Resumen
En el canto 32, Fierro les da sus consejos a sus dos hijos y al hijo de Cruz al costado de un arroyo. Empieza diciendo que “Un padre que da consejos / Más que Padre es un amigo” (vv. 4595-4596), y también aclara que él nunca tuvo “otra escuela / Que una vida desgraciada” (vv. 4601-4602). Los primeros consejos que da es que vivan con precaución, que es mejor aprender cosas buenas que aprender muchas cosas, y que uno tiene que reconocer cuándo se enfada.
Además, indica que se debe tener una “conduta honrada” (v. 4636), tratar bien a los amigos, ser respetuoso con la gente, y también cauteloso y moderado. Sugiere que en vez de amenazar o usar el sable y la lanza para vencer un peligro, es mejor hacer uso de la confianza y de la astucia, sin que esta se convierta en picardía. Hay que evitar perder la vergüenza y ser altaneros, y si se entrega el corazón a una mujer, no se debe hacer nada para ofenderla.
Fierro expresa en sus consejos sentencias como “El trabajar es la ley” (v. 4649), “Los hermanos sean unidos” (v. 4691), “El hombre no mate al hombre” (v. 4733), y ordena que se respete a los ancianos. Afirma que el hombre de razón “No roba jamás un cobre” (v. 4730), que el alcohol es “el pior enemigo” (v. 4746) y que si se obedece sin soberbia, “será bueno el que manda” (v. 4720). También da consejos para el canto, diciendo que no templen el instrumento solo por el gusto de hablar, sino para cantar “cosas de jundamento” (v. 4768).
Finalmente, cierra sus consejos diciendo que le ha costado mucho adquirirlos, que surgieron en la meditación de su soledad, y que en estos no hay falsedad ni error, porque “Es de la boca de un viejo / De ande salen las verdades” (vv. 4779-4780).
En el canto 33, una voz externa y desconocida continúa la narración del poema indicando que los cuatro gauchos, Fierro, sus hijos y Picardía, se hicieron una promesa secreta y “Convinieron entre todos / En mudar allí de nombre” (vv. 4791-4792). Luego, este cantor se despide, dando fin a su argumento con unas reflexiones sobre lo que ha cantado. Dice que, a diferencia del águila que vive en su nido; el tigre, en la selva; y el zorro, en la cueva, el gaucho, “en su destino incostante” (v. 4820), vive errante yendo a donde la suerte lo lleva. Luego denuncia su pobreza y el maltrato que recibe, deseando que estos males concluyan algún día, cuando el gaucho tenga lo que le corresponde, “casa, / Escuela, Iglesia y derechos” (vv. 4827-4828).
Finalmente, cierra el último canto diciendo que las desdichas cantadas son “Las de todos [sus] hermanos” (v. 4878), quienes guardarán su historia en el corazón y lo recordarán con tristeza el día que esté muerto. A quienes se sientan atacados les dice que su intención no es ofender a nadie, porque si canta de este modo “No es para mal de ninguno / Sinó para bien de todos” (vv. 4893-4894).
Análisis
El anteúltimo canto de La vuelta de Martín Fierro se centra en el tema de las enseñanzas del gaucho, que transmite lo aprendido por las experiencias vividas. Estas enseñanzas que Fierro les da a sus hijos –y al que podríamos admitir como su hijo adoptado, Picardía– toman la forma de consejos de índole moral para que el gaucho pueda vivir de forma amena y sin conflicto. Muchos de los consejos de Fierro no parecen provenir del modo de ser típico del gaucho, sobre todo si tenemos en cuenta cómo se lo presentó en El gaucho Martín Fierro. En la Ida, era propio del gaucho medir su honor por medio del enfrentamiento a cuchillo y actuar impulsivamente ante la mera provocación. Pero como el Fierro de la Vuelta es un gaucho que quiere reinsertarse en la sociedad, sus saberes provienen de haber actuado de forma contraria a lo que aconseja.
Es interesante, por ejemplo, que diga que aquel que respeta a la gente “Bien lo pasa hasta entre Pampas” (v. 4643), refiriéndose así a los indios, cuando él tuvo que irse del desierto porque allí se encontraba en constante peligro. En esa misma estrofa dice también que “el hombre ha de ser prudente” (v. 4645) y que debe ser “Cauteloso entre los flojos” y “Moderado entre valientes” (v. 4647-4648). De esta manera, les enseña a sus hijos a evitar los conflictos que conducen a la violencia y al derramamiento de sangre. Esto último lo refuerza con una imagen poética, diciendo que “La sangre que se redama / No se olvida hasta la muerte” (vv. 4739-4740), porque él sabe que “Cai como gotas de fuego / En el alma del que la vierte” (vv. 4743-4744).
La de “Los hermanos sean unidos” es una de las estrofas más famosas del Martín Fierro, que se ha convertido en un refrán popular. La estrofa completa es así:
Los hermanos sean unidos,
Porque ésa es la ley primera-
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea-
Porque si entre ellos pelean
Los devoran los de ajuera (vv. 4691-4696).
Este consejo en forma de máxima –es decir, como ley fundamental o “primera”– transmite la importancia de la unión y la solidaridad entre hermanos, tanto dentro de la familia como en la sociedad en general. La “unión verdadera”, sin importar las circunstancias, entre hermanos de sangre, remite a una concepción muy arraigada en la tradición occidental. Esta concibe a la familia como el núcleo que mantiene el orden social, y por eso también sostiene y se puede transferir a la idea de unión entre habitantes de un mismo suelo. Ello se refuerza en el canto 33 cuando el cantor se refiere a “mis paisanos” (v.4878) como “mis hermanos” (v.4882).
Otro consejo que proviene de la tradición es el de respetar a los ancianos. Aquí Fierro acude a una comparación con el mundo animal, que refuerza la conexión particular que tiene el gaucho con la naturaleza: así como la cigüeña, cuando es vieja, pierde la vista y sus “hijas pequeñas” procuran “Cuidarla en su edá madura”, los hijos deben aprender a cuidar de esta forma a sus mayores siguiendo “Este ejemplo de ternura” (vv.4705-4708). La necesidad de respetar a los ancianos se explica también en el hecho de que de ellos proviene la sabiduría que se transmite de generación en generación, respeto que se le debe al propio Martín Fierro, que hace valer sus consejos por provenir “de la boca de un viejo” (v. 4779).
En el canto 34 toma la narración una voz desconocida que ya había aparecido en otras partes del poema. Se trata de la voz de un narrador omnisciente que presenta algunas situaciones; por ejemplo, antes de que Picardía empiece su canto y antes del comienzo de la payada. En la Ida esta voz aparece por primera vez en el último canto, dando a entender que los cantos de Fierro y de Cruz pudieron haber sido impostados por un tercer personaje, que bien podría ser el propio autor del poema, el escritor José Hernández. Esto nunca se aclara ni en la Ida ni en la Vuelta, pero le permite al lector del poema recuperar lo que sucede poco después de que Fierro y los demás finalicen sus cantos. En el final de la Vuelta, entonces, nos enteramos de que los cuatro gauchos deciden separarse y cambiar sus nombres, lo que el cantor anónimo insinúa como una consecuencia del hecho de que tienen “culpas que esconder” (v. 4798). En este sentido, vemos que estos personajes, que representan a todos los gauchos, deciden no respetar la ley primera, la de “los hermanos sean unidos”, porque no pueden vivir en unión después de todo lo que han hecho y padecido. Estos hombres no se pueden liberar de su pasado y la civilización no parece tener un lugar para ellos en el entramado social. Por eso el gaucho de regreso no puede realmente volver a la sociedad que lo expulsó, solo puede dejar sus enseñanzas antes de perderse en la llanura.
El cantor sin nombre cierra su historia dando a entender que la expulsión del gaucho de la civilización es también consecuencia de una situación social que debería revertirse; algo que solo sucederá cuando el gaucho pueda tener los mismos derechos que las demás personas. Persiste, en este punto, la crítica social por las condiciones injustas que padece este tipo social, aunque el cantor deja en claro que el tono de la denuncia no es el mismo que el de El gaucho Martín Fierro. Si la Ida termina con la protesta del cantor de haber contado “Males que conocen todos / Pero que naides cantó” (vv. 2315-2316), la Vuelta cierra con un mensaje más conciliatorio, indicando que lo que se ha contado “No es para mal de ninguno / Sinó para bien de todos” (vv. 4893-4894). Esta diferencia en el tono marca la distancia sustancial entre las dos partes del Martín Fierro.