La vuelta al mundo en ochenta días

La vuelta al mundo en ochenta días Resumen y Análisis Capítulos XXII-XXVI

Resumen

Sorpresivamente, y a pesar de todo lo sucedido, Passepartout se despierta en el Carnatic. El día en que el buque zarpaba, se despertó de su estupor de opio tres horas después de que Fix lo dejara en el fumadero. Desorientado como se sentía abordó el barco, con cierto sentido del deber y la intuición de que abordar el Carnatic era lo correcto.

Al recobrar sus sentidos por completo, se da cuenta de que mister Fogg y Aída no están en el barco, ya que él jamás llegó a avisarles del cambio de horario. Se da cuenta también de que todo esto fue parte del truco del detective Fix para mantener a Fogg en Hong Kong. Passepartout está angustiado, pero no tiene más remedio que continuar hacia Yokohama.

Cuando el vapor llega a Japón, el joven se baja para explorar la zona. Se adentra en el barrio propiamente japonés de Yokohama, que es extremadamente diferente a todo aquello que conoce. Siente hambre, pero no tiene dinero para comprar comida. A la mañana siguiente se da cuenta de que sí o sí deberá conseguir algo para comer. Decide realizar un concierto en la calle para ganar dinero con los transeúntes japoneses. Cambia su atuendo muy europeo por ropa vieja que parece más adecuada para un artista errante. Vende su ropa por unas monedas y con eso logra darse un buen desayuno.

Tratando de descifrar cómo llegar a Estados Unidos, ve a un payaso que deambula con un cartel de una compañía acrobática japonesa, que se encuentra en la ciudad de paso en su gira hacia Estados Unidos. Sigue al payaso y le pregunta a William Batulcar, el director de la compañía, si puede ser útil allí. El director se niega a aceptar a Passepartout como sirviente, pero acepta tomarlo como clown.

El criado se ve obligado a actuar inmediatamente, con los Narices Largas, una compañía de acróbatas famosa por sus largas narices de bambú. En un momento, mientras hacen una gran pirámide humana, Passepartout divisa en el público a su amo y a la joven Aída. Lleno de alegría se desentiende de la pirámide, que tambalea y cae. El criado, excitado, corre hacia su amo.

Ya juntos, comparten las historias de cómo llegaron hasta allí, y abordan el vapor a San Francisco. Fix también ha tomado el mismo barco; ha decidido que perseguirá a Fogg hasta Inglaterra y lo arrestará una vez allí. Passepartout, a pesar del encuentro con el detective, no le cuenta a su amo todo lo que sabe sobre Fix. Cuando el criado se encuentra en el barco, Fix propone una tregua: le dice que ahora será su aliado. El objetivo de todos es llegar a Inglaterra, y allí verán qué sucede, pero, por lo pronto, no arrestará a Fogg.

Al llegar a San Francisco, Fogg envía a Passepartout a comprar unos rifles para el viaje. Atravesar Estados Unidos en tren es una empresa peligrosa, según las historias de nativos americanos que atacan los trenes. Fogg y Fix se encuentran y caminan, junto con Aída, por las calles de San Francisco. Se ven envueltos en un conflicto entre partidarios de dos candidatos políticos, Kamerfield y Madiboy, en el cual Fogg tiene a su vez un altercado muy grande con un coronel llamado Samuel Proctor.

El tren a Nueva York atraviesa el Pacific Railroad, que se compone de dos partes: Union Pacific y Central Pacific. El viaje dura siete días y recorre territorios salvajes habitados por nativos americanos y bestias. El tren se transforma en dormitorio por la noche para que los pasajeros puedan descansar. Al comienzo del viaje, un rebaño de bisontes los retrasan, pero Fogg se mantiene, como siempre, imperturbable. Finalmente llegan a Utah, territorio habitado por mormones.

Análisis

Hasta este punto de la historia, los lectores siempre hemos entendido a Passepartout como parte de una unidad, nunca separada de Fogg y muy definida por su relación con él. Al comienzo de esta sección vemos a Passepartout solo por primera vez. Hace todo lo posible por resolver sus asuntos por sí mismo, pero está claro que está tan acostumbrado a cumplir las órdenes de Fogg y seguir su sombra que tiene dificultades para descubrir cómo operar por sí mismo. Su alegría absoluta al volver a ver a Fogg demuestra que es con su maestro que él se siente más cómodo.

Aída se describe, por ahora, solo a través de comentarios sobre sus conversaciones con los otros personajes. No tiene mucho parlamento en el texto aún, lo que habla de la percepción generalizada de esa época de que las mujeres ocupan un lugar subalterno con respecto a los hombres, no solo en la literatura sino, por supuesto, en la sociedad en general. Sin embargo, se deja entrever que poco a poco se enamora de Fogg, atraída por lo excitante de su objetivo, su naturaleza estoica y la manera en que la trata. Parece preocuparse por ella de una manera en la que hasta ahora no lo había hecho.

Durante su travesía por el Pacífico, vuelve a entrar en juego el motivo del tiempo, el cronometraje, los relojes. Dado que toda la apuesta depende de terminar el viaje alrededor del mundo en ochenta días, el tiempo, por supuesto, ha sido un tema importante en todo momento. Pero además de esto, Verne insinúa que el tiempo es incluso más importante de lo que parece inicialmente. Las referencias al reloj de Passepartout en esta instancia ya se vuelven insistentes.

Por otra parte, todavía mostrando una determinación absoluta por lograr su cometido y cumplir con su deber, Fix ha decidido seguir a Fogg hasta Londres. Sin embargo, la dinámica entre Fix, Fogg y Passepartout ciertamente cambia ahora que Fix está trabajando técnicamente con ellos en lugar de contra ellos: ambos tienen motivos para regresar a Inglaterra lo más rápido posible. Además, Passepartout tiene, a partir de este momento del relato, una carta bajo la manga: conoce las verdaderas intenciones de Fix y puede elegir compartirlas con su maestro en cualquier momento.

Cuando los personajes llegan a San Francisco, Verne muestra una vez más su conocimiento geográfico y social del mundo. Esto se expresa, por ejemplo, en el gran detalle con que describe las ciudades:

Desde el lugar elevado en el que estaba ubicado, Passepartout contemplaba con curiosidad la gran ciudad americana: amplias calles; casas bajas bien ordenadas; iglesias y templos de estilo gótico anglosajón; docks gigantescos; depósitos como mansiones, unos de madera, otros de ladrillo; en las calles, numerosos coches, ómnibus, tranvías y las aceras repletas, no sólo de americanos y europeos, sino de chinos e indianos que constituían entre todos una población de doscientos mil habitantes (pp.167-168).

Las declaraciones que hace el narrador sobre Estados Unidos reflejan no solo sus perspectivas sobre el país, sino también la mirada sobre la sociedad europea (y en particular, la británica). Durante el siglo XIX, Estados Unidos emergió como una nación nueva y poderosa. En el centro de la identidad estadounidense estaba el objetivo de la expansión y el progreso, algo que fue observado de cerca por otras naciones, especialmente la británica.

Las descripciones de Verne muestran la "dureza" general con la que se percibía a Estados Unidos en ese momento. Se pensaba que los estadounidenses eran rudos y bulliciosos, y la pelea entre las dos figuras políticas, Madiboy y Kamerfield, en la ciudad, es bastante representativa de esta perspectiva. Verne usa este episodio para contrastar al estadounidense rudo con el inglés refinado:

Mister Fogg, no menos impávido de lo habitual, quiso defenderse con esas armas innatas que la naturaleza ha colocado en el extremo de los brazos de todo inglés, pero infructuosamente. Un enorme muchachote de mentón rojo, tez encendida, de enormes espaldas, que parecía ser el jefe de la pandilla, levantó su tremendo puño sobre mister Fogg, y hubiera dañado mucho al caballero si Fix, por salvarlo, no hubiese sufrido el golpe en su lugar” (p.171).

Sin embargo, su prosa va más allá de los estereotipos del pueblo estadounidense. Cuando comienzan el viaje en tren, sus descripciones del paisaje estadounidense lo caracterizan como salvaje e indómito, lleno de espacios abiertos e impredecibles y un terreno que varía mucho a lo largo de largas distancias. Esto es similar a sus descripciones anteriores del interior de la India. Tanto la India como Estados Unidos se presentan como espacios impredecibles, propicios para la aventura.

Por último, es posible a esta altura del texto atender a una metáfora que recorre el texto: los círculos dominan la novela, comenzando con la noción misma de circunnavegación y dando la vuelta al globo. Verne lo resume bien en el capítulo XXI: “No viajaba, sino que estaba describiendo una circunferencia. Era un cuerpo grave que circunscribía una órbita alrededor del globo terrestre, según las leyes de la mecánica racional” (p.59). El círculo no tiene comienzo ni fin: Phileas Fogg no espera ningún tipo de cambio en su vida al retornar a Londres; tan solo demostrar que puede recorrerse la circunferencia del mundo en ochenta días (recordemos que en esos años acababa de abrirse el canal de Suez y se había construido el túnel de Monsteny en los Alpes, por lo cual el viaje alrededor del mundo cada vez asemejaba más a un círculo). La impresión que tenemos como lectores de su persona es que, probablemente, como si se tratara de un círculo, al retornar vuelva a sentarse con sus compañeros del Reform Club a jugar whist como si nada hubiera pasado.

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