"Hablando nadie se entiende. Nos entendemos a favor en contra, como manadas de perros que atacan o repelen un circunstancial enemigo" (p.7). (Símil)
En boca de Vidal, el símil postula por primera vez una imagen que aparecerá reiteradamente en la novela: el humano en su costado animal. Teniendo en cuenta la ausencia de valores ideológicos o políticos en la base del antagonismo entre la juventud y la vejez, podemos considerar que el conflicto se sostiene en lo puramente físico. Lo humano, en la problemática principal de la novela, se reduce a lo animal. Y en el reino animal la única ley es la de la fuerza: los más fuertes vencen a los débiles. En relación a la idea de "manada", el símil también plantea una equivalencia entre lo animal y lo humano en torno al modo en que se agrupan, en esta novela, los personajes: lo único que los divide es la edad, como a los animales la especie, porque en Diario de la guerra del cerdo, los años que se tienen determinan la pertenencia a uno de los dos bandos posibles, el que ataca o el que se defiende. De este modo, el símil condensa un presagio significativo de la guerra que se desata en la novela poco después.
"Vidal entrevió caras furiosas, notablemente jóvenes, como enajenadas por el alcohol de la arrogancia" (p.12). (Símil)
El protagonista de la novela presencia el violento asesinato de un viejo diarero a manos de un grupo de muchachos. El símil postula el carácter inexplicable, ilógico, carente de sentido, del proceder de los victimarios: están sustraídos, enajenados, y parecen responder solamente a una autoridad que les es dada por su condición de juventud, la cual se asocia a la arrogancia. El "alcohol de la arrogancia" es la droga bajo cuyos efectos actúan los jóvenes. Esta apreciación no cambia a lo largo de la novela. Aunque más adelante se postulan algunas hipótesis acerca de los fundamentos del accionar de los jóvenes, ninguna de ellas, sin embargo, adquiere el estatuto de bandera. No hay una consigna unánime que agrupe a los jóvenes como justificación del ensañamiento. Lo pesadillezco en la novela tiene que ver con este carácter inexplicable o injustificado de los ataques, frente a los cuales las víctimas sólo pueden esconderse, refugiarse, con la esperanza de despertar y que la amenaza se haya disuelto como un mal sueño.
"Tal cual un perro prendido. El viejo inmundo merece escarmiento." (p.63). (Símil)
En la novela, las imágenes de lo animal adquieren una connotación negativa en su relación con la vejez, como si lo instintivo y lo viejo fueran una asociación imperdonable, digna de repudio. La cita corresponde al momento en que Vidal observa, desde la ventana, a su amigo Jimi, quien intenta tener sexo con su joven mucama. La frase es dicha por un joven que aparece detrás y presencia también la escena. El símil evidencia el desprecio que siente el joven hacia un viejo que se muestra en una faceta sexual: lo instintivo, en un viejo, lo convierte en un animal, su comportamiento es tan abominable que resulta inhumano. En la boca del joven, la asociación justifica, a su vez, una sentencia. El viejo merece morir como un perro cuyo comportamiento es una molestia para los hombres.
Pensó: “duermen como dos cadáveres que respiran.” (p.140). (Símil)
Vidal está en el altillo, ese escondite humillante que reúne a los viejos por su sola condición de viejos, observando a Faber y al encargado dormir. El narrador apunta las reflexiones de Vidal en ese espacio pesadillesco, donde los viejos deben esperar para protegerse del ataque de los jóvenes, es decir, para postergar su propia muerte. El símil citado trae la imagen de la muerte y la imprime sobre la de la vejez: los viejos, dormidos, no se diferencian de los muertos más que en el acto más básico, como si respirar fuera lo único que tienen en común los viejos con el resto de los vivos. La muerte es un futuro tan próximo para la vejez que su fantasma habita junto a ellos durante el presente.
Pensó que si tuviera ánimo pasaría por lo de Jimi, (...) pero pudo más el impulso de llegar cuanto antes a casa de Nélida, como si junto a ella estuviera a salvo, no de la amenaza de los jóvenes, que ahora casi no lo asustaba, sino del contagio, probable por una aparente afinidad con el medio, de la insidiosa, de la pavorosa vejez. (p.142). (Símil)
La relación con Nélida es un elemento crucial para el protagonista. El hecho de que una muchacha joven y bella desee compartir su vida con él no sólo colabora con el bienestar de Vidal como lo haría, en cualquier hombre, la compañía de un ser al que se quiere. La relación con Nélida "salva" de algún modo a Vidal, diferenciando al personaje del resto de los personajes mayores de la novela. En compañía de Nélida, Vidal se siente automáticamente menos viejo, y por lo tanto se considera fuera del bando de víctimas de la guerra al cerdo, del que poco antes se sentía condenadamente parte. El símil citado presenta la vejez como una enfermedad contagiosa, de la que Vidal se siente repentinamente salvado: el amor de Nélida lo inmuniza, lo cura. Ella aparece entonces, más que como una novia, como una enfermera que salva a un paciente de la muerte. Es importante recordar, también, que ella tiene el nombre de una muchacha a quien Vidal quiso en la juventud. De algún modo, el paralelo entre las muchachas puede estar funcionando para Vidal como una suerte de viaje en el tiempo: al vivir nuevamente el amor con una Nélida, Vidal revive la juventud, recupera algo de aquel muchacho que fue en el pasado.
La compañía de Nélida altera la percepción de Vidal: a los jóvenes ya no les teme, porque no se considera un viejo y por lo tanto, una posible víctima; a los amigos los ve más viejos que antes, quizás por oposición a la juventud de Nélida. La vejez aparece entonces ante Vidal como algo de lo que puede mantenerse alejado, en tanto se mantenga cerca de la muchacha.
"¿Por qué atar a Nélida a un animal moribundo?" (p. 171). (Metáfora)
Del mismo modo que el inicio de su relación con Nélida había alterado la percepción de Vidal, haciéndolo sentir joven y prefiriendo evitar la compañía de los viejos, por miedo al "contagio"; el episodio del hospital, en el que Vidal comparte con sus viejos amigos, desvanece el ánimo del protagonista. Al pronunciar esa frase, él mismo se siente viejo e indigno del amor de Nélida, que entonces le parece ridículo. Mediante una metáfora expresa el sinsentido de enlazar a una muchacha joven y bella a su propia decrepitud. Él se autopercibe entonces como un "animal moribundo", es decir, un ser subhumano cuya existencia se define en esperar la muerte. En su reflexión, mantener la relación con Nélida sería "atar" a la muchacha, restringir su libertad, su posibilidad de vuelo, cualidades propias de la juventud, para reducir su actividad al cuidado de un viejo enfermo.