Esperanza Renace

Esperanza Renace Resumen y Análisis - Esperanza Renace, Capítulo 6: Las cebollas

Resumen:

La familia finalmente arriba al campamento y Esperanza conoce su nueva casa. Queda perpleja al ver que la cabaña es aún más sencilla que la casita en la que vivían los empleados de El Rancho de las Rosas. Esperanza y su madre deberán compartir este reducido espacio con Hortensia, Alfonso e Isabel. Esperanza se indigna al escuchar que Mamá está profundamente agradecida por el espacio que les brindan en la cabaña. Para calmarla, Mamá le explica que lo importante es estar juntas y lejos de Tío Luis.

A la mañana siguiente, Esperanza está de mejor humor. Todos los adultos salieron a trabajar al campo, Miguel fue a Bakersfield en busca de un trabajo como mecánico, y Esperanza e Isabel deben cuidar de Pepe y Lupe, además de barrer la tarima del campamento. Isabel lleva a Esperanza a conocer la totalidad del campamento y le presenta a todos sus nuevos vecinos, que parecen saber que Esperanza supo ser una niña rica.

De regreso en la cabaña, Isabel le enseña a Esperanza a lavar los pañales de los gemelos - ella nunca lavó una sola prenda de ropa en su vida. Esperanza se siente algo avergonzada por su falta de experiencia, pero está determinada a aprender todas las tareas del hogar antes de que Isabel comience sus clases.

Luego, Esperanza intenta barrer la tarima de madera del campamento. Su única referencia es la memoria de los empleados de El Rancho de las Rosas limpiando la casa, así que hace su mejor esfuerzo por recordar y completar la tarea. Marta alcanza a ver el intento frustrado de Esperanza y se burla de ella llamándola “Cenicienta”. Esperanza no aguanta la humillación y regresa corriendo a la cabaña. Por primera vez se siente avergonzada de sus anteriores privilegios.

A su regreso, Miguel reconforta a Esperanza mostrándole cómo barrer correctamente. Él la conoce y entiende que ella en verdad nunca tuvo la necesidad de aprender estas tareas. Gracias a Miguel, Esperanza logra barrer la tarima con éxito. En tono de broma, Miguel dice que Esperanza podría llegar a convertirse en una buena empleada algún día.

Luego de escuchar cómo Miguel llama “mi reina” a Esperanza, Isabel le pide fascinada a su nueva compañera que le cuente más acerca de su vida como hija de un acaudalado terrateniente. Esperanza accede alegremente, y propone a Isabel contarle todo tipo de historias a cambio de instrucciones para aprender las tareas domésticas necesarias para mantener la casa en orden.

Análisis:

Esperanza e Isabel desarrollan una relación simbiótica: cada una necesita algo que la otra le puede dar. Isabel consume las historias de Esperanza como si se tratase de cuentos de hadas. Por su parte, Esperanza necesita que Isabel le enseñe a realizar trabajos domésticos. Su vínculo también simboliza la manera en que personas de diferentes clases sociales se cruzan y crean una dependencia que va más allá de cualquier convención social.

En este capítulo, Marta sigue cumpliendo el rol de antagonista. Continúa juzgando a Esperanza por su pasado y la llama “Cenicienta”, ridiculizando sus habilidades para limpiar. Al mismo tiempo, Miguel se reafirma como la estructura en la que Esperanza se puede apoyar y confiar, un bálsamo que cura las heridas provocadas por Marta. Mientras Marta aprovecha cada oportunidad para hundir a Esperanza, Miguel siempre está allí para contrarrestar las burlas con palabras de cariño y apoyo.

Durante todo el capítulo, Esperanza pasa muchas situaciones de humillación, pero logra superar cada instancia de inseguridad gracias a la ayuda de quienes la rodean. Se siente horrorizada al ver las nuevas condiciones de vida a las que debe adaptarse, pero Mamá la ayuda a ver el lado positivo de la situación. Luego, Miguel la ayuda a recomponerse de las burlas de Marta.

El vaivén de las emociones que invaden a Esperanza se condice con la naturaleza cíclica de la novela: cada vez que pasa algo malo, lo que importa es mirar hacia adelante, ya que el futuro siempre nos brinda oportunidades positivas. Abuelita le promete a Esperanza que siempre se aprende algo bueno después de un punto bajo en la vida; y Papá, al comienzo de la novela, le enseña a su hija a esperar con paciencia hasta que la fruta madura caiga en su mano.