El rey Alfonso destierra al Cid Rodrigo Díaz de Vivar de Castilla a causa de las calumnias que los enemigos de este divulgaron en su contra, y el héroe parte, en compañía de sesenta vasallos. En Burgos, los habitantes se niegan a ofrecerle alojamiento o a venderle comida, puesto que el rey lo ha prohibido. El Cid acampa a orillas del río Arlanzón, donde se une a él un hombre de Burgos, Martín Antolínez, que lo abastece con sus propias provisiones y se une a su mesnada.
Luego, Martín Antolínez ayuda al Cid a llevar cabo un plan para reunir dinero, engañando a dos prestamistas, Rachel y Vidas. Y, más tarde, el Campeador se dirige al monasterio de San Pedro de Cardeña, para despedirse de su mujer, doña Jimena, y de sus hijas. Allí también le entrega dinero al abad don Sancho para el cuidado de las mujeres.
Antes de que el Cid abandone Castilla, otros caballeros se unen a su mesnada. En sueños, el ángel Gabriel anima al héroe a avanzar y le asegura que alcanzará el éxito.
Poco después de dejar Castilla, el Campeador ataca la primera ciudad musulmana, Castejón, mientras que Minaya Álvar Fáñez, un gran guerrero y uno de sus mejores vasallos, ataca pueblos cercanos. Más tarde, el Cid pergeña una estrategia para atacar Alcocer, y su ejército alcanza una nueva victoria, con lo que la riqueza del héroe y de su mesnada aumenta.
Entonces, el Campeador envía a Minaya a presentarse ante el rey Alfonso con obsequios para pedirle su perdón. El rey no se lo concede, pero alienta a otros guerreros a unirse al ejército del Cid. Poco después, el Cid tiene un nuevo enfrentamiento guerrero con el conde de Barcelona. La hueste cidiana vence y captura al Conde, y luego el Cid llega a un acuerdo con él y lo libera, pero se queda con sus riquezas y la espada Colada, que posee gran valor.
Más tarde, el Cid ataca ciudades pequeñas cercanas Valencia y luego sitia esta gran ciudad durante nueve meses, hasta que sus habitantes se rinden. Así, el campeador conquista Valencia y se convierte en el gobernante de la ciudad. Luego, él envía una nueva embajada a Castilla, con obsequios para el rey Alfonso. El rey, aunque no lo perdona, autoriza a que su mujer y sus hijas viajen a Valencia para reunirse con él. Así, Minaya y los caballeros del Cid escoltan a las mujeres hasta Valencia, donde el Campeador celebra su llegada.
Poco tiempo después, el rey Yúsuf de Marruecos se enfrenta en una batalla al Cid, y resulta vencido. Luego de su victoria, el Campeador envía por tercera vez a Minaya en una embajada a Castilla, con obsequios para el rey, quien, esta vez, decide perdonar al héroe. Los infantes de Carrión, advirtiendo que las riquezas y el prestigio del Cid aumentan, le piden al rey casarse con las hijas de él. Entonces el rey interviene y el Cid acepta el casamiento, aunque desconfía del éxito de esa unión. Doña Sol y Doña Elvira, entonces, se casan con los infantes.
Aproximadamente dos años después, en Valencia, un león huye de su jaula, y los infantes de Carrión, temerosos, huyen a esconderse. Esta actitud es motivo de escarnio entre los habitantes de Valencia, pero el Cid prohíbe las burlas a sus yernos.
Poco después, el rey Búcar ataca Valencia y el ejército del Cid lo derrota. Además, el Cid adquiere con esta victoria la espada Tizón, que le pertenecía a aquel rey. Los yernos del héroe también obtienen grandes riquezas y, entonces, deciden regresar a Carrión. Así, le piden al Cid dirigirse allí con sus esposas, aunque secretamente planean abandonarlas y concertar nuevos matrimonios más convenientes. El Cid acepta y les ofrece una gran cantidad de dinero, además de sus espadas Colada y Tizón, como dote.
En el camino a Carrión, el moro Abengalbón, amigo y vasallo del Cid, les ofrece comida y alojamiento. Los infantes planean matarlo a traición, pero son descubiertos y no lo consiguen. Más tarde, en el robledo de Corpes, los infantes golpean a doña Elvira y a doña Sol y las abandonan, creyendo que están muertas. Sin embargo, Félez Muñoz, el sobrino del Cid, que observó a escondidas la crueldad que cometían los infantes, consigue reanimar a sus primas y regresa con ellas a Valencia.
El Cid, entonces, pide justicia al rey, y este convoca una corte en Toledo. Allí, el Campeador pide, en primer lugar, que los infantes le devuelvan sus espadas Tizón y Colada. Luego de que ellos acceden, el héroe regala sus espadas a su sobrino don Pedro Bermúdez y a Martín Antolínez. Luego, el Cid vuelve a demandar a los infantes, y les pide que le devuelvan el dinero que les dio cuando partieron de Valencia. Los infantes protestan, pero los jueces los obligan a cumplir la petición, y ellos le pagan al Cid con bienes materiales de ellos y de su familia. Por último, tres de los caballeros del Cid desafían a un reto a los infantes de Carrión y a Asur González, que es partidario de ellos, y, finalmente, ingresan a la corte los infantes de Aragón y Navarra pidiendo el matrimonio con las hijas del Cid.
Luego de tres semanas, se llevan a cabo los duelos en Carrión. Frente al rey y los jueces, Pedro Bermúdez, Martín Antolínez y Muño Gustioz vencen a sus rivales, Fernando, Diego y Asur González, respectivamente. Con estas tres victorias, los de Carrión quedan humillados, y el Cid recupera su honor. Este agradece a Dios y celebra en Valencia las nuevas bodas de sus hijas, con las que alcanza gran honra, convirtiéndose en pariente de reyes de España. El Cid finalmente muere un día de Pentecostés.