En la mitad de su vida, Dante se encuentra extraviado en una selva oscura. Al amanecer, divisa un monte iluminado por el sol, e intenta avanzar hacia allí, pero un leopardo, una loba y un león bloquean su camino. Entonces, se presenta Virgilio, el poeta latino a quien Dante admira, y acude en su ayuda, explicando que fue Beatriz (la mujer amada por Dante), quien lo motivó a hacerlo. Asimismo, le ofrece guiarlo a través del Infierno y del Purgatorio, para que luego pueda acceder al Paraíso, acompañado por otra guía.
Antes de ingresar al Infierno, Dante observa al primer grupo de condenados: se trata de las almas de las personas que en vida fueron tibias y no defendieron ninguna causa. Su pena consiste en correr detrás de un estandarte, mientras son picados por insectos.
En su recorrido por el Infierno, el protagonista y su guía observan las condiciones de dolor y sufrimiento a las que son sometidas las almas de los condenados, según el pecado que cometieron en vida. En el primer círculo infernal, denominado Limbo, se encuentran aquellos que han nacido antes de la existencia del cristianismo, o quienes no han sido bautizados. A este círculo pertenece el propio Virgilio y muchas otras personas virtuosas.
En la entrada del segundo círculo infernal, Minos examina los pecados de las almas que llegan y les asigna un lugar en el Infierno. Dentro de este recinto, los peregrinos observan a los pecadores castigados por lujuria, y Dante dialoga allí con la primera de las almas condenadas (exceptuando la de Virgilio). En adelante, en cada uno de círculos que transita, Dante tiene la oportunidad dialogar con algunas de las almas condenadas. En muchos de los casos, los condenados acceden a hablar con él, tras la promesa de que el peregrino lleve su fama al mundo de los vivos.
En el tercer círculo se encuentran los condenados por gula. Allí cae nieve y granizo, y llueve incesantemente. En el cuarto recinto, los condenados empujan pesos con el pecho y, al chocarse entre sí, se reprochan mutuamente la acción cometida. Están confinados allí los avaros y los pródigos, y Dante nota la presencia de numerosos clérigos. En el siguiente círculo, el quinto, se castiga a los iracundos y perezosos, quienes, sumergidos en aguas fangosas, se pelean y se muerden mutuamente.
Luego, Dante y Virgilio llegan a las murallas de una ciudad llamada Dite, cuya entrada está custodiada por muchos demonios. Dentro de las murallas se encuentran las almas de personas que actuaron con bestialidad y malicia. Esto se considera más grave que actuar por incontinencia (como ocurre en todos los pecados anteriores) y, en consecuencia, los castigos son más severos.
En el sexto círculo, ubicado dentro la ciudad de Dite, se castiga a los herejes, quienes se encuentran confinados en tumbas que arden en llamas. En el séptimo círculo se castiga a los violentos. Allí, los condenados están divididos en tres grupos: los que ejercieron violencia contra el prójimo, los que la ejercieron violencia contra sí mismos y, por último, los violentos contra Dios y la naturaleza. Los condenados del primer grupo están inmersos en un río de sangre hirviente, atormentados por centauros armados de arcos y flechas. Los del segundo grupo, convertidos en árboles, son atacados por harpías que comen sus ramas y sus hojas. Por último, los pecadores del tercer grupo se hallan en un páramo de arena espesa y seca, donde llueven copos de fuego.
En el octavo círculo del Infierno se condena el fraude. Este sitio se denomina Malasbolsas y está dividido, a su vez, en diez bolsas o valles. Allí se hallan confinados los rufianes y seductores, condenados a marchar mientras son azotados por demonios; los aduladores, inmersos en excremento humano; los simoniacos, dispuestos en hoyos, con sus cabezas hacia abajo; los adivinos, quienes caminan con sus cabezas y cuellos girados hacia atrás; los barateros, sumergidos en un lago de brea hirviente; los hipócritas, quienes marchan vestidos con capas muy pesadas, de oro por fuera y, por dentro, de plomo; los ladrones, mordidos por serpientes; los consejeros fraudulentos, envueltos en llamas de fuego; los sembradores de discordia y escándalos, mutilados por demonios con espadas; y, por último, los falsificadores, cuyos cuerpos padecen diversas enfermedades.
El noveno y último círculo del Infierno se condena a los traidores. Este está dividido en cuatro zonas. En la primera de ellas, llamada Caína, se condena a aquellos que traicionaron a familiares. El segundo recinto, denominado Antenora, encierra a los traidores políticos. En la tercera zona, Tolomea, se hallan los traidores a los huéspedes. Por último, en Judea, el último recinto y el más profundo del Infierno, están confinados aquellos que traicionaron a sus benefactores. Allí se encuentra Lucifer, inmovilizado en el centro de la Tierra. Él posee tres bocas, con las cuales tortura a Judas Iscariote, a Bruto y a Casio. Dante y Virgilio trepan por el cuerpo de Lucifer para salir del Infierno y, luego, a través del hueco en un risco, avanzan hasta que divisan el cielo, y salen a contemplar las estrellas.