Resumen
En el canto 29, todos celebran el encuentro cuando llega un Moreno que toma la guitarra y, de forma altanera y arrogante, desafía a Martín Fierro a una payada. Fierro acepta el desafío y toma también el instrumento, y así se disponen los dos a cantar “en medio de un gran silencio” (v. 3916).
El canto 30 desarrolla la payada de los dos cantores. Comienza Martín Fierro diciendo que “Es deber de los cantores / El cantar de contrapunto” (vv. 3933-3934) y alentando a “gemir las cuerdas / Hasta que las velas no ardan” (vv. 3957-3958). El Moreno inicia su parte presentándose como un “pobre guitarrero” (v. 3978), el último de los diez hijos que tuvo su madre. Dice que de un fraile aprendió cosas sobre la naturaleza, como las estaciones del año, lo que hay en el centro de la tierra y en el fondo del mar. Afirma entonces que está dispuesto a responder lo que le pregunte Fierro, aclarando que no sabe leer ni escribir.
Fierro entonces le pregunta cuál es el canto del cielo. El Moreno primero responde diciendo que el Creador no hizo clases distintas a los negros y a los blancos. Luego dice que el cielo canta y llora con la caída del rocío, el silbido de los vientos, cuando caen las aguas y brama el trueno. Fierro dice primero que, aunque Dios les dio iguales dolores al blanco y al negro, también hizo la luz “Pa distinguir los colores” (v. 4090). Después, le pregunta al Moreno cuál es el canto de la tierra. El Moreno contesta que el canto de la tierra lo forman el dolor de las madres, el gemido de los que mueren y el llanto de los que nacen.
Fierro admira las respuestas de su contrincante y continúa su interrogatorio preguntándole cuál es el canto del mar. El Moreno le pide ayuda a su ingenio para contestar esta pregunta difícil, luego dice que el mar canta cuando la tormenta brama, de una forma que aterra “Como si el mundo temblara” (v. 4142). Fierro sigue con la pregunta de cuál es el canto de la noche, y el Moreno contesta que los ruidos que uno siente sin saber de dónde vienen componen el canto de la noche, y dice que los rumores inciertos “son almas de los que han muerto / Que nos piden oraciones” (vv. 4167-4168).
Martín Fierro le advierte que los dos han de cantar dejando en paz “las almas de los que han muerto” (v. 4180) y luego le pregunta de dónde nace el amor. El Moreno dice que tratará de responder aquella pregunta oscura, diciendo que el pájaro ama los aires que cruza, la fiera ama la guarida donde dan sus bramidos de amor, el pez ama el fondo del mar y el hombre ama todo cuanto vive, porque “donde hay vida, hay amor” (v. 4210). A Fierro le gusta lo que el Moreno explicó, y le pregunta a continuación qué es lo que entiende por la ley. El Moreno dice que, a pesar de su ignorancia, se defiende con lo que sabe, y luego responde que “La ley se hace para todos, / Mas solo al pobre le rige” (vv. 4233-4234).
Fierro vuelve a resaltar las proezas del Moreno y le da licencia para que le pregunte lo que él quiera. El Moreno le pide a Fierro que le responda por qué el Eterno creó la cantidad. Fierro le responde que uno es el sol, una la luna y uno el mundo, por lo que Dios solo creó la unidad, y que el hombre es el que creó las demás cosas cuando aprendió a contar. Luego el Moreno le pregunta por qué el Creador formó la medida, y Fierro contesta que el hombre inventó la medida, porque Dios solo tenía que medir la vida del hombre. En tercer lugar, el Moreno quiere saber lo que significa el peso, y Fierro le dice que Dios mandó a que todo peso “Cayera siempre en la tierra” (v. 4338) y que el peso, desde que existe el bien y el mal, sirve para pesar las culpas de los mortales. El Moreno continúa su interrogatorio preguntando por qué Dios creó el tiempo y su división, y Fierro le contesta que el tiempo de Dios es eterno, y que el hombre es quien lo divide, “por saber lo que ha vivido / O le resta que vivir” (vv. 4359-4360).
Fierro da por respondidas las preguntas del Moreno y le pide que responda qué actividades se realizan “en los meses que train erre” (v. 4378). El Moreno se molesta por la pregunta porque él había confesado que “en leturas” era “redondo como jota” (vv. 4385-4386). Como no puede responder se declara derrotado, pero advierte a los que lo oyen que no vino solo para cantar, sino porque tiene otro deber que cumplir. Cuenta entonces que el mayor de sus hermanos falleció “a manos de un pendenciero” (v. 4438), y que los nueve restantes no olvidan su muerte. De esta forma revela que vino a buscar a Martín Fierro por haber matado a su hermano, el negro al que el gaucho mató en un baile cuando andaba de matrero en la Ida.
Fierro comprende que está por empezar “otra clase de junción” (v. 4480) y aunque dice que ya no busca peleas, da a entender que está listo para luchar, como lo estuvo en la frontera y en el desierto. Así termina la payada y, en el canto 31, los presentes se ponen en el medio de los payadores para que no se enfrenten. Para evitar la contienda, Martín Fierro, sus hijos y el hijo de Cruz se van en sus caballos hasta la costa de un arroyo, donde se sientan en círculo y se ponen a conversar. Allí pasan la noche alegremente, porque el gaucho sabe cómo arreglarse en el medio de la naturaleza. Como por su estado de pobreza no pueden vivir juntos, resuelven separarse, pero antes de irse cada uno por su lado, Martín Fierro les dirige unas palabras a los muchachos, que expresa en el canto siguiente.
Análisis
El canto 30 escenifica en el poema una expresión artística propia de la cultura gaucha: la payada. Esta consiste en una competencia en la que dos cantores improvisan sobre un mismo asunto para demostrar cuál es mejor en el arte de payar. De esta forma, La vuelta de Martín Fierro recupera una de las formas en las que los gauchos hacen poesía para demostrar la destreza payadora de su protagonista, quien se presenta como un gran cantor. Asimismo, por medio de la payada, Martín Fierro enfrenta su pasado, porque quien lo reta a cantar de contrapunto es el hermano del negro al que Fierro mató cuando era gaucho matrero.
Si la gauchesca se caracteriza por recrear literariamente la vida cotidiana del gaucho y su forma de hablar, la payada, como poesía de gauchos, da lugar al tratamiento de temas más serios o filosóficos, como los que aquí desarrollan Fierro y el Moreno, quienes se hacen preguntas relacionadas con la naturaleza y la creación divina. La payada incluye también lo que tiene que ver con la dimensión agonística del enfrentamiento, por la que cada payador debe mostrarse ingenioso, hábil y ágil, haciendo alardes de sus habilidades mientras pone en cuestión las de su oponente por medio de alusiones y de burlas. Esto queda claro desde el principio de la payada, cuando Fierro afirma que es capaz de quedarse cantando toda la noche “Hasta que se vaya el día” (v. 3966). El Moreno, en cambio, se presenta con más humildad, manifestando desde el principio qué cosas sabe y qué cosas no, y diciendo que quiere toparse con un cantor que “que experimente a este negro” (v. 3982). Tal humildad puede engañar al auditorio y al propio lector sobre el verdadero motivo por el cual quiere enfrentar a Fierro, no en el duelo verbal, sino en el duelo cuerpo a cuerpo.
El Moreno alude en su canto a las discriminaciones que sufre por ser un negro “Entre tanta gente blanca” (v. 3893), y le quiere dar valor al conocimiento que tiene y que puede transmitir:
Bajo la frente más negra
Hay pensamiento y hay vida-
La gente escuche tranquila,
No me haga ningún reproche-
también es negra la noche
Y tiene estrellas que brillan (vv. 4043-4048).
Fierro reconoce en seguida que el Moreno utiliza la confrontación racial como parte de la payada, por eso trata de desviar el asunto diciendo, en referencia a la distinción entre blancos y negros, que “A todo se ha de poner / El nombre con que se llama” (vv. 4093-4094). Luego le solicita a su oponente que diga cuáles son los cantos del cielo, la tierra, el mar y la noche, de dónde nace el amor y qué se entiende por ley. En este último punto, vuelve el cuestionamiento a los abusos del poder, cuando el Moreno utiliza la telaraña como metáfora de las injusticias de la ley, que solo se aplica a los que menos tienen:
La ley es tela de araña-
En mi inorancia lo esplico,
No la tema el hombre rico-
Nunca la tema el que mande-
Pues la ruempe el bicho grande
Y sólo enrieda a los chicos (vv. 4235-4240).
El Moreno admite que le resulta difícil dar algunas respuestas cuando se detiene en su canto a mencionar dicha dificultad, diciendo, por ejemplo, que “Hay muchas dotorerías / Que [él] no puede alcanzar” (vv. 4217-4218). Al hacer estas aclaraciones, revela que necesita tiempo para elaborar la respuesta. Martín Fierro, en cambio, responde a las preguntas del Moreno de forma más concisa y ágil, demostrando así su superioridad en el arte de la improvisación.
A pesar de esta superioridad, que se destaca también en el modo en que es capaz de distinguir la creación divina de la creación humana, Fierro vence al Moreno con una pregunta maliciosa. Cuando el Moreno se presenta en el inicio de la payada, confiesa que en “En leturas no [conoce] / La jota por ser redonda” (vv. 4053-4054). De esta manera dice que es iletrado, lo que se evidencia en el modo en que confunde dos dichos que requieren conocer el alfabeto: “no saber ni jota”, y “no conocer la o, por ser redonda”. Por lo tanto, cuando Fierro le pregunta por los meses que tienen la letra “r”, está sacando provecho de la condición analfabeta del Moreno. Si le hubiera preguntando de otra forma qué faena se hacen los meses que van de septiembre a abril, el Moreno posiblemente podría haber respondido, porque él dijo que sabe “Por qué son las estaciones / Del verano y del invierno” (vv. 4009-4010). En este sentido, la oposición entre cultura letrada y cultura oral toma otra dimensión en esta payada. Es irónico que Fierro, que en la Ida había dicho “Yo no soy cantor letrao” (v. 49), derrote a su oponente con una letra.
Mientras dura la payada, el Moreno va insinuando la verdadera razón por la que está allí: vengarse de la muerte de su hermano. Así, cuando responde cuál es el canto de la noche, dice que los rumores nocturnos son las almas de los muertos que piden oraciones. Fierro no se desentiende de esta alusión, sino que le dice que deje en paz esas almas. Después de admitir la derrota, el Moreno es más directo, al mencionar al hermano que falleció por culpa de un pendenciero y decir “Espero en Dios que esta cuenta / Se arregle como es debido” (vv. 4449-4450). Fierro le contesta entonces que él ya no está para pelear, pero como gaucho valiente que es, se dispone a enfrentar a quien sea que lo desafíe.
Para la lógica del gaucho matrero, el enfrentamiento verbal se continúa en el enfrentamiento a cuchillo. Pero en la lógica del gaucho de regreso es necesario que el duelo verbal no pase a la otra instancia. Es por eso que, en el canto 31, la posibilidad de que se dé el otro duelo es sofocada rápidamente por los presentes, que hacen que “la cosa [quede] quieta” (v. 4528). El Moreno se queda así sin su venganza, algo que retomará Jorge Luis Borges en su cuento “El fin” cuando le dé la oportunidad a estos dos personajes de tener el duelo a cuchillo que La Vuelta de Martín Fierro anuló.
El canto 31 dispone la escena para el momento en que Martín Fierro les dé sus consejos a sus dos hijos y al hijo de Cruz, antes de que los personajes se separen para “que cada cual se juera / A procurarse un refugio / Que aliviara su miseria” (vv. 4586-4588). Esto anticipa el desenlace final de la historia, en el que se revela las dificultades que encuentra el gaucho para reinsertarse en la sociedad.