Las clases sociales
En la novela se representan distintas clases sociales y los lazos conflictivos que hay entre ellas. Además, esas clases, en general, suelen identificarse con las diferentes razas que conforman la sociedad americana de Santa Fe. En esta configuración social, la violencia del entorno termina por permear los lazos sociales: así, los estratos más altos son crueles y discriminatorios con las clases más bajas, con las que se desquitan ante sus frustraciones. Los blancos suelen corresponderse a las clases más acomodadas y, también, a las más insensibles respecto de la realidad de esta zona de América Latina: se trata de los españoles allí radicados (gachupines) y de los funcionarios del Cuerpo Diplomático. Su accionar en la novela suele estar motorizado por su interés económico individual, y aparecen representados como hipócritas, falsos y frívolos, como sucede en la discusión sobre moda que mantienen algunos ministros durante la reunión del Cuerpo Diplomático.
Enseguida están los criollos, descendientes de españoles nacidos en América. Estos suelen ocupar un estrato social intermedio: gozan de una situación acomodada, pero suelen estar por debajo de los más poderosos. Tal es el caso de los funcionarios del Tirano, que acatan sus órdenes, orientadas a perseguir y oprimir a los indios. Conforman ellos el denominado “criollaje”, dueño de las tierras, que en general suele apoyar a Santos Banderas y oponerse a la Revolución, en la medida en que ella pone en peligro el orden económico que los beneficia. El Jefe de Policía, López de Salamanca, es un caso emblemático de este estrato: es nieto de españoles y conserva un orgullo de casta tal que lo hace despreciar al indio. Sin embargo, entre los criollos, hay algunos que se oponen a la tiranía y se vuelcan a la Revolución, solidarizándose con la situación penosa de los indios: Filomeno Cuevas, Roque Cepeda y Sánchez Orondo.
Luego están los indios, pueblo originario de esta región americana, asediado por la violencia colonialista. Son el estrato más bajo, sometido a formas de trabajo casi esclavo y al sistema de encomenderos, algunos condenados a trabajar en la minería y en trabajos forzados. Viven en condiciones de vida miserables y a pesar de su deseo de progresar socialmente, la opresión de los de arriba les impide mejorar, como sucede con el ciego y su hija. El caso de Zacarías es emblemático, también, por el modo en que su familia está sumida en la miseria y padece la violencia más cruel de la tiranía. La excepción a esta correspondencia entre raza y clase es la de Santos Banderas, un indio que ha logrado ascender hasta lo más alto del poder, abandonando toda consciencia de clase y reproduciendo toda la discriminación y violencia hacia los más vulnerables propios de las clases más altas.
La violencia
La violencia es uno de los pilares sobre los que se sostiene toda tiranía, y es, por lo tanto, la estrategia por excelencia utilizada por Santos Banderas para sostener su poderío. Él construye su autoridad mediante el ejercicio del terror y la amenaza. Así es como mantiene a raya a sus funcionarios, que le obedecen por miedo a posibles represalias. Por ejemplo, amenaza al Jefe de Policía con echarlo si su labor de espionaje no triunfa; Nacho Veguillas teme por su vida luego de que Lupita adivina el secreto del Tirano. Del mismo modo, Banderas fusila a todos los revolucionarios que detiene; el ruido de los fusilamientos es el sonido de fondo de Santa Fe, logrando así que la violencia se convierta en un hábito naturalizado.
Ese clima de violencia, propiciado por el Tirano, es reproducido luego en todos los ámbitos de la sociedad, especialmente por parte de los estratos más altos sobre los más bajos. Pero esa violencia no solo es física, sino también psicológica, y se refleja en la discriminación que sufren los indios y los negros por parte de españoles y criollos.
Zacarías y su familia representan el caso más claro en la novela de víctimas de la violencia estatal y de la crueldad indiscriminada del Tirano. Su familia no solo vive en la pobreza, sino que producto de la crueldad del gachupín empeñista y de la policía del Tirano, su familia queda destruida luego de que su mujer es injustamente detenida y su hijo abandonado y muerto por los chanchos.
La discriminación racial
En la configuración social que construye la novela se evidencia una fuerte discriminación racial por parte de los blancos (gachupines y diplomáticos) y de muchos criollos sobre los indios y los negros; para los primeros, resulta evidente que las diferencias étnicas conllevan diferencias morales y de conducta. Según su escala de valores, los blancos y los criollos son moralmente superiores a los indios y los negros. Asimismo, defienden un fuerte determinismo, según el cual la identidad de raza trae aparejadas conductas y formas de ser específicas, naturales.
Esas nociones se fundan en miradas profundamente estigmatizantes, que reproducen estereotipos históricos. Así, los indios son considerados como seres ruines, traicioneros, vagos, viciosos y supersticiosos.
En esta polarización entre presuntas razas superiores e inferiores se trasluce una mirada colonialista muy fuerte, que destaca los buenos valores de españoles y descendientes de españoles y la degradación moral de la población americana originaria, justificando así la explotación de los segundos por los primeros. Con ese mismo fin, varios personajes, como Don Celestino, reproducen la clásica dicotomía civilización-barbarie para representar a unos y otros: mientras la Madre Patria es la cuna de la civilización y los buenos valores, la Revolución (que reivindica al indio) es el germen de la barbarie.
El colonialismo
Si bien Santa Fe de Tierra Firme es una República autónoma, con una historia de independización respecto de España, es evidente que aún sobreviven en ella estructuras propias de la colonización y una sujeción muy fuerte a España. En principio, resulta muy significativo que España es frecuentemente aludida como “Madre Patria”, lo cual pone de manifiesto la pervivencia de una identidad colonial en esta región de América. A pesar de las guerras de la independencia (que el propio Santos Banderas reivindica), España sigue siendo considerada como la patria originaria y como autoridad a la cual hay que escuchar.
Es evidente también que Santos Banderas, preocupado por sostener su poder absoluto, reniega de la injerencia que España quiere tener sobre los asuntos de Santa Fe. Sin embargo, sabe del poder de España y por eso solicita a Celestino que convenza al Ministro de España de orientarse contra la Revolución y a favor del Presidente Banderas. Es claro que España aún tiene poder suficiente para poner en riesgo la gobernabilidad de Banderas e incidir sobre el futuro político de la República. Algo similar parece demostrar el Cuerpo Diplomático cuando los funcionarios latinoamericanos aceptan tener una reunión previa, tutelada por el representante de esa “Madre Patria”.
Además, las estructuras colonialistas siguen claramente en pie en lo que respecta a la explotación del indio y a la supervivencia de dinámicas como las de la encomienda. El proceso revolucionario que defienden Filomeno Cuevas, Roque Cepeda y Sánchez Ocaña busca justamente acabar con esas viejas estructuras que atentan contra la verdadera independencia de la región.
La censura
La censura es una cualidad inherente a las dictaduras y las tiranías. Es la estrategia deliberada para coartar la libertad de expresión, con el fin de sofocar y ocultar toda ideología que se desvíe o se oponga a la ideología hegemónica. Esos desvíos son considerados peligrosos porque amenazan con romper el orden establecido, proponiendo alternativas a un sistema violento que se pretende unívoco. La censura opera cancelando o tergiversando información, con el fin de ajustar los pensamientos políticos y morales a los lineamientos que la dictadura defiende.
En la novela, Santos Banderas intenta desarmar su imagen de dictador, argumentando que defiende la libertad de expresión y permitiendo que se realicen actos opositores como el de Roque Cepeda. No obstante, de manera subrepticia, el Tirano implementa el espionaje y la persecución y termina apoyando la detención del líder opositor y ordenando su tortura. Asimismo, el Presidente detiene a todos los revolucionarios y los fusila sin mediar ningún juicio, condenándolos a muerte justamente por pensar distinto.
La censura también queda reflejada en el modo en que funcionan los periódicos y los medios de comunicación. El Director de “El Criterio Español” habla abiertamente de la censura que opera sobre las crónicas que escriben sus colaboradores. Su objetivo, justamente, es censurar las versiones que no le sirven y tergiversar la realidad para construir un relato oficial que sea afín a sus intereses políticos y económicos.
La destrucción de la familia
Los vínculos familiares en la novela están degradados o terminan por degradarse, producto de la violencia generalizada y la perversión moral que afecta a la República. El contexto político que allí se vive no es propicio para que los lazos afectivos prosperen: entre el horror y el miedo proyectados por la tiranía de Banderas y la convulsión que genera la Revolución, las familias terminan por romperse.
La familia de Filomeno Cuevas sufre un quiebre cuando él decide volcarse a las filas revolucionarias. Consciente de que debe elegir entre la familia o la Patria, Filomeno se disculpa con sus hijos por abandonarlos y ruega a su mujer que los cuide, aun aceptando la posibilidad de que él muera luchando. La esposa le reprocha que elija la Revolución por sobre la familia, pero no puede hacer nada al respecto; lo individual es superado por lo colectivo, y por el contexto político y social.
La familia de Zacarías también resulta víctima de la Revolución, pero también de lo más cruel de la tiranía. El Cruzado debe dejar a su familia para ayudar a Domiciano, que escapa del Tirano y propone unirse a la Revolución. Una vez más, el contexto político apremia y Zacarías abandona a su mujer y a su hijo, aun cuando ellos no tienen nada para comer. Librados a su suerte, terminan sufriendo lo peor de la tiranía y del contexto social injusto que aquella habilita: la mujer es traicionada por un gachupín que, aprovechando una posición social más ventajosa, la denuncia injustamente ante la policía; esta reacciona con toda la violencia que el Tirano le exige y detiene a la mujer y abandona a su hijo, el cual muere comido por los chanchos.
La familia del Tirano también está totalmente pervertida. Su hija -víctima de algún tipo de enfermedad que no se explicita- vive encerrada y ocultada por el padre, quien finalmente termina matándola violentamente.
La homosexualidad
La novela retrata la estigmatización y la criminalización de los homosexuales en la época en que transcurren los acontecimientos. Entonces, en España y en América, la homosexualidad era mal vista, incluso era considerada ilegal, con lo cual quienes la practicaban podían ser penalizados. Asimismo, eran víctimas de la discriminación, pues era una conducta socialmente repudiada. Esto se pone en evidencia en el tratamiento que Valle-Inclán hace del vínculo amoroso entre el Ministro de España y Currito Mi-Alma. Se trata de una información secreta y sensible, a la que accede el Jefe de Policía mediante el espionaje y que será utilizada a favor del Tirano.
En efecto, en Tirano Banderas la homosexualidad es utilizada por el Tirano para extorsionar al Barón de Benicarlés, quien teme que su secreto sea develado, y eso ponga en riesgo no solo su reputación, sino también su carrera diplomática. La homosexualidad del Ministro genera rechazo al Tirano y a sus funcionarios, y el narrador contribuye con en esa imagen peyorativa. En línea con la construcción esperpéntica de los personajes, el narrador ridiculiza al Ministro acentuando los rasgos afeminados que -según los estereotipos y prejuicios de la época- eran adjudicados a los homosexuales: refleja sus cuidados estéticos excesivos y su vestimenta poco masculina (encaje y seda rosa). Currito Mi-Alma también satiriza al Ministro, llamándolo “Isabelita”, por deformación de su nombre de hombre “Mariano Isabel”. Así se construye un perfil del Ministro que contradice el estereotipo de hombre masculino y serio que caracterizaría a un hombre de poder.
El hecho de que la inclinación sexual y el perfil afeminado del Barón de Benicarlés sean cualidades ridículas y negativas aporta un claro panorama de época, poniendo de manifiesto la mirada peyorativa que en esa época había sobre la homosexualidad.