A lo largo de toda la obra narrativa de Gabriel García Márquez es posible reconocer una proliferación de animales y formas de la animalización. Estos elementos cumplen una función fundamental dentro de la lógica del realismo mágico tal como lo concibe el autor, ya que sirven para presentar lo fantástico como una dimensión más de la realidad latinoamericana. De acuerdo con el crítico literario Jacques Joset, el plano animal es "un elemento esencial del mundo novelesco de García Márquez" (1974, 65), puesto que la fauna está siempre presente en sus narrativas. Estos animales pueden ser representados de manera realista, maravillosa o mitológica. También pueden aparecer como aliados, como antagonistas o como símbolos de las figuras humanas.
Al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1982, el autor pronuncia un discurso titulado "La soledad de América Latina". Este comienza recapitulando una serie de relatos sobre la realidad latinoamericana con significativos elementos insólitos, entre los que se destacan las referencias a animales fuera de lo común, como "cerdos con el ombligo en el lomo", "pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho" y "alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara" (1982). Asimismo, recupera la descripción de criaturas híbridas que mezclan elementos de diversos animales, como "un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo" (1982).
En su obra propiamente literaria, abundan los insectos de todo tipo. Por ejemplo, en La mala hora se narra una invasión de mosquitos y otra de hormigas voladoras, lo cual vuelve a suceder en Cien años de soledad: tras la muerte de Úrsula, las hormigas voladoras desmoronan la casa de la familia Buendía. En La hojarasca, por su parte, hay referencias a las moscas como símbolo de la muerte. Así, es posible identificar una multiplicidad de bichos a lo largo de la narrativa del autor: lombrices, cucarachas, luciérnagas y mariposas, entre muchos otros.
Además, son frecuentes los animales domésticos o de granja, que conviven con los personajes humanos. En muchísimos relatos, las aves de corral tienen papeles centrales, como los gallos de riñas en El coronel no tiene quien le escriba y en Cien años de soledad, o las gallinas en "Un señor muy viejo con unas alas enormes". Por otra parte, algunos animales llegan a estar personificados, como el caballo del médico Abrenuncio de Sa Pereira Cao en Del amor y otros demonios. Los cerdos y las mulas también suelen ser presencias cercanas a los humanos.
En este sentido, es inevitable destacar al niño que nace con cola de cerdo en Cien años de soledad por ser hijo de una pareja incestuosa. Este es un ejemplo de representación mitológica de los animales en la obra de García Márquez, quien suele crear figuras híbridas entre lo humano y lo animal. En sintonía, cabe recordar que el autor siente una fascinación por los circos y las ferias errantes, que forman parte de muchos de sus relatos y suelen dar contexto a la exhibición de animales o seres fantásticos que tienen elementos animales, como la mujer araña de "Un señor muy viejo con unas alas enormes".