La vuelta al mundo en ochenta días

La vuelta al mundo en ochenta días Resumen y Análisis Capítulos XVI-XXI

Resumen

El Ragoon es el vapor que lleva a Passepartout, Fogg y Aída a Hong Kong. Poco a poco, ella conoce mejor a Fogg y le muestra continuamente su gratitud por haberla rescatado. Como de costumbre, Fogg no da signos de emoción alguna. Sin embargo, se muestra protector, calma la ansiedad de Aída y le asegura que todo saldrá bien.

El detective Fix también viaja en el Ragoon. Decide subirse luego de dejar órdenes en Calcuta de que una vez que llegue la orden de arresto de Fogg, debe enviarse vía telégrafo inmediatamente a Hong Kong. Fix sabe que necesita apresar al caballero allí sí o sí, ya que es el último territorio inglés en el itinerario de Fogg.

Unos días después del viaje, Fix decide acercarse a Passepartout, quien se sorprende al verlo en el barco. Este le cuenta, entusiasmado, la historia de cómo Aída llegó a ellos, pero a la vez comienza a preguntarse por qué Fix está tan preocupado por los asuntos de Fogg. El joven criado llega a la conclusión de que debe ser un agente enviado por los caballeros del Reform Club para asegurarse de que Fogg realmente dé la vuelta al mundo.

Entre Singapur y Hong Kong, el clima marítimo se torna tormentoso y retrasa el viaje. Con suspicacia, Passepartout comienza, en sus encuentros con Fix, a dar indicios sobre lo que cree que está haciendo el detective. Fix, inquieto, piensa que Passepartout sabe la verdad.

El capitán anuncia que el vapor se retrasará al menos veinte horas en su llegada a Hong Kong. Como de costumbre, Fogg no muestra signos de frustración a pesar de que esto significa perder su barco a Yokohama, Japón. Fix está entusiasmado, ya que parece que Fogg tendrá que permanecer algún tiempo en Hong Kong; el suficiente para conseguir que finalmente llegue la orden de arresto.

Sin embargo, el clima se calma. Para cuando llegan a Hong Kong se enteran de que el vapor hacia Yokohama no partirá hasta el día siguiente, ya que necesita un día más para reparaciones de último momento. La suerte está de su lado, aunque, por otra parte, Aída no encuentra a su pariente: este ha dejado hace tiempo Hong Kong. Fogg, entonces, le sugiere que continúe viaje con ellos a Europa. Aída accede con gusto.

Mientras tanto, Passepartout deambula por la ciudad. Le sorprende lo británico que es todo, a pesar de estar en China. Se encuentra por aparente casualidad con Fix, que está muy molesto. Passepartout cree que esto se debe a que, dado que están a tiempo para el barco, Fogg aún puede ganar la apuesta después de todo, lo que sería malo para el Reform Club. Fix le dice a Passepartout que se irá a América con ellos. Durante esta conversación, el empleado del vapor Carnatic les advierte que, dado que las reparaciones se han terminado antes de tiempo, el barco parte hacia Yokohama esa misma noche en lugar de la mañana del día siguiente, como se había anunciado.

Passepartout se propone ir a darle a su amo las buenas noticias. Sin embargo, antes de que pueda hacerlo, Fix toma la decisión de contarle todo a Passepartout. Lo lleva a una taberna cerca del puerto, que resulta ser un fumadero de opio. Se sientan a tomar una bebida y Fix le dice a Passepartout quién es realmente y cuál es su propósito.

Passepartout niega repetidamente que su amo sea un ladrón, insistiendo en que es un hombre honesto. Fix amenaza con arrestarlo como cómplice, pero Passepartout se niega a traicionar a su amo. Como último recurso, Fix desliza una pipa llena de opio en la mano del sirviente. El criado fuma unas bocanadas y cae sobre la mesa en un sueño profundo bajo la influencia del narcótico.

Mientras tanto, Fogg pasa la noche en su hotel, sin preocuparse particularmente de por qué Passepartout no ha regresado, y sin saber que el Carnatic parte antes de tiempo. Por la mañana, él y Aída van al lugar donde se supone que está atracado el barco, pero descubren que zarpó la noche anterior. Fogg se encuentra con Fix en el puerto, quien comenta que tendrán que esperar una semana para recibir otro vapor.

Por una gran suma de dinero, un marinero llamado John Bunsby ofrece llevarlos a Shanghai, donde un vapor se detendrá antes de ir a Yokohama. Shanghai está más cerca de Hong Kong, y si navegan extremadamente rápido, podrían llegar a tiempo. Fogg acepta la oferta y pasa la siguiente media hora intentando encontrar a Passepartout por la ciudad. Finalmente, aunque contrariado, el amo deja una suma de dinero a las autoridades para que se utilice en su búsqueda y se costee el retorno de su criado a Europa.

Fogg decide que deben ir de todos modos e insiste en llevar a Fix con ellos, ya que él también debía abordar el Carnatic y no pudo hacerlo. Mientras navegan, Fix se preocupa por lo que hará cuando lleguen a América, ya que será imposible arrestar a Fogg allí.

Al comienzo de la travesía todo ha ido bien, pero de un momento a otro se desata una tormenta que los retrasa enormemente. La tormenta es aterradora y Bunsby les dice a los pasajeros que necesitan dirigirse a un puerto en la costa. Fogg insiste, firme, en que continúen hasta Shanghai. Cuando finalmente se acercan a la ciudad, mientras navegan por el río, se encuentran con el mismo vapor que debían tomar pero yendo en la dirección opuesta, dirigiéndose a Yokohama, justo a tiempo. Es demasiado tarde para atraparlo en el puerto, pero Fogg no se rinde. Izan la bandera del barco de Bunsby y disparan el cañón, lo que indica al vapor que debe detenerse para que ellos aborden.


Análisis

Mientras Aída viaja junto con el grupo por primera vez, su admiración y gratitud por mister Fogg es extrema, casi hiperbólica. Se ha revelado muy poco sobre su personalidad hasta este momento del relato, pero su conexión con Fogg es evidente desde el principio. Este también parece tener algún tipo de debilidad por Aída que excede lo caballeresco. Aunque no traiciona ninguna emoción, claramente quiere que la joven se quede con ellos, y tiene la intención de cuidarla y mantenerla a salvo tanto como pueda.

Es curioso notar que, a pesar de su aparente frialdad, Fogg despierta la admiración y el afecto de casi todos quienes lo rodean. Aunque por momentos duden de su capacidad para completar esta misión estrafalaria, lo respetan por su determinación a la hora de emprender el viaje. También se gana de este modo, y a través también de su cortesía, pensamiento rápido, sensatez y amabilidad genuina, la simpatía del lector. Esta simpatía pasa por alto el hecho concreto de que no hay prueba alguna para sostener que Fogg es inocente del robo del banco. Inclusive a Fix, con el paso de los días, Fogg le parece más y más amable, al punto que lo incomoda. Se le hace muy difícil odiar a un hombre tan educado, generoso y refinado.

Por otra parte, la lealtad de Passepartout hacia su amo se consolida a medida que avanza la historia. A pesar de que no tiene, al igual que el lector, pruebas de la inocencia de Fogg, lo defiende con determinación. Esta lealtad se contrapone con la situación que viven en Hong Kong: Fogg está dispuesto a dejar a Passepartout allí cuando este no aparece en el muelle. Una vez más, se exhibe la relación desigual entre amo y criado.

Llegado este punto, amo y criado han pasado por varias situaciones juntos. Al detenernos en el retrato que se hace de ambos, es interesante resaltar ciertos aspectos que se muestran como arquetípicos de su nacionalidad. Por un lado, el británico Fogg es prototípicamente inglés: rígido, sin emociones, meticuloso, intelectual, metódico. Es como si Verne envolviera a toda la aristocracia británica en un solo personaje (pensemos que los colegas del Reform Club funcionan, también, como un solo personaje con las mismas características). En contraposición a esto, Passepartout es extremadamente “francés”. Apoyándose en generalizaciones muy productivas de la época, su retrato es el de un hombre algo atolondrado, culto y curioso que aprecia mucho las artes. Mientras que Fogg es descrito como un “Byron” (p.7), Passepartout es comparado con un “Leotard” (p.10) y un “Blondín” (p.10), ambos acróbatas franceses. Es emotivo, apasionado, se preocupa y se enoja fácilmente, y es el primero en detectar el amor que crece entre Aída y Fogg.

Julio Verne creía en lo que, desde fines del siglo XVIII y principios del XIX, se denominaba “La filosofía de los pueblos”, un conjunto de tópicos (que hoy llamaríamos sencillamente generalizaciones) por los cuales el inglés es de determinada manera, el francés de otra y el norteamericano de otra. Esta exposición universal de los pueblos cae en generalizaciones y arquetipos comunes y, generalmente, es peyorativo con aquellos pueblos que representan al pasado, como España e Italia (en otros textos del autor) y Francia, en segundo lugar.

Observando detenidamente el capítulo XX podemos abordar otro asunto importante en la literatura de Verne y en esta novela en particular, que tiene que ver con uno de sus temas primordiales: la tecnología, la ciencia, la máquina. En este capítulo el narrador despliega un abanico de palabras poco usuales en el vocabulario ordinario, propias del mundo de la náutica: “Por fin el patrón John Bunsby se deslizó mar afuera, y tomando el viento con cangreja, mesana y foques, avanzó ondulando sobre las aguas” (p.134). Julio Verne fue marinero él mismo, y a pesar de que no navegó tanto como su hermano, la náutica era una de sus pasiones. Sus conocimientos con respecto al barco a vapor estaban a la vanguardia de los avances científicos, ya que, como dijimos, se mantenía al tanto de las novedades leyendo cuanta publicación científica se escribiera.

El uso de vocabulario específico y que remite a artefactos reales o que podrían serlo en base a las posibilidades que brinda la realidad es el punto de partida de lo que hoy llamamos “Ciencia ficción dura” pero que en tiempos de Verne, por supuesto, no existía. Aún así, el gesto es de esta naturaleza: la precisión en las descripciones es necesaria a la hora de construir verosimilitud en textos como este, pensándolo en su contexto histórico.

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