Resumen
El rey Alfonso de Castilla destierra al Cid Rodrigo Díaz de Vivar a causa de las calumnias que los enemigos de este divulgaron en su contra, y le otorga un plazo de nueve días para que abandone sus posesiones. El héroe reúne entonces a sus amigos para preguntarles quiénes de ellos lo acompañarán, y Minaya Álvar Fáñez, su primo hermano, señala que todos irán con él, sirviéndolo como leales vasallos y amigos. Los demás confirman las palabras de Álvar Fáñez, y el Cid les agradece. Luego, el héroe observa los recintos vacíos de su casa, con sus puertas y postigos abiertos, y, entristecido, llora.
Así, el Cid parte de Vivar rumbo a Burgos, en compañía de sesenta caballeros. Al salir de allí, una corneja vuela a su derecha y, más tarde, al entrar a Burgos, otra vuela a su izquierda. El Cid se encoge de hombros ante esta última señal de mal agüero y sacude su cabeza en un gesto de rechazo.
Los habitantes de Burgos observan con gran pesar la llegada del Cid y comentan: “¡Dios, qué buen vasallo! ¡Si tuviese buen señor!” (v. 20). El Cid llama a la puerta de una posada, pero nadie responde y, sin descabalgar, golpea la puerta con su pie. La puerta permanece cerrada, pero se acerca a él una niña de nueve años, quien le explica que la noche anterior los habitantes de Burgos recibieron una carta del rey, en la que se les prohíbe darle alojamiento. El rey ha prohibido también a los burgaleses venderle al Cid y sus caballeros provisiones.
Entonces el Cid se dirige a la iglesia mayor de Burgos, Santa María, donde reza, y, a continuación, decide acampar en la glera del río Arlanzón. Allí se une a él un hombre de Burgos llamado Martín Antolínez, quien lo abastece con sus propias provisiones. Luego, el Cid, a su pesar, pergeña un engaño para reunir dinero: ordena llenar dos arcas con arena y, fingiendo que son arcas colmadas de oro, Martín Antolínez se las ofrece a los judíos Rachel y Vidas, explicándole que el Cid debe empeñarlas. Ellos aceptan y le entregan seiscientos marcos. Acuerdan que guardaran las arcas durante un año, y que en ese lapso de tiempo, no las abrirán.
Antes de salir de Castilla, el Cid se dirige al monasterio de San Pedro de Cardeña, donde están refugiadas su mujer, doña Jimena, acompañada por cinco damas, y sus hijas, que son niñas aún. El Campeador llega allí antes del amanecer, cuando doña Jimena y el abad don Sancho están rezando. Este sale a recibirlo con antorchas al patio y le ofrece hospedaje a él y a quienes lo acompañan. Entonces, agradecido, el Cid acepta, y luego le entrega al abad ciento cincuenta marcos para que cuide a su mujer y a sus hijas durante un año. A continuación, doña Jimena se acerca al Campeador, llora y afirma que él fue expulsado de su tierra por la culpa de calumniadores. Luego, el Cid toma a sus hijas en brazos, las abraza y, con lágrimas en sus ojos, se dirige a su esposa, señalando que allí estarán protegidas.
Más tarde, ciento quince caballeros se aproximan al monasterio para unirse a las fuerzas del Campeador, quien los recibe alegremente y ruega a Dios poder recompensarlos. Al amanecer del día siguiente, antes de la partida del Cid, doña Jimena ora a Dios para que lo proteja. Él se despide de su familia y Minaya Álvar Fáñez le pide al abad que si alguien más llega al monasterio con la intención de unirse al Cid, que siga su rastro, puesto que podrá alcanzarlo en las cercanías de aquel lugar. Entonces, los hombres se marchan y avanzan hasta la frontera del reino. Durante el recorrido, otros caballeros se unen a ellos. En la Figueruela, cuando el Campeador duerme, el ángel Gabriel se presenta en sus sueños, lo anima a cabalgar y afirma: “mientras vivas lograrás lo mejor” (v. 409).
Al amanecer, el Cid cabalga con sus guerreros, que ya suman trescientos, y al atravesar la sierra de Miedes, abandona el reino de Alfonso VI. Los hombres continúan cabalgando durante la noche, para que nadie pueda rastrearlos, y así permanecen ocultos.
Análisis
El Poema de Mio Cid (también llamado Cantar de mio Cid) es un cantar de gesta medieval, es decir, una obra literaria en verso, dedicada a cantar las hazañas (gesta) de un caballero. Los cantares de gesta florecieron en Francia a fines del siglo XI, desde donde se extendieron por el resto de Europa occidental. Estas obras comparten los rasgos característicos de la poesía heroica: en primer lugar, están centrados en la figura de un héroe, quien sobresale por poseer las virtudes más apreciadas por una comunidad (en este caso, mesura, valentía, voluntad y lealtad, fundamentalmente). Además, la poesía se centra en el relato de las acciones del héroe, y no en la descripción elogiosa de sus virtudes, de lo que resulta una poesía esencialmente narrativa. Por otro lado, la misma carece, generalmente, de la introspección psicológica de sus personajes. Por último, estos poemas son de génesis oral, es decir, originalmente fueron compuestos para ser recitados en público por un juglar, lo que explica parte de sus características estilísticas y estructurales.
A pesar de que el autor de este poema se desconoce, algunas características de su relato nos permiten localizar su origen geográfico. El poeta era castellano y, probablemente, su zona de actividad estaba situada en una comarca delimitada entre Medinaceli y San Esteban de Gormaz (ubicadas en la actual provincia de Soria, España). La fecha de la composición del poema también se desconoce, aunque la mayoría de los críticos la ubica entre mediados del XII y comienzos del XIII.
El Poema de Mio Cid recrea libremente algunos sucesos históricos que tuvieron lugar en los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz (1043-1099), cuando fue desterrado por segunda vez por el rey Alfonso VI y se dedicó a la conquista de territorios de dominio musulmán ubicados al este de la península ibérica, con un ejército propio, hasta la conquista de Valencia. Dado que no se trata de una crónica histórica, en el poema se presentan sucesos históricos, que el poeta seleccionó y transformó, junto a hechos ficticios, como el casamiento de las hijas del Cid, la afrenta de los Infantes de Carrión, el juicio en el que el protagonista se enfrenta a ellos y los duelos resultantes.
El protagonista, Rodrigo Díaz, aparece también en el poema con otros nombres: Ruy Díaz (Ruy es la abreviatura de Rodrigo), el Campeador (que significa “batallador” o “vencedor”) y el Cid, derivado de sidi, que en árabe significa “señor” (en consecuencia, mio Cid significa “mi señor”). En ocasiones, también se añade al nombre del protagonista su procedencia: “de Vivar”.
El Cid es un héroe arquetípico. Posee muchas de las condiciones que son propias de los héroes épicos, como la sapientia et fortitudo (sabiduría y fuerza). Como señala Montaner Frutos, su sabiduría no es erudición, sino sentido de la proporción, capacidad de previsión y prudencia (s.f., párr. 34). Cabe añadir acá que el héroe posee cualidades oratorias, que le permiten dominar sus palabras incluso en las situaciones más adversas. Su sabiduría puede observarse sobre todo en la manera de actuar del héroe -ante todo, mesurada-, y también en su sagacidad, e incluso, en su resignación. Por otro lado, la fuerza del héroe no es exclusivamente física, sino también aptitud para actuar y autoridad. Como explica Montaner Frutos, “se manifiesta, claro está, como fuerza y resistencia en el campo de batalla, pero ante todo como capacidad de actuación, en sentido general, y muy especialmente como fuerza de voluntad. Gracias a ella, el Cid logra superar los amargos momentos de la partida (…) para, a continuación, iniciar una imparable carrera ascendente que culminará con la conquista de Valencia, la reunión con su familia y, como culminación de toda la primera trama, con el perdón real” (s.f., párr. 39).
Por otro lado, además de las cualidades heroicas con las que se presenta al protagonista, también observamos en él cualidades más próximas al hombre común: el personaje llora, se preocupa por su familia y se ocupa de cuestiones materiales, como la forma de ganar dinero.
Aunque en esta obra el poeta actúa como un narrador omnisciente, casi nunca revela directamente los pensamientos de sus personajes. Por eso, debido a la ausencia de descripciones psicológicas, la caracterización de los personajes recae, fundamentalmente, en sus acciones y en sus palabras. Además, prácticamente no hay descripciones de la apariencia física de los personajes. De los rasgos físicos del Cid se destaca principalmente su barba. Este es uno de sus rasgos más característicos y, a menudo, se le atribuyen al héroe epítetos épicos alusivos a ella, como “barba tan cumplida” (v. 269) o “el de la larga barba” (v. 1226) (utilizamos para todas las citas del poema la versión modernizada de Leonardo Funes, Colihue, 2018). Su barba funciona, además, como un símbolo de la valentía y la virilidad del héroe.
El conflicto inicial del poema, el destierro del Cid, responde a la figura medieval de la ira regis o ira regia, una institución jurídica que implicaba la ruptura del vínculo entre el rey y su vasallo, quien era expulsado del reino. En estas circunstancias, el Cid debe abandonar el reino y sus posesiones. Las causas de este severo castigo no se explican en el poema (aunque es probable que estuvieran expuestas en el folio inicial del manuscrito, que se ha perdido); sin embargo, a partir de las palabras del Cid (“¡Esto me lo han hecho mis enemigos malos!”, v. 9), y, posteriormente, las de doña Jimena, su esposa (“Por malos calumniadores de tierra eres echado”, v. 267), podemos suponer que la decisión del rey estuvo motivada por acusaciones falsas que los enemigos del Cid hicieron en su contra.