Un señor muy viejo con unas alas enormes

Un señor muy viejo con unas alas enormes Citas y Análisis

... cuando Pelayo regresaba a la casa después de haber tirado los cangrejos, le costó trabajo ver qué era lo que se movía y se quejaba en el fondo del patio. Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un hombre viejo, que estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no podía levantarse, porque se lo impedían sus enormes alas.

Narrador, 11.

Esta cita presenta por primera vez al extraño ser alado que cae en el patio de Pelayo y Elisenda. Es interesante observar que se trata del principal elemento fantástico del cuento y es introducido de inmediato, ya en su primer párrafo. Es decir que, desde el comienzo, conocemos el núcleo del conflicto narrativo. También cabe destacar el modo en el que el narrador lo describe, evitando clasificarlo o juzgarlo: nos dice que es un "hombre viejo" y que tiene "enormes alas", reproduciendo la lógica del título del cuento. En otras palabras, el narrador se mantiene relativamente neutral y objetivo; a diferencia de los personajes, no determina que este es un ángel, un demonio u otro tipo de criatura. Esto ayuda a construir el efecto de extrañeza del cuento, ya que los lectores mantenemos dudas sobre la identidad de este sujeto.

Estaba vestido como un trapero. Le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en el cráneo pelado y muy pocos dientes en la boca, y su lastimosa condición de bisabuelo ensopado lo había desprovisto de toda grandeza. Sus alas de gallinazo grande, sucias y medio desplumadas, estaban encalladas para siempre en el lodazal.

Narrador, 11.

En esta cita leemos una descripción más detenida del extraño ser alado, tal como se encuentra cuando cae en el patio de Pelayo y Elisenda. Su estado es deplorable y decadente: viste harapos, tiene unos pocos pelos canosos en la cabeza y su boca está desdentada. Sus alas, a pesar de ser enormes, están desplumadas, sucias y llenas de barro debido a la caída. El narrador lo compara, antes que nada, con un animal, el gallinazo, y más tarde el matrimonio confirmará esa semejanza al encerrarlo en el gallinero. De esta manera, los lectores sabemos, desde el comienzo, que no es un ser bello, elegante o grandioso, sino todo lo contrario.

Al día siguiente todo el mundo sabía que en casa de Pelayo tenían cautivo un ángel de carne y hueso.

Narrador, 11.

Esta frase da cuenta de la importancia de la oralidad y los rumores para el desarrollo del cuento. Poco después de que la vecina sabia visite el patio de Pelayo y Elisenda y diagnostique que aquel extraño ser es un ángel, todo el pueblo está al tanto de su existencia. Además, todos están convencidos de que es un "ángel de carne y hueso". Esto, por un lado, confirma el diagnóstico de la vecina. Por el otro, contribuye al efecto paródico, ya que, dentro de la mitología cristiana, los ángeles son, precisamente, seres incorpóreos, es decir, no son de carne y hueso. El poder y la gran capacidad de difusión de los rumores sigue creciendo rápidamente, y el ángel se vuelve célebre en todo el Caribe.

Argumentó que si las alas no eran el elemento esencial para determinar las diferencias entre un gavilán y un aeroplano, mucho menos podían serlo para reconocer a los ángeles.

Narrador, 12.

El padre Gonzaga examina al extraño ser alado y aplica métodos absurdos con el objeto de identificar qué clase de criatura es. De inmediato, asegura que no puede tratarse de un ser celestial porque no entiende el latín y porque no respeta su autoridad como religioso. A su vez, curiosamente, el cura les da muy poca importancia a sus alas. De hecho, afirma que el mal estado de las alas le da un aspecto "demasiado humano" (12) a esta criatura y, como leemos en esta cita, argumenta que no son un elemento fundamental para identificar a los ángeles. Esto resulta desconcertante, pues en el imaginario colectivo occidental, las alas son el rasgo típico de los ángeles. De este modo, el padre Gonzaga es ridiculizado desde su primera aparición en el cuento: sus acciones y su discurso son absurdos y están completamente desconectados de las creencias de los habitantes del pueblo, quienes, a pesar de sus advertencias, seguirán creyendo que este misterioso ser es un ángel.

La única vez que consiguieron alterarlo fue cuando le abrasaron el costado con un hierro de marcar novillos, porque llevaba tantas horas de estar inmóvil que lo creyeron muerto. Despertó sobresaltado, despotricando en lengua hermética y con los ojos en lágrimas, y dio un par de aletazos que provocaron un remolino de estiércol de gallinero y polvo lunar, y un ventarrón de pánico que no parecía de este mundo. Aunque muchos creyeron que su reacción no había sido de rabia sino de dolor, desde entonces se cuidaron de no molestarlo, porque la mayoría entendió que su pasividad no era la de un héroe en uso de buen retiro sino la de un cataclismo en reposo.

Narrador, 13-14.

En estas palabras se expresa un punto álgido del maltrato que recibe el extraño ser alado mientras vive en cautiverio en el gallinero de Pelayo y Elisenda. Muchos de los visitantes que se acercan considerándolo un espectáculo lo tratan con crueldad, como suele tratarse a ciertos animales en circos y zoológicos. En este caso, queman su cuerpo con un hierro para marcar ganado. El dolor que esto le genera es tal que se altera por primera y única vez: grita en su incomprensible idioma, llora y aletea con mucha potencia. El revuelo parece tener una fuerza sobrenatural y eso asusta a los humanos que lo rodean. Por ese motivo, creen que el ángel tiene el poder de desatar una catástrofe y empiezan a tratarlo con un respeto -que más bien es temor- a partir de esta secuencia.

Pero el correo de Roma había perdido la noción de la urgencia. El tiempo se les iba en averiguar si el convicto tenía ombligo, si su dialecto tenía algo que ver con el arameo, si podía caber muchas veces en la punta de un alfiler, o si no sería simplemente un noruego con alas.

Narrador, 14.

Esta cita pone de relieve el cuestionamiento al poder eclesiástico que propone "Un señor muy viejo con unas alas enormes". El padre Gonzaga, incapaz de resolver por sí solo el misterio del extraño ser alado, envía cartas al Vaticano para que sus superiores identifiquen a la criatura e indiquen qué hacer con ella. Pero el resultado no es más que una burocracia infinita, marcada por un extenso intercambio de cartas con preguntas absurdas, totalmente inadecuadas para resolver la situación. De esta manera, se pone en crisis la autoridad de la iglesia católica y se exhibe su incapacidad para interpretar la fantástica realidad latinoamericana.

... llevaron al pueblo el espectáculo triste de la mujer que se había convertido en araña por desobedecer a sus padres. La entrada para verla no sólo costaba menos que la entrada para ver al ángel, sino que permitían hacerle toda clase de preguntas sobre su absurda condición, y examinarla al derecho y al revés, de modo que nadie pusiera en duda la verdad del horror. Era una tarántula espantosa del tamaño de un carnero y con la cabeza de una doncella triste. Pero lo más desgarrador no era su figura de disparate, sino la sincera aflicción con que contaba los pormenores de su desgracia: siendo casi una niña se había escapado de la casa de sus padres para ir a un baile, y cuando regresaba por el bosque después de haber bailado toda la noche sin permiso, un trueno pavoroso abrió el cielo en dos mitades, y por aquella grieta salió el relámpago de azufre que la convirtió en araña.

Narrador, 14.

Estas frases pertenecen al relato enmarcado de la mujer araña. En primer lugar, se describe su extraña figura: es una gran tarántula con cabeza de doncella. En segundo lugar, se narra el origen de su transformación, destacando el tema de la obediencia para construir una moraleja, en sintonía con el carácter original de este texto como cuento infantil. En tercer lugar, se exhibe la espectacularización de esta mujer por ser extraña. Cabe destacar, en ese sentido, que no es solo su extraño cuerpo lo que convoca al público, sino, sobre todo, su sufrimiento: es una mujer profundamente triste y afligida, obligada a contar sin cesar la verdad de su horror, reviviéndolo todos los días para divertimento de los demás.

Además los escasos milagros que se le atribuían al ángel revelaban un cierto desorden mental, como el del ciego que no recobró la visión pero le salieron tres dientes nuevos, y el del paralítico que no pudo andar pero estuvo a punto de ganarse la lotería, y el del leproso a quien le nacieron girasoles en las heridas. Aquellos milagros de consolación que más bien parecían entretenimientos de burla, habían quebrantado ya la reputación del ángel.

Narrador, 14.

Este fragmento es un claro ejemplo del estilo narrativo del realismo mágico de Gabriel García Márquez, puesto fusiona lo fantástico con lo cotidiano, poniendo en tensión la definición de realidad. Este universo literario, que refleja específicamente lo latinoamericano, incorpora como posibles elementos, personajes y acontecimientos extraordinarios, sobrenaturales, inesperados, extraños, insólitos. La enumeración de los extraños milagros que parece haber performado el ángel de este cuento conjuga hechos de distintas lógicas para crear ese efecto de extrañeza. Los casos del ciego y el paralítico son raros, pero no necesariamente sobrenaturales, mientras que el del leproso solo puede pertenecer al universo de lo fantástico. El fragmento también sostiene el tono cómico característico del cuento, e incluso incorpora la posibilidad de que el extraño ser alado esté loco. La locura aparece aquí no como una explicación racional y objetiva para el acontecimiento de lo fantástico, sino como otro ingrediente literario que suma extrañeza.

El médico que atendió al niño no resistió la tentación de auscultar al ángel, y encontró tantos soplos en el corazón y tantos ruidos en los riñones, que no le pareció posible que estuviera vivo. Lo que más le asombró, sin embargo, fue la lógica de sus alas. Resultaban tan naturales en aquel organismo completamente humano, que no podía entender por qué no las tenían también los otros hombres.

Narrador, 15.

Cuando el hijo de Pelayo y Elisenda crece, comienza a jugar en el gallinero. En un determinado momento, contrae la varicela y el ángel se contagia. Entonces el médico que acude para atender al niño también examina al extraño ser alado. El relato de su examen también es del orden de lo insólito y lo asombroso: la criatura tiene un "organismo completamente humano", pero sus condiciones son tan malas que parece imposible que esté vivo. Una vez más, se funden lo natural y lo sobrenatural, puesto que un cuerpo humano aparentemente normal funciona de manera absolutamente anormal. Por otra parte, se produce una inversión de la lógica de lo normal: las alas son tan orgánicas en el cuerpo del supuesto ángel, que el doctor llega a creer que, en realidad, todas las personas deberían tenerlas. Es decir, en la conclusión del médico, el cuerpo humano sin alas pasa a ser lo extraño. Es importante resaltar que la figura del médico representa una visión científica de la realidad y, por lo tanto, sirve para sustentar lo narrado en el cuento como válido y verdadero. El hecho de que sea un diagnóstico médico nos aleja de la idea de que todo es un delirio popular o religioso.

Elisenda exhaló un suspiro de descanso, por ella y por él, cuando lo vio pasar por encima de las últimas casas, sustentándose de cualquier modo con un azaroso aleteo de buitre senil. Siguió viéndolo hasta cuando acabó de cortar la cebolla, y siguió viéndolo hasta cuando ya no era posible que lo pudiera ver, porque entonces ya no era un estorbo en su vida, sino un punto imaginario en el horizonte del mar.

Narrador, 15.

Esta cita corresponde a las líneas finales del cuento. Si bien sería incorrecto afirmar que se trata de un final abierto, puesto que la trama principal queda resuelta (el extraño ser alado se va de la casa de Pelayo y Elisenda), lo cierto es que es un desafío construir una interpretación única, completa y definitiva de su significado. De hecho, de acuerdo con la crítica especializada, "Un señor muy viejo con unas alas enormes" ofrece una multiplicidad de interpretaciones, sin confirmar ninguna de ellas de manera definitiva.

Así, este final deja a los lectores con la sensación de que su extrañeza tiene un significado, que hay un mensaje oculto a recuperar, pero no sabemos exactamente cuál es ese mensaje. Es posible, por ejemplo, argumentar que el vuelo final del ángel representa su libertad, ya que se ha recuperado, han crecido nuevas plumas fuertes en sus alas y puede escapar del cautiverio al que fue sometido. Si bien esa hipótesis funciona perfectamente bien, no explica qué función ha tenido el ángel en las vidas de los demás personajes, ni cuál es su verdadera identidad, ni cómo llega a caer en el patio de Pelayo y Elisenda.

Por eso, este cuento despierta más interrogantes que respuestas, tanto con respecto al final, como a la historia en general y a la propia figura del “señor muy viejo con unas alas enormes”. Así, nos preguntamos, entre otras cuestiones, cuál es la naturaleza de esta criatura, si realmente se trata de un ángel, por qué motivo aparece en las vidas de estos personajes, por qué pasa tantos años en la casa de este matrimonio, y por qué se recupera de pronto y logra escapar después de tanto tiempo.

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