las entrañas de un cordero. Sin embargo, ellas prefieren jurar tomando vino. El juramento pronunciado es el siguiente:
Ningún hombre, ni amante, ni marido se acercará a mi descapullado. En casa pasaré el tiempo sin mi toro con mi vestido azafranado y muy bien arreglada para que mi marido se ponga al rojo vivo y nunca le seguiré la corriente a mi marido de buena gana. Pero si me obliga por la fuerza contra mi voluntad, me dejaré de mala gana y no le seguiré en sus meneos. No levantaré hacia el techo mis zapatillas persas. No me pondré a cuatro patas como una leona encima del rallador de queso. Si mantengo firme estas cosas que beba yo de aquí, pero si las violo que se llene de agua la copa (pp. 121-122).
Mientras beben el vino, escuchan un fuerte ruido. Lisístrata explica que las mujeres más grandes de Atenas acaban de apoderarse de la Acrópolis. Entonces entra a escena el coro de ancianos con antorchas en la mano. Cantan una canción que afirma que van a sacar a las mujeres de la Acrópolis. La corifeo (líder del coro femenino) aparece junto a su coro de mujeres, y le advierte al corifeo (líder del coro de los ancianos) que no se acerquen a ellas, porque van a sufrir las consecuencias.
Los hombres intentan quemar a las mujeres con las antorchas, pero ellas les tiran agua fría, sobre todo en la zona de los genitales, y así los derrotan.
Análisis
Para comenzar el análisis es fundamental situar la obra en su contexto de producción y estreno frente al público. Lisístrata es estrenada por Aristófanes en el año 411 a.C., en plena Guerra del Peloponeso. Esta guerra comienza veinte años antes, en el 431 a.C., y dura hasta el 404 a.C., es decir, 27 años en total. En ella se enfrentan las ciudades de la Liga de Delos (encabezada por Atenas) y las ciudades de la Liga del Peloponeso (encabezada por Esparta). La victoria termina siendo espartana.
El tema principal de la obra es, efectivamente, la guerra, y cómo detenerla para mantener a Grecia unida y en paz. El hecho de que sea una obra antibélica es uno de los estandartes que, aún hoy, sostiene la vigencia de Lisístrata.
Ahora bien, dentro de la obra no se analizan cuestiones puntuales del enfrentamiento bélico, sino que, desde la comicidad, el público asiste al intento de las mujeres, tanto atenienses como espartanas, de detener dicho enfrentamiento. La importancia de la mujer en Lisístrata es, sin dudas, el otro estandarte fundamental para sostener a la obra vigente veinticinco siglos después de su escritura y su estreno.
Desde la primera escena de la obra, Aristófanes construye el universo femenino de su época remarcando el lugar sumiso, de encierro, que tienen las mujeres en la sociedad de su tiempo. Lisístrata, en esa primera escena, se indigna porque las mujeres no llegan a la reunión y deduce que es porque están durmiendo. La protagonista no piensa que pueden estar haciendo ninguna otra cosa, ya que, efectivamente, en su tiempo, las mujeres no tenían ningún rol en el ámbito público de la sociedad. De hecho, su plan intentará cambiar esta situación.
Desde este primer momento, Lisístrata se presenta como una mujer diferente, que no ocupa ese lugar sumiso que caracteriza a las demás. Es interesante destacar que ella no tiene marido (o, al menos, no se hace ninguna alusión al respecto). Es posible que esto sea lo que le permite no estar atada a las tareas del hogar y a las exigencias de un hombre. El problema que surge, entonces, es que Lisístrata, al no sufrir la sumisión que sufren las mujeres casadas, tiene dificultades para comprenderlas. Por eso cree, de manera simplista, que si las mujeres no asisten a la reunión es porque están durmiendo.
Entonces aparece Cleonice, su vecina, marcando un gran contraste. Ella es quien debe explicarle a la protagonista cómo es el mundo de las mujeres casadas: “Difícil resulta para las mujeres salir de casa: una anduvo ocupada con el marido; otra tenía que despertar al criado; otra tenía que acostar al niño; otra darle de comer” (p. 110). Esta explicación no solo va dirigida a Lisístrata sino que interpela al público de la obra, a quien se le muestra, de manera crítica, el lugar que ocupan las mujeres en la sociedad.
He aquí un punto clave de la obra, y quizás algo contradictorio. Lisístrata, pese a que parece no conocer la opresión que sufren las mujeres en su vida cotidiana, tiene contemplado dentro de su plan utilizar dicha opresión a su favor. Cleonice le indica que las mujeres, además de hacer las tareas del hogar, deben estar siempre bien vestidas para sus maridos. Lisístrata sabe que aquello, que es una opresión, puede convertirse en un poder político y social. La protagonista comprende que si las mujeres deben vestirse así obligatoriamente para servir a sus maridos es porque estos tienen una necesidad de que ellas se vistan así. Esa necesidad es, fundamentalmente, sexual. Lisístrata, entonces, propone dar vuelta la ecuación: ¿qué pasaría si ellas utilizan esa seducción, que es lo único que tienen, para otro fin? Ese otro fin es lograr que la guerra entre Atenas y Esparta se detenga.
En este punto, es interesante detenerse para postular dos posiciones críticas opuestas sobre la obra. Por un lado, cierta parte de la crítica considera que Lisístrata presenta una posición feminista totalmente adelantada a su tiempo. Destacan el empoderamiento de la mujer, más allá de que este sea obtenido por ellas a partir de la seducción y la sexualidad. Por otro lado, hay críticos que consideran que, en realidad, Aristófanes, aún mostrando a las mujeres como las salvadoras de Grecia, no deja de mofarse de ellas poniéndolas en escena como unas desesperadas que solo quieren tener relaciones sexuales. En este sentido, hay un diálogo del principio muy ilustrativo:
Cleonice: ¿De qué se trata, querida Lisístrata, el asunto por el que nos convocas a nosotras las mujeres? ¿En qué consiste, de qué tamaño es?
Lisístrata: Grande.
Cleonice: ¿Es también grueso?
Lisístrata: Sí, por Zeus, muy grueso.
Cleonice: Entonces ¿cómo es que no hemos venido?
(pp. 110-111)
En esta cita hay un claro doble sentido. Cleonice está haciendo alusión a un pene, y afirma que, si se hubieran reunido por eso, estarían todas las mujeres allí, en lugar de estar solamente ellas dos.
Desde este punto de vista de la crítica, las mujeres (excepto Lisístrata, que, como hemos dicho, presenta características distintivas en relación a las otras mujeres y realmente quiere lograr la paz), en realidad, solo quieren tener sexo. De hecho, al principio se niegan a formar parte del plan porque les parece una locura no tener relaciones sexuales. Y, cuando cambian de opinión, es porque Lampito postula la idea de que, si la guerra continúa, los hombres van a estar más tiempo afuera de casa, lo que significa más tiempo sin tener sexo.
En resumen, una parte de la crítica ve, en la obra, un empoderamiento femenino en pos de lograr una acción sociopolítica muy importante, mientras que otra postula que hay una ridiculización de las mujeres, que solo forman parte de este plan en pos de garantizarse una plena actividad sexual, sin que les importe de verdad la guerra.
En relación con la estructura, la obra sigue un modelo típico de la antigüedad griega, que consiste en intercalar escenas de diálogo con escenas en donde aparece el o, en este caso, los coros. Es interesante destacar que esta obra de Aristófanes es pionera en la utilización de dos coros en lugar de uno. En este caso, tras la reunión inicial de las mujeres, aparecen el coro de ancianos y, luego, el coro de mujeres.
Esta división e intercalamiento se mantiene durante toda la obra. Las escenas de diálogo entre personajes tienen una jerarquía mayor a las escenas de los coros. Esto es así, fundamentalmente, porque en los diálogos entre personajes el espectador recibe información sobre lo que está sucediendo a nivel de trama. Por ejemplo, la información sobre lo que está sucediendo en la Acrópolis es pasada al espectador por Lisístrata en la reunión con las otras mujeres. Los coros, por su parte, suelen comentar lo sucedido sin agregar información sobre la escena, sino más bien otorgándole un tinte de comicidad a la misma. Es importante destacar que esta diferencia jerárquica entre escenas de personajes y escenas de coros no solo es propia de esta obra, sino que aplica a todas las comedias de Aristófanes y, en general, al teatro antiguo.
Ahora bien, además del efecto cómico, los coros ponen en la escena, físicamente, la disputa entre hombres y mujeres. Con la aparición de los coros, hombres y mujeres se convierten en dos facciones en duelo, con puntos de vista radicalmente opuestos. Esta oposición es simbolizada con la utilización del fuego y el agua, que además alude a la sexualidad. Mientras que los hombres portan antorchas y, con ellas, quieren quemar a las mujeres, estas se defienden con agua que, no casualmente, arrojan sobre los genitales de los hombres. Las antorchas son un símbolo de la libido masculina, y el agua funciona como un símbolo de la castidad que, de ahí en más, mantendrán las mujeres hasta que los hombres firmen la paz.
La toma de la Acrópolis por parte de las mujeres también funciona como un símbolo. En este caso, es un símbolo de poder. La Acrópolis de Atenas tenía diferentes funciones: era un lugar estratégico para defender la ciudad ante una invasión, se utilizaba para rendirle culto a los dioses, y se guardaban allí las riquezas del gobierno. Una parte del plan de Lisístrata consiste en tomar la Acrópolis para así evitar que los hombres puedan hacer uso de dichas riquezas en el enfrentamiento bélico. La toma de la Acrópolis por parte de las mujeres es el primer momento en el que ellas toman el poder, un poder que, gracias a la castidad impuesta, irá creciendo a lo largo de la obra hasta imponerse y traer la paz.